¿Cuántas oportunidades deben darse a un jugador hasta dejarlo caer? No hay una respuesta exacta, pero se dan muchas circunstancias que cambian una vida, como la apuesta decidida de un entrenador o la incredulidad de otro, la confianza en uno mismo, el carácter, el temperamento, la timidez, el atrevimiento… Sucede en todos los órdenes de la vida, pero se diría que en el fútbol es más ostensible la diferencia entre lo que fue y lo que pudo ser. Chicos que venían tan buenos y después se van quedando, y peregrinan por equipos de categorías inferiores hasta que un día encuentran la oportunidad de sacarse la espinita en un partido de esos de David contra Goliat, que tal vez les sirva aún de escaparate para metas más altas.
Hay otro tipo de jugador resabiado en esas categorías, que saca a relucir su frustración, su resentimiento e impotencia pegando patadas por no haber llegado más lejos, como las que dieron a Nico y a Muniain en Elda. Es muy importante que el árbitro esté alerta y corte por lo sano. Hubo alguna entrada de tarjeta roja y otras de amarilla que no se señalaron, y algún día puede haber una lesión grave en uno de estos partidos. Es muy bonito que les den bola a los equipos inferiores en el nuevo formato de Copa, a un partido en su campo, pero hay que extremar el cuidado para proteger el fútbol y a los futbolistas. Ni Nico ni Muniain se arredraron, y no pararon de pedir el balón y de jugar. Jugaron mucho y bien, pero es injusto que sea a cambio de arriesgar una lesión.
Berenguer hizo también un gran partido. Sus goles hacen pensar en que Nico y él son dos extremos que no siempre deberían jugar tan abiertos. Es una pena que desde tan lejos se limiten a llegar a la línea de fondo para poner balones hacia atrás. Tal vez desde más cerca podrían aprovechar su habilidad y su intuición, su regate fulminante, el manejo de las dos piernas, para salir del regate y chutar de inmediato.
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