Hay vida bajo los gigantes

Tienen entre 15 y 20 años y cada mañana llevan sobre sus hombros un peso que puede alcanzar los 51 kilos. Son dieciocho jóvenes que dan vida a Pitxitxi, Lina, Tomasa -tres de los catorce gigantes que se guardan en el Museo Vasco- y a otros nueve cabezudos entre los que no puede faltar Don Celes. Cada mañana alegran las calles del Casco Viejo desde hace décadas acompañados de gaiteros y txistularis. Pitxitxi es el único fijo, el que sale siempre, porque sus fieles son legión. El resto se turna.

«Si una persona está interesada en sacar gigantes, debe apuntarse a una comparsa. Aunque no se requiere una preparación exhaustiva, se necesitan unos conocimientos mínimos», explica Juanmi Nieto, coordinador de Bizkaiko Dantzarien Biltzarra y la persona que organiza a estos jóvenes. 'Reclutan' a aficionados que estén en una buena forma física. «Para mover esto -explica señalando a uno de los gigantes- se necesita fuerza y hace falta juventud».

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Es el caso de Lohitzune Peralta a la que le apasiona esta tradición. «Llevo dos años. Empecé a sacar cabezudos a los dieciocho y aquí estaré hasta que me echen por jubilación», asegura. El espíritu apasionado le viene de familia, sus padres han participado desde jóvenes en estos eventos y les han transmitido a ella y su hermano Ugaitz, el amor por la cultura vasca. La Semana Grande consiste, según advierte esta joven, en pasear los gigantes, comer, trabajar y bajar a las txosnas. Es camarera en un bingo de Santutxu y con su salario se financia los estudios de Auxiliar de Enfermería. Confiesa que apenas duerme tres horas durante toda la semana, y sobrevive «a base de pasión y bebidas energéticas».

Mikel Rentería se ha estrenado esta Aste Nagusia. Lleva dos años bailando en un grupo de dantza y su cuadrilla le convenció para unirse. Paseó un gigante. «Al no tener los hombros acostumbrados ha sido duro y cansado, pero he disfrutado. Eso sí, las agujetas del día siguiente son matadoras», relata este muchacho de 19 años que compatibiliza un doble grado de Educación Física y Primaria con el baile y un pequeño equipo de fútbol al que entrena.

Liher Arrieta tercia en la conversación y añade alguna clave a la hora de llevar sobre los hombros a los gigantes. «Parece que es cuestión de fuerza, pero en realidad es más un tema de equilibrio. El peso lo aguantan las piernas, pero hay que jugar con los brazos para no irse a los lados. Al principio cuesta, pero luego se va muy bien», aclara.

Todos coinciden, no obstante, en que su mayor enemigo es el calor, que está golpeando con fuerza esta semana a las fiestas. Para combatirlo, Arrieta ha puesto en los días de mayor temperatura un pequeño ventilador compacto bajo el ropaje del gigante. «Las altas temperaturas que sufrimos son difícilmente aguantables. Alguna vez he pegado con celo el ventilador en los barrotