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Hace justo dos años, el Athletic tocó fondo en el Ciutat de València. El proyecto de Eduardo Berizzo saltó por los aires y dio paso ... a una nueva etapa en el banquillo de San Mamés, con Gaizka Garitano vestido de bombero y reclutado de urgencia para sofocar el incendio que amenazaba con devorar la nave rojiblanca. El equipo naufragó en su intento de reaccionar en el feudo del Levante y encajó una derrota durísima (3-0), que acabó con el crédito del entrenador argentino. Había gastado casi todas las fichas y también la paciencia de los rectores del club, que aguantaron lo indecible, pero finalmente la comisión gestora encabezada por Josu Urrutia despidió al 'Toto' cuando faltaban 23 días para las elecciones presidenciales. Los bilbaínos estaban en el descenso y luego las urnas proclamaron ganador a Aitor Elizegi frente a la candidatura continuista de Alberto Uribe-Echevarria, quien recibió el castigo del socio por el legado del deustoarra. Empezaba una nueva 'era'.
La llegada de Eduardo Berizzo hundía sus raíces en la mala temporada completada por el Athletic de José Ángel Ziganda. Supuso la ruptura con un determinado modelo de fútbol y bebía del recuerdo dejado por Marcelo Bielsa, hombre en el que se inspiró el argentino para construir su carrera en los banquillos. 'Cuco' lidió con un equipo exprimido de la época de Valverde, sin refuerzos, y nunca pudo convencer al vestuario de que el camino por el que le llevaba era el correcto. Los rojiblancos firmaron su segunda peor clasificación histórica -acabaron decimosextos con 43 puntos, empatados con el decimoséptimo, el Leganés- e incluso Urrutia se vio obligado a anunciar que el navarro no seguiría el año siguiente aunque le permitió terminar la campaña. Todo aquello inspiró la contratación de un técnico diferente, avalado por su trabajo en el Celta, quien tenía que dar un salto de calidad y llevar al Athletic a otro nivel futbolístico.
Tras una pretemporada con luces y sombras, en la que los rojiblancos tuvieron que encajar en un nuevo molde que precisaba de un desgaste físico brutal y rozar la perfección para que el sistema funcionara, Berizzo se estrenó con una victoria en San Mamés. El equipo derrotó al Leganés en el descuento con un gol de Iker Muniain (2-1). Empezar con un triunfo siempre da confianza, sobre todo con proyectos nuevos, y en el siguiente choque frente al Huesca, también en La Catedral, los bilbaínos se adelantaron 0-2. Pero los oscenses empataron en la recta final del choque con un golazo de Chimy Ávila e hicieron aterrizar al Athletic. En la tercera jornada esperaba el Rayo, hecho unos zorros tras las dos derrotas iniciales, pero el compromiso se suspendió por las obras en su campo. A los hombres del 'Toto' les hubiese venido de perlas jugar en la fecha prevista, pero hubo que esperar. Así que vino el Madrid y se firmó una meritoria igualada (1-1) para después desperdiciar otro 0-2 ante el Betis (2-2). Faltaba ganar.
La primera derrota llegó en la sexta jornada, ante el Villarreal (0-3). Fue el comienzo de un declive que Berizzo no pudo frenar. Por mucho que apretara el puño, los puntos se le escurrían entre los dedos. Movía piezas, cambiaba de jugadores, probaba con unos y con otros, pero los resultados no terminaban de llegar. El equipo perdía fuelle y posiciones en la clasificación, que cada vez preocupaba más dentro y fuera del club. «Yo sirvo para esto», replicaba el argentino cuando se le empezaba a preguntar por si temía por su puesto de trabajo. Empataba mucho, perdía menos, pero no ganaba. El Athletic transmitía que no acababa de congeniar con la idea de su entrenador.
