Si lo analizamos desde el punto de vista de 'don Pésimo', el de Vigo es el primer partido de la era Marcelino en el que el Athletic se queda sin marcar un triste gol. Si es don Óptimo el encargado del estudio, dirá que es ... la segunda ocasión del mismo periodo en el que el equipo acaba los noventa minutos sin recibir un solo gol. La única vez que el Athletic acabó con una 'clean sheet', que dicen los ingleses, fue en aquel prodigioso 0-4 de Cádiz, un marcador tan insólito que solo cabe encuadrar en lo excepcional. Hasta el Ibiza y el Alcoyano le han marcado. Y si ampliamos la perspectiva, nos encontramos con que a lo largo de toda la temporada, este equipo solo ha acabado con su portería inmaculada en otros cuatro partidos, todos ellos en San Mamés, por cierto.

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Pero el examen basado en la estadística no siempre coincide con el análisis hecho desde lo sensorial. Y en este sentido habrá que admitir que Marcelino sigue acumulando razones para continuar estando hasta las narices de empatar, aunque quizá en esta ocasión, el técnico pueda encontrar algún atenuante que le aleje del límite de la hartura; por ejemplo, su propia elección de la alineación.

Es evidente que Marcelino encaró el partido contra el Celta con un ojo en el calendario. Abril está a la vuelta de la esquina, como quien dice, y basta con echar un vistazo a balcones y periódicos para comprobar que ya estamos metidos de lleno en la cuenta atrás. Es lógico que los responsables técnicos estén haciendo sus cálculos para que el equipo llegue en perfecto estado de revista al momento crucial de la temporada.

Por encima de declaraciones políticamente correctas, las prioridades están claras y basta repasar la alineación que presentó el Athletic para confirmarlo. Después de la revolución del anterior partido ante el Granada, lo de Balaídos fue una rotación dentro de los cánones que establece la ortodoxia, es decir, se hicieron los cambios imprescindibles para repartir esfuerzos sin desfigurar demasiado al equipo.

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El empate ante el Celta hay que analizarlo por lo tanto, desde el planteamiento inicial del entrenador y, desde esa perspectiva, cabe decir que el experimento funcionó razonablemente bien. No se ganaron los tres puntos que daban una remota oportunidad de engancharse a la lucha por Europa por la vía de la Liga, pero tampoco se perdió, y durante muchas fases del encuentro, el equipo se comportó con solvencia y hasta dio la sensación de estar más cerca de la victoria que el rival. Es verdad que los porteros apenas tuvieron trabajo, pero el del Celta se tuvo que emplear más a fondo que un Unai Simón que prácticamente se limitó a recoger cesiones de sus compañeros.

Sin los dos laterales más habituales y sin el organizador titular, el Athletic se las arregló para seguir siendo un equipo competitivo ante un rival que se estaba jugando lo mismo en la única competición que disputa y, por lo tanto, podía contar con toda su potencia de fuego disponible.

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Pero por encima de otras consideraciones, es importante recordar que partidos como éste aportan mucho más a la autoestima de los menos habituales que al casillero de puntos. En Balaídos pudimos comprobar que el Athletic ya no es un grupo de once indiscutibles que lo tienen que jugar todo y en cualquier circunstancia, sino que su abanico de recursos se ha ampliado lo suficiente como para repartir esfuerzos en el camino y no acabar muriendo en el intento antes de llegar a la meta.

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