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Contrastar la fotografía actual del fútbol de base del Athletic con el discurso del presidente Elizegi hace tres años, cuando todavía era candidato, es un ejercicio que explica muchas cosas. Lo mismo cabría decir respecto a lo que proclamaba el actual director deportivo antes de ... tomar posesión, con los resultados tres años después. «Primero trabajar en organización, con gente del mundo de la excelencia en la gestión, la organización debe responder a los objetivos del fútbol base. Primero organización. Después evaluación profesional de todos los perfiles y posteriormente incorporación de talento» decía Elizegi la Nochebuena de 2018. Tres años después, se podría colgar ese cartelito de aviso que aparecía en algunas películas: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Tampoco Rafa Alkorta se quedaba atrás a la hora de prometer: «Nosotros vivimos de la formación, pero a mí me gusta ganar siempre», afirmaba a modo de resumen de la que debía ser su hoja de ruta al frente de Lezama. A día de hoy, el Bilbao Athletic está a cuatro puntos de la salvación, el Basconia se mueve en la mitad de la tabla con números más que discretos, y los juveniles no dominan, ni mucho menos, su categoría; el primer equipo está a siete puntos del líder Osasuna y por detrás de Éibar y Alavés.
Ganar en todas las categorías era el objetivo diferencial de la actual dirección deportiva respecto a la anterior, criticada porque los equipos de base no brillaban como se supone que deben hacerlo unos conjuntos que no dejan de ser, como poco, selecciones de Bizkaia que deberían imponerse prácticamente por inercia a la mayoría de sus rivales. Los actuales responsables anteponían los resultados inmediatos de escaparate al trabajo de formación a largo plazo, pero tampoco han cumplido ese objetivo.
Es como si el karma hubiera decidido jugar una mala pasada a quienes no dudaron en desprestigiar Lezama buscando su propio beneficio electoral, recurriendo incluso a una interpretación torticera de algunas estadísticas para denunciar que la academia rojiblanca estaba entre las peores de Europa.
Son malos tiempos para Lezama, y no solo por lo que está ocurriendo en el último escalón de la formación. La trayectoria del Bilbao Athletic se puede analizar a partir de diversas perspectivas, desde la reforma de la categoría, a la pérdida de algunos de sus principales valores deportivos, pasando por la idoneidad para el cargo del entrenador cesado y se podría discutir largo y tendido sobre cada uno de estos aspectos.
Lo que es mucho más preocupante es la sensación de improvisación constante, de ausencia de un plan definido más allá del dibujo de un triángulo que quisieron hacer pasar por una pirámide, que presentaron los responsables hace más de dos años. Es más inquietante ver cómo se cesa al entrenador del filial sin tener un relevo decidido y sin más explicaciones que una simple nota en la página web. ¿No merece la crisis del filial una comparecencia pública de los adalides de un Athletic 'más social'?
Claro que, en realidad, a seis meses de la finalización de su mandato, los actuales responsables tampoco están para diseñar estrategias a largo plazo. Bastante tienen con tratar de evitar un descenso que tendría consecuencias desastrosas a medio plazo. Pero, aunque el Bilbao Athletic consiga mantenerse en el tercer nivel del fútbol, es inevitable la percepción de que se ha perdido un tiempo irrecuperable. Los aciertos y los errores en Lezama no los disfrutan ni los sufren quienes los cometen, sino los que les siguen.
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