La continuidad de Marcelino es uno de los grandes interrogantes que se despejarán en el Athletic este final de temporada. La última noticia que tenemos al respecto es la reciente declaración del técnico asturiano en la que aseguraba que, de haber continuado en su cargo ... Aitor Elizegi, lo más probable es que él ya hubiese renovado. De estas palabras se desprende que Marcelino está muy feliz en el Athletic y que para continuar, por lo visto, sólo le queda sentir un buen 'feeling' con los nuevos rectores del club, que en el fondo es como decir que desea sentirse tan apoyado y valorado como se ha sentido con el actual presidente. Ni más ni menos.
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El problema, claro está, es que en este momento nadie sabe quién va a ser el nuevo ocupante del sillón de Ibaigane. Y por otro lado, tampoco está nada claro -habrá que ver cómo termina el equipo la temporada- que Marcelino sea una baza electoral potente e indiscutible, capaz de suscitar unanimidad entre los posibles candidatos. Esto último todavía sería posible si el Athletic completara un sprint final de Liga soberbio que certificase de verdad, con resultados contantes y sonantes, su progresión como equipo. Pero como este logro es más que discutible y el equipo corre el riesgo de acabar un año más chamuscado en mitad de la tabla, el interrogante sobre su continuidad está ahí. Sin olvidarnos, por supuesto, de que Marcelino es un entrenador con caché y puede tener ofertas que le ilusionen más.
Esta incertidumbre invita a plantear una posibilidad muy factible y a dibujar un escenario sobre el cual merece la pena reflexionar. Y es que, de no continuar el técnico de Careñes, el Athletic se vería obligado a contratar este verano al que sería su quinto entrenador -tras Ziganda, Berizzo, Garitano y el propio Marcelino- de las seis últimas temporadas. El dato es llamativo sobre todo por lo que tiene de incongruente. Y es que semejante inestabilidad en el banquillo rojiblanco es propia de las épocas de mayor crisis, no de una como la actual, con el equipo transitando sin agobios en la tabla y habiendo disputado dos finales de Copa y dos de Supercopa, una de ellas con victoria.
Podemos hacer memoria y tirar de hemeroteca. Y lo primero que se concluye tras este sano ejercicio es que el banquillo del Athletic siempre ha sido bastante caliente. De hecho, en 120 años de competición oficial, el club ha sumado ya 50 entrenadores. Aquí lo más parecido que ha habido a un Ferguson fue Juanito Urquizu en los años cuarenta. Y estuvo 7 temporadas, no las 26 del escocés. Son datos propios de un club con una afición muy exigente y, por tanto, con muy poca paciencia.
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El primer gran periodo de tormentas en el banquillo rojiblanco se vivió en el primer lustro de la década de los sesenta, cuando el final del equipo de los famosos once aldeanos creó un dilema de grandes proporciones; algo habitual en el fútbol, donde siempre es muy complejo administrar bien la decadencia de un grupo legendario y la llegada de la nueva generación. Y sobre todo cuando ésta no es muy pujante o necesita todavía de un tiempo de maduración. Entre 1960 y 1965, mientras se sucedían resultados mediocres, pasaron por el banquillo de los leones Martím de Francisco, José Antonio Ipiña, Ángel Zubieta, Juan Otxoantezana y Martín Barrios. Algo parecido se vivió entre finales de los ochenta y comienzos de los noventa, en concreto desde 1989 a 1992. Cuatro amigos y excompañeros de alineación -Txetxu Rojo, Iñaki Sáez, Clemente y Aranguren- se sucedieron como entrenadores en cuestión de meses hasta la llegada de Heynckes.
El tercer baile muy movido es más reciente y de ingrato recuerdo. Y es que estamos hablando del bienio negro, con todos sus récords negativos. En sólo dos años naturales, el Athletic fue dirigido por cinco técnicos, los cuatro primeros de lo más efímeros: Mendilibar, Clemente, Sarriugarte, Mané y Caparrós. No hace falta ni recordar que fueron los resultados penosos del equipo -en concreto, de una plantilla realmente floja- los que provocaron tantos y tantos ceses y cambios. Sucede siempre. Los banquillos se convierten en una silla eléctrica cuando los resultados no acompañan y en un cómodo sillón orejero cuando las cosas vienen bien dadas y la vida parece realmente bella y promisoria.
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De ahí la extraña situación actual del Athletic, donde el banquillo se está moviendo bastante más de lo que sería lógico si nos atenemos a la situación objetiva del equipo. ¿Cuál es la razón? No es fácil dar una respuesta, pero hay una que va ganando terreno: la de que en los últimos cuatro años se ha instalado en el club una nube de frustración, la que provoca la sospecha de que, más allá de unos resultados objetivamente asumibles, y hasta meritorios en algunos casos, el equipo está sumido en un círculo vicioso del que no puede salir.
Han hecho mucho daño las dos finales de Copa perdidas y la actitud de los jugadores en ellas. O en la semifinal de Valencia. O en esos partidos claves en los que se dilapidaron las opciones europeas. El gasto en la plantilla no se corresponde con los resultados ni con la calidad del juego y esta tremenda desproporción se hace cada vez más y más indigesta para los aficionados. Muchos, de hecho, la consideran inaceptable. Por otro lado, preocupa el futuro, sobre todo pensando que una posición vital como la de delantero centro no hay visos de poder cubrirla. El caso es que, por razones diversas, los técnicos del Athletic se encuentra en una situación delicada. Al fin y al cabo, todos los clubes que mueven mucho su banquillo saben perfectamente que, en el fondo, sus problema no están en el entrenador.
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Ziganda dirigió al Athletic en 56 partidos oficiales, los correspondientes a la temporada 2017-18.
Berizzo sustituyó a Ziganda para la campaña 2018-19. Su paso fue muy breve, apenas 15 partidos oficiales
Garitano cogió al equipo en diciembre de 2018 en lugar de Berizzo. Sumó 89 partidos oficiales con los rojiblancos.
Marcelino fue el relevo de Garitano en enero de 2020. El técnico de Careñes lleva ya 66 partidos con el Athletic.
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