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Ricardo Barkala Zumelzu (Portugalete, 1955) decidirá en las próximas semanas si salta a la arena electoral cuando Aitor Elizegi convoque elecciones a la presidencia del Athletic. El presidente del Puerto de Bilbao da los últimos retoques a su plancha, en la que trata de reunir ... a socios de distintas sensibilidades, aunque tras la aparición de otros dos posibles aspirantes -Iñaki Arechabaleta y Jon Uriarte- deberá de renunciar al objetivo que se marcó cuando aceptó la propuesta de sectores influyentes del Athletic para luchar por el sillón de Ibaigane: una candidatura de consenso para evitar comicios.
Barkala acumula una amplia carrera profesional y política. Capitán de la Marina Mercante -navegó en buques de gran tonelaje de 1974 a 1987-, está afiliado al PNV, partido del que ha sido cargo público en numerosos puestos. Se estrenó en 1991 al frente de Lan Ekintza -la oficina que gestiona la promoción económica de Bilbao-, con Josu Ortuondo como alcalde, y fue concejal con Iñaki Azkuna, Ibon Areso y Juan Mari Aburto. Hoy maneja el timón de una institución portuaria que debe capear las obras del nuevo espigón del Abra exterior con la recuperación del tráfico marítimo en la era del 'Brexit'.
Los promotores de la plancha creen que el perfil de Barkala es el idóneo para tratar de aglutinar en torno a su figura a representantes de las distintas sensibilidades de un club que, salvo excepciones, se ha fracturado en mayor o menor medida cada vez que los socios han pasado por las urnas. La experiencia en la gestión, la discreción y su larga lista de contactos en diferentes círculos sociales son tres de los pilares que han manejado los impulsores de la candidatura antes de ofrecerle la posibilidad de liderarla. «Dialogante, serio, transmite confianza, huye de los protagonismos innecesarios y es más del Athletic que 'Pichichi'», le definen quienes le conocen.
Con la integración de las familias que conviven en la entidad y en su entorno, Barkala buscaba desactivar otras opciones electorales para, como objetivo último, evitar los comicios y asegurar una gobernabilidad tranquila en plena crisis por la pandemia. Sin embargo, esta posibilidad ha saltado por los aires al aparecer en escena Iñaki Arachabaleta y el empresario Jon Uriarte.
Barkala ha vivido dos etapas en el Ayuntamiento, ambas claves en el despegue de Bilbao. Se estrenó tras las elecciones de 2003, en las listas que lideraba por segunda vez Azkuna. Gestionó en esa época Recursos Humanos, lo que le valió para poner en práctica su capacidad dialogante con la oposición y los sindicatos. De ahí progresó a la concejalía de Promoción Económica, la de los grandes eventos, desde la que le tocó pilotar las World Series en 2005, una controvertida competición de automovilismo que puso la ciudad patas arriba pero que sirvió también para confirmarla como sede de relevantes acontecimientos internacionales. Pese a que la carrera se atascó en la primera edición por falta de acuerdo político -estaba llamada a ser la puerta de entrada de la Fórmula 1 en Bilbao, prueba que finalmente se llevó el circuito urbano de Valencia-, aguantó el tirón y pasó a gestionar Acción Social y Urbanismo hasta que dejó el Consistorio en diciembre de 2012 llamado por Aburto, entonces consejero de Empleo y Políticas Sociales, que le fichó como viceconsejero. Con Aburto empuñando la makila de la capital vizcaína, regresó en 2015 a la actividad municipal como teniente de alcalde y responsable de Obras y Servicios, la concejalía más poderosa -maneja uno de cada cinco euros del presupuesto local-. En 2018 dio el salto al Puerto, a propuesta del Gobierno vasco.
La opción de Barkala cuenta con el visto bueno de su partido, que nunca pierde de vista las elecciones de Ibaigane y se implica más o menos en función de las circunstancias. En las dos últimas citas con las urnas, tuvo una participación activa posicionándose a favor de un candidato. En 2011, puso toda su maquinaria electoral al servicio del grupo que lideraba Josu Urrutia para vencer a Macua. El respaldo fue tan evidente que el propio exfutbolista se vio obligado en varias ocasiones a marcar distancias públicamente para no provocar recelos en socios simpatizantes de otras alternativas políticas.
La última adhesión a un candidato se produjo en 2018. Alberto Uribe-Echevarría -derrotado por Elizegi- recibió las bendiciones de Sabin Etxea, que mostró su apoyo explícito al que fuera mano derecha de Urrutia desde el mismo día de la presentación de su equipo de trabajo -la mayoría, como él, directivos con Urrutia- en Azkuna Zentroa. Y al más alto nivel. En aquel acto, la atención la acaparó Itxaso Atutxa, presidenta del Bizkai buru batzar, que acudió acompañada por otras figuras de su partido.
Habitual del Pagasarri y del gimnasio a sus 66 años, el presidente del Puerto de Bilbao sopesa dar el paso al frente y asumir un reto que pondría el colofón a una dilatada carrera, a pesar del notable desgaste público que conlleva la presidencia del Athletic. Afable en la distancia corta, ha vivido situaciones muy delicadas como gestor público, pero él recuerda su momento más crítico en un mercante cuando tenía 26 años: «Entrando en Nueva York me caí al agua delante de la Estatua de la Libertad. Era febrero y había tochos de hielo sobre el río. Dios no quiso llevarme. Tuve la fortuna de quedarme agarrado en el agua a la escala y un marinero me vio. Me sacaron casi como un pingüino», declaraba en una entrevista con EL CORREO. Quizá por ello este marino no acostumbra a bañarse en el mar cuando acude de vacaciones a Peñíscola. En casi 40 años de veraneo en esa playa, confesaba que apenas lo habrá hecho «dos veces». «Yo me tiro a la piscina».
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