El Athletic y la dedicatoria de Forges

No tengo claro si fue deseo o premonición. Porque desde entonces nos hemos especializado, salvo por dos Supercopas que viven hoy en nuestras vitrinas, en ser segundos. La medalla en lugar de la copa y aplaudir en lugar de ser aplaudido. Pero algo tiene el monte de las glorias que convierte al león en cabra y lo hace subir una y otra vez al monte de los dioses del Olimpo. No hay un equipo que haya pasado tantas eliminatorias, ganándolas todas. Algunos, con bastante razón, dirán que viene a ser nadar para morir en la orilla. Puede. Pero elegimos el camino más hermoso pero también más abrupto y todo tiene un precio. Pagado con placer. Pero pagado. Lo que nos hace diferentes. No mejores ni superiores. Simplemente únicos. De eso hablé con Antonio Fraguas. De las cosas de la vida. De cómo alguien que quería dibujar las cosas de la vida gastó parte de ella en hacer cosas que no le llenaban. Hasta que logró ser el número uno. Pero para eso fue muchos años el eterno dos. El segundón, que es peor que segundo. Y quizá por ello entendía a ese equipo lejano que sentía desde niño tan cercano. Forges era del Athletic porque su idiosincrasia casaba con su esencia. Un tipo que insistió hasta la saciedad para logra lo que más deseaba. Triunfar en el humor gráfico. Y lo logró. Aquella tarde fue tan vehemente como sincero. Reía al contar las veces que había ganado pulsos a los jefes de las empresas en las que desplegó su arte. Nunca fue fácil. Muchas veces perdió. O empató de mala manera. Pero al final ganó. Y esto me lleva a la parte de la dedicatoria que fue oral y no escrita.

Contaba Forges las alegrías de los campeonatos de Liga y Copa logrados por su Athletic. Y lo que suponía para alguien que vivía muy lejos de San Mamés. Siempre me ha emocionado ese amor a distancia sin especiales amarres territoriales. Por eso ahora me gustaría hablar con el genio que esta semana habría cumplido 80 años. Para contarle que hemos palmado unas cuantas finales y que somos los reyes de la segunda posición. Digna, aunque escuece. Pero que no se preocupe. Porque seguimos dando por saco a los favoritos. Y como en febrero eliminemos al Madrid en Arabia Saudí venden la Supercopa al primer postor. Por no hablar de los que vendieron el invento a los del petróleo. A esos les da un infarto. Por eso estoy contento. Porque los segundos pueden ser los primeros. Y además, molestar a quienes nunca entenderán que ocupar la segunda plaza no es una deshonra. Sino un gran orgullo. Eso sí, querido Forges, a veces pienso que deberías haber escrito «para que quedemos los primeros». Porque eso es lo que, en realidad, todos queremos.