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Miércoles, 1 de mayo 2019, 00:18
Como un miembro más de la familia rojiblanca, EL CORREO compartió la enorme felicidad por el histórico título de Liga. Este fue el texto del periodista Eduardo Catania que trasladaba a los lectores la enorme felicidad de una ciudad que no tardó en echarse ... a la calle a celebrar el éxito de los Sarabia, Clemente, Dani, Goiko, Urkiaga... Fue el 1 de mayo de 1983.
Puestos al pie del Bilbao clásico y popular, estos fueron los primeros alardes de euforia al segundo de finalizar los partidos del Athletic y del Madrid, y de alzarse con la difícil victoria de la Liga el equipo bilbaíno.
¡¡¡Po, po... po, po, po... po, po!!! La prohibición de las señales acústicas se vino por los suelos. Junto a ese tumultuoso sonido de alegría moderna automovilística, salían a la calle grupos con banderas, bufandas y gorros con los colores athléticos. Bilbao era una fiesta medianamente improvisada. Era un alarde vasco de alegría. Pero no sólo Bilbao sino toda Vizcaya y todo el País Vasco.
Habían ganado los «leones» -algunos dicen otra palabra que también termina en «ones»- frente a los millones. Las gentes habían permanecido en bares, clubs y casas particulares, pendientes de la radio, y durante el partido, las calles estaban desiertas. En los bares tuvieron puesta la radio a tope y con el triunfo llegó la explosión de alegría.
Como hemos dicho, no fue sólo Bilbao, los remolcadores fondeados en Portugalete y barcos amarrados en la ría, hicieron sonar sus sirenas. La alegría se desbordaba por toda Vizcaya. Nuestros corresponsales nos daban informaciones de expansiones de entusiasmo en todos los pueblos de la provincia.
Muchos esperaban la victoria, otros, la dudaban. Pero todos tenían preparados sus colores rojiblancos para lanzarse a la calle -a cualquier calle de cualquier pueblo- para exponer su adhesión a un equipo de ejemplar trayectoria deportiva. En Bilbao, la avalancha de alegría se desplazó desde todos los puntos de su geografía, hacia el Arenal y el Casco Viejo. Fue algo fabuloso y espontáneo. Surgieron los atascos sin cabreos, sino con simpatía. Todos se saludaban, todos cantaban. El Casco Viejo fue inundándose de banderas, gritos y canciones. Junto al Teatro Arriaga, en una furgoneta dotada de altavoces, un muchacho empuñaba el micrófono y gritaba: « ¡¡Athlétic... Athlétic...!!! Y la multitud coreaba entusiasmada con el «eup. Nos acercamos».
—¿Lo teníais preparado? —¡Pues claro! Sabíamos que iba a ganar. ¡Qué gritos más perfectos los de Miguel Alday! Se mereció durante mucho tiempo los aplausos de los hinchas. En la calle Jardines, esquina con la calle Nueva, unos athléticos de una empresa de sonido improvisaron altavoces de alta fidelidad con el himno del Athlétic -el auténtico, el de tiempos casi ancestrales- con la nueva letra en euskera. Y las gentes -y nosotros- cantaban y bailaban. En una esquina de la calle Bidebarrieta, una señora de más de setenta años enjugaba sus lágrimas con un pañuelo al paso de un grupo de entusiastas con sus bombos y trompetas de cartón.
Las comparsas se movilizaron. Y en el Arenal, en ese difícil cruce que va hacia el puente, cuando los guardias municipales se habían marchado, un muchacho al que preguntamos su nombre, Raúl Villalonga, de 18 años, llevaba más de una hora regulando, de forma divina, la circulación. Para evitar suspicacias diremos que no estaba borracho, sino completamente normal, pero -según nos dijo- él contribuía así, con alegría, al triunfo del Athlétic.
Intentamos entrar a la Peña del Athlétic del Casco Viejo y era imposible... Para escribir esta crónica nos retiramos a las diez de la noche. La multitud seguía acudiendo al Casco Viejo. «Llevamos toda nuestra vida en Bilbao... ¡Muchos años que ayer se cumplían! Jamás habíamos visto una explosión de entusiasmo deportivo tan espontánea, tan jubilosa, tan ordenada, tan... tan... tan... como la de ayer». Y los claxons seguían sonando. Las canciones seguían oyéndose. Las banderas seguían ondeando. ¡¡¡Athletic, Athletic, nadie te puede ganar!!! de entusiasmo deportivo tan espontánea, tan jubilosa, tan ordenada, tan... tan... tan... como la de ayer. Y los claxons seguían sonando. Las canciones seguían oyéndose. Las banderas seguían ondeando. ¡¡¡Athletic, Athletic, nadie te puede ganar!!!
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