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La espectacular progresión del Athletic esta temporada se puede constatar de muchas maneras. Si vamos a la más práctica y nos acercamos a los resultados y la clasificación, las diferencias con el ejercicio anterior son enormes. Es como si hablásemos de dos equipos distintos, algo ... insólito teniendo en cuenta que los jugadores son básicamente los mismos. El Athletic ha llegado a la vigésima jornada con 12 puntos más (41 frente a 29), 9 goles más a favor (38 frente a 29) y uno menos en contra (20 frente a 21). En sus partidos de Liga, sólo han dejado de marcar en 4 (Real Madrid, Mallorca, Real y Barcelona) cuando la campaña anterior ya llevaba 8. Los rojiblancos están en puestos de Champions y en 2023 eran séptimos, un puesto que ahora ocupa el Betis con diez puntos menos que ellos.
13 partidos
consecutivos lleva el Athletic sin perder. Diez victorias y tres empates
Dejando a un lado las cifras, hay algo en lo que conviene detenerse porque, en el fondo, es lo que explica este despegue del Athletic. Nos referimos al aumento del nivel competitivo del equipo. Sobre esta cuestión convendría hacer una aclaración previa ya que son muchos los que siguen confundiendo la competitividad con la entrega, con el esfuerzo agónico de los jugadores. De ahí que haya sido casi un lugar común decir que los rojiblancos eran muy competitivos simplemente porque luchaban al máximo y su actitud era irreprochable. No importaba que se vinieran abajo al final de todas las temporadas y fueran incapaces de sostener una regularidad mínima en su juego y en sus resultados, hasta el punto de que se pasaron casi tres años sin ganar tres paridos seguidos. Como se dejaban la piel, a muchos les parecían competitivos.
Y no. Competir bien es justo lo que está haciendo el Athletic esta temporada. De ahí su regularidad, el mérito de que sólo haya perdido tres partidos (el año pasado ya había perdido siete), el último hace casi tres meses. Competir bien es tener un estilo bien asentado con el que comulgan todos los jugadores y, a partir de ese convencimiento general en una idea, trasladarla al campo con ilusión y confianza todos los partidos. Es justo lo que están haciendo los pupilos de Valverde, de ahí que esté resolviendo partidos muy diferentes, contra rivales de todo tipo. El Athletic se lleva duelos trabados como el derbi del sábado, hace una demostración de autoridad en el Sánchez Pizjuán, es capaz de apabullar al Atlético en una primera parte memorable, tirar de heroica contra el Las Palmas, jugarle de tú a tú al Girona en Montilivi, aplastar al Rayo con una demostración de pegada, sobrevivir a un partido loco contra el Celta y ganarlo sobre la bocina...
El Athletic, en fin, compite a lo grande. Su guion siempre es el mismo, pero luego para cada partido tiene su receta, una virtud propia de los equipos grandes. Y esto es algo nuevo. Podríamos decir que es la gran conquista de esta temporada y, desde luego, la clave de este momento formidable. Sólo hay que recordar cómo fueron las cosas la pasada temporada. El equipo, que comenzó a flaquear a partir de la octava jornada, se cayó de repente después del Mundial y acabó la primera vuelta con dos empates y tres derrotas seguidas entre las jornadas 15 y 19. Con este precedente, era lógico que, en los tres primeros meses de competición, muy pocos en el Athletic quisieran lanzar las campanas al vuelo. Al final y al cabo, los pupilos de Valverde estaban repitiendo los buenos resultados del primer tercio de la campaña anterior. Y aquí llega el cambio radical. Lejos de caer, el Athletic ha continuado elevándose: un empate y cuatro victorias para acabar la primera vuelta. Más otro triunfo en el arranque de la segunda.
Esta claro que el equipo es otro. De hecho, hasta tiene más suerte. De tener menos, el sábado el VAR hubiera avisado a Munuera Montero y éste podría haber señalado como penalti un pisotón de Berchiche a Oyarzabal en el minuto 38. La fortuna, puede cambiar, puede cambiar. Lo que no va a cambiar ya es la mejoría que se ha producido en el rendimiento individual de los jugadores. Las cosas como son: la pasada temporada no hubo ningún futbolista del que se pudiera decir que había elevado claramente sus prestaciones respecto a las que ofreció en la campaña anterior con Marcelino. Y el único fichaje, Ander Herrera, tuvo una presencia casi anecdótica, laminado por las lesiones.
Pues bien, ahora es justo lo contrario. Dejando a un lado a Muniain y a Raúl García, que ya apenas cuentan, se hace difícil encontrar un futbolista que no haya mejorado. Y no un poco, sino mucho. Los hermanos Williams, Unai Simón, Lekue, De Marcos, Vivian, Paredes, Vesga, Guruzeta, Sancet... Ha aparecido Unai Gómez, Herrera está jugando más y hasta Berenguer, un suplente habitual, ya lleva los mismos goles que en toda la pasada temporada. Y, claro, que decir del fichaje, Ruiz de Galarreta. «Extraordinario», según Valverde.
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