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El Athletic está recibiendo muchos elogios esta temporada. Es algo que ya sucedió la pasada, pero ahora están arreciando debido a la manera tan brillante en la que los rojiblancos vienen alternando la Liga con la competición europea. Entre las virtudes que más se resaltan ... del equipo de Valverde - y con razón- la principal es su solidez. Estamos hablando de un grupo que sólo ha perdido tres partidos -y siempre por la mínima, uno de ellos en el descuento (Atlético) y otro fallando tres penaltis (Girona)- de los 24 que lleva disputados. Hacía mucho tiempo que no se veía a un Athletic con la piel tan dura. De hecho, una de las sensaciones más extendidas esta temporada entre los hinchas rojiblancos es la de un cierto asombro feliz ante la consistencia de pedernal que, con independencia de la calidad de su juego, muestra su equipo en todos los partidos.
37 goles
recibieron los rojiblancos la pasada Liga por 61 goles a favor.
0,66 es la mejor media histórica
de goles encajados del Athletic en la Liga. Fue en la 1969-70.
Llegados a este punto, hay una pregunta que cae por su propio peso. ¿En dónde radica esta solidez? La respuesta no es difícil. Y es que nada de lo que hace este Athletic puede entenderse sin la intensidad implacable que despliega en su juego, sin su espectacular actitud, representada de una forma muy explícita en su ya distintiva presión adelantada y tras pérdida. Esta actitud tiene beneficiosos efectos perfectamente contrastados. Se destaca mucho, por ejemplo, cómo los rojiblancos son el equipo de la Liga con más recuperaciones en campo rival y que eso les convierte también en uno de los más goleadores. Por ahora son los quintos en esa clasificación.
Lo que no se destaca lo suficiente es cómo esa gran presión colectiva está contribuyendo a aumentar la fortaleza defensiva del Athletic, que al fin y al cabo es el cambio más sustancial y determinante que ha experimentado desde la pasada temporada y, desde luego, la razón más profunda de su crecimiento. Llegados a ese punto, y antes de que suenen las campanas demandándolos, vayamos con los datos. El Athletic terminó la última Liga con 37 goles en contra, el segundo mejor registro del campeonato, sólo superado por el Real Madrid (26). Era una cifra soberbia. Y es que, aunque en la campaña 2020-21 la tropa de Marcelino terminó todavía mejor, con unos fantásticos 36, lo hizo marcando sólo 43 goles, mientras que el año pasado los rojiblancos fueron capaces de llegar a los 61. Una pequeña diferencia, vaya.
Sólo el Atlético y la Real Sociedad (11) han encajado menos goles en lo que va de Liga
La gran presión que hace el equipo es la causa principal de su gran fortaleza defensiva
Pues bien, las cosas de la retaguardia siguen mejorando esta temporada. El Athletic ha encajado 16 goles en las 18 primeras jornadas de Liga (sólo Atlético y Real han recibido menos) y 2 en sus 6 partidos de la Europa League. Hablamos por tanto de 18 goles en 24 encuentros. Es decir, una media de 0,75 por partido; tan extraordinaria que, de mantenerse a final de temporada, lo que no es fácil evidentemente, sería la mejor del Athletic en toda su historia.
Para encontrar otros grandes precedentes hay que irse lejos en el tiempo. El mejor es el de la campaña 1969-70, con Ronnie Allen en el banquillo y por supuesto Iribar en la portería, en la que los rojiblancos lograron el que sigue siendo su mejor registro histórico en la Liga -20 goles encajados en 30 partidos-, un increíble 0,66. El problema es que los 8 goles en los 9 partidos de Copa y, sobre todo, los 6 en la eliminatoria de la Recopa ante el Manchester City, le subieron la media total a 0,82. También fue espectacular el curso 1984-85. De sumar sólo la Liga (26 encajados en 34) y la Copa (9 en 11) daría una media impresionante de 0,77. Sin embargo, los tres goles en Burdeos en la Champions y los seis en los cuatro encuentros de la Copa de la Liga empeoraron el dato hasta 0,86.
Suelen recalcar los entrenadores que en un equipo defienden todos, desde el delantero centro. Pues bien, en el Athletic este viejo aserto se está cumpliendo a la perfección. El trabajo defensivo se interpreta como un estricto deber colectivo en el que se implican todos los jugadores. Y los réditos de este compromiso saltan a la vista. Recordemos lo sucedido la pasada temporada, cuando los rojiblancos comenzaron la competición despertando muchas dudas sobre su fiabilidad defensiva -sólo tres centrales tras la marcha de Íñigo Martínez y sin recambios de garantías para sus veteranos laterales- y acabaron ofreciendo una solidez espectacular e incluso logrando que su portero lograra el trofeo Zamora.
Aquello fue una grata sorpresa y Unai Paredes fue el que mejor la representó. Hasta entonces en entredicho, digamos que todavía sin testar al máximo nivel, el central de Arrigorriaga pasó de ser titular en 9 partidos a serlo en 37. Otra pequeña diferencia, vaya. Sin quitarle méritos, es evidente que, en su despegue individual, Paredes se benefició del trabajo colectivo. Esto es algo que se percibe en todas las líneas del equipo, pero sobre todo en la defensa. Y lo estamos volviendo a comprobar ahora con las apariciones de Gorosabel y Adama, otros dos futbolistas que en verano tenían un interrogante sobre su cabeza y, cinco meses después, pueden entrar en el once titular con naturalidad. De mantener esta solidez, el Athletic está llamado a hacer algo grande.
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