Barça 1-0 Athletic

La vieja costumbre de perder en el campo del Barcelona

Fue una pena porque, gracias a Unai Simón, la esperanza de romper la mala racha histórica en la Ciudad Condal no se extinguió hasta que, en el minuto 80, se produjo una de esas jugadas sorprendentes que vuelan como una premonición. El canterano Marc Guiu, de 17 años, saltó al campo y a los 34 segundos, tras recibir una asistencia de Joao Félix, a su vez bien visto por Iñigo Martínez, batió al portero rojiblanco. Tocó el cuero el de Murgia, pero no lo suficiente para evitar ese 1-0 que fue definitivo y que vino a confirmar que este partido está maldito para el Athletic. Seguro que más de un hincha bilbaíno, viendo el nivel del equipo de Xavi, se quedó con la dolorosa sensación de haber desperdiciado una buena oportunidad. Es más, algún pesimista seguro que pudo llegar a temer que, si su equipo no ganó este domingo, no va a ganar nunca en el domicilio del Barça. Y que lo que no puede ser no puede ser y, además es imposible, como bien dijo 'El Guerra'.      

Cosa extraña en los lares blaugranas, el partido emitió muy buenas vibraciones para el Athletic tras el pitido inicial. El equipo de Ernesto Valverde, que a los cinco minutos ya inquietó a Ter Stegen con un remate de Iñaki Willimas, entró en juego con mucha ambición. Tiró arriba la línea defensiva y se afiló con una presión adelantada que hizo mucho daño al Barça. Cuando los rojiblancos trabajan de esta manera y lo hacen con armonía, sin desajustes, son un equipo muy incómodo para cualquiera. Sus rivales necesitan mucha calidad y ritmo con el balón para superar ese engranaje. Y el equipo de Xavi no lo tuvo en toda la primera parte. Es cierto que le pesaban las bajas –Lewandovski, Koundé, Pedri, Rafinha, De Jong y Sergi Roberto–, pero en su once inicial había magníficos jugadores. Lo que no había era ideas y clarividencia. Ver a Oriol Romeu llevando la misma manija que un día llevaron Busquets o su propio entrenador pareció por momentos un pecado.

Lesión de Berchiche

El Athletic, por el contrario, sí que tenía las ideas muy claras y clarividencia para llevarlas a la práctica. Es cierto que dos errores defensivos, uno en cada banda, propiciaron dos ocasiones muy claras del Barcelona, la primera de Joao Félix, que envió el balón al larguero, y la segunda de Fermín, salvada por Unai Simón de forma providencial con el pie. Ahora bien, acabaron siendo acciones puntuales. El esfuerzo, el orden y el desparpajo de los rojiblancos, que perdieron por lesión a Berchiche en el minuto 25, maniataron a los culés, condenados a repetir una y otra vez, como un soniquete, la misma jugada del balón largo a la espalda de los laterales. Tanta insistencia en ese tipo de acción, algunos pelotazos a tierra de nadie y una pobre o ausente circulación por dentro daban una imagen realmente sorprendente del Barça, como si fuera de otro tiempo, de otra era futbolística. Se supone que será algo coyuntural, a la espera del regreso de Pedri y De Jong. O de que Gündogan, que este domingo pareció un futbolista menor, el reverso del rey que fue en Manchester City, se termine de acoplar.    

Lo único que le faltó al Athletic en la primera parte fue lo que  le ha faltado tantas otras veces: pegada. Llegaron varias veces los pupilos de Valverde, bien en sus despliegues, pero no terminaron de dar la puntada a la jugada en el último pase o se encontraron con Ter Stegen. Primero Iñaki Williams en dos ocasiones y luego su hermano Nico en el minuto 46. Fue ésta una oportunidad clamorosa que podía haberle dado la vuelta al partido y quién sabe si romper el gafe histórico como visitante del Barça. Como pudo haberla cambiado el penalti por agarrón que el propio Nico sufrió por parte de Joao Cancelo poco antes de esa jugada. Ni Martínez Munuera ni los señores del VAR, sin embargo, vieron nada punible en esa acción.  

La segunda mitad fue una historia distinta, menos sugerente por parte de la tropa de Valverde, a quien los cambios, con muchos jóvenes canteranos en escena como Beñat Prados, Unai Gómez y Adu Ares, que debutaba esta temporada, le aportaron poca cosa. Lo cierto es que empezaron bien los rojiblancos en la reanudación, pero poco a poco fueron perdiendo tensión; todo lo contrario que su rival, que apretó un poco las tuercas que tan sueltas había dejado en la primera parte. No es que hiciera nada del otro mundo el grupo de Xavi, pero sí lo suficiente para buscar a Joao Félix en mejores condiciones y comenzar a ser más peligrosos en sus llegadas. Unai Simón tuvo que volver a lucirse como en el primer cuarto de hora, pero al final no pudo evitar el gol del debutante Marc Guiu que dictó la sentencia. La de siempre.