Los entrenamientos eran duros, se trabajaban muchas horas y más de un futbolista llegaba agotado al partido. La fatiga se agudizaba en las segundas partes, en las que el equipo se caía. El Athletic igualó contra el Barça, pero luego se derrumbó en Anoeta y encadenó otros cuatro empates y dos derrotas antes de presentarse en el Ciutat de València. Las alarmas llevaban semanas sonando, las luces rojas parpadeaban y el club se encaminaba hacia un proceso electoral. Había que superar al Levante, pero lejos de ofrecer su mejor cara el Athletic firmó un malísimo partido que acabó con Berizzo. Al día siguiente, la comisión gestora comunicó el despido del argentino y el ascenso de Garitano. El 'Toto' había dicho adiós con 11 puntos de los 42 posibles. Tenía un balance de una victoria, ocho empates y cinco derrotas, además de 14 goles a favor y 23 en contra. Urrutia le cesó, del mismo modo que 9 días después renovó a De Marcos y a Balenziaga, un par de semanas antes de la cita con las urnas.
Dicen los jugadores que el despido de Berizzo fue uno de los peores momentos de sus carreras. Más de uno lloró en Lezama. «Fueron lágrimas sinceras», afirman desde dentro. El elegido era Garitano, quien recibió la misión de reflotar un barco a la deriva. Lo hizo. Debutó con una goleada en la Copa ante el Huesca (0-4) y luego se impuso al Girona de penalti en el tiempo de descuento (1-0). A partir de ahí, el Athletic comenzó con la escalada. Significó volver a los orígenes, simplificar la propuesta, defender y protegerse, sacar petróleo de cada gol. Un par de años después, el proyecto del deriotarra está 'tocado'. Respira tras los últimos dos resultados y la activación de los jóvenes, de Villalibre, pero necesita una buena racha e insistir en que otro fútbol es posible.
11 puntos de los 42 posibles sacó Eduardo Berizzo antes de ser despedido, fruto de una victoria, ocho empates y cinco derrotas. El equipo llevaba 14 goles a favor y 23 en contra.
Ambiente electoral. El despido del técnico argentino lo ejecutó la comisión gestora, con Josu Urrutia al frente. Las elecciones a la presidencia de Ibaigane se celebraban 23 días después, y el ambiente estaba muy enrarecido por la mala marcha del equipo y el relevo en el banquillo.
Efecto Garitano. Urrutia, desde la comisión gestora, apostó por Garitano para salvar el equipo. Lo hizo. Cogió al Athletic en descenso y lo llevó a las puertas de Europa. Sumó 12 victorias, 6 empates y 6 derrotas y terminó en la octava plaza con 53 puntos.
Unai Vencedor saborea el momento. Todo le va demasiado de prisa y no quiere perderse por el camino, sino seguir las señales. Llegó a Lezama hace tres años, debutó la temporada pasada frente a Osasuna y encadenó dos titularidades justo cuando peor estaba el Athletic, sobre todo antes de la cita clave del Betis. Mucho más suelto con el balón que con la palabra, el joven habló ayer en Lezama de su ascenso y de la actualidad del equipo. En todas sus respuestas las referencias al «trabajo» eran constantes. «Esto va de esfuerzo e ilusión por estar en el equipo de mi vida. He tenido días malos y buenos, pero nunca hay que perder la fe en un mismo», sostuvo.
Vencedor entiende sus dos titularidades seguidas en clave de «oportunidad». Garitano le metió en el fuego cuando más quemaba y el chaval salió airoso. «El 'míster' me pide que sea yo mismo, que juegue como sé, que saque lo mejor que tenga. El trabajo es innegociable, tanto si estás en el banquillo o si eres titular», manifestó el bilbaíno. «La oportunidad me ha llegado ahora. E el momento de disfrutar».
El mediocentro relató que de pequeño se fijaba en «Carlos Gurpegui» y luego en «Ander Herrera». Debutó con miles de personas en las gradas, pero ahora le toca jugar en silencio. «Nuestra afición es imprescindible, el futbolista número 12. Pero hay que adaptarse», reclamó, centrado en el choque de mañana ante el Celta. Lo afronta con calma, al igual que el del Betis. «Era una semana como otra cualquiera, un partido más». Sabe que los celestes despliegan un fútbol alegre. «Les gusta jugar, así que nosotros apretaremos arriba».
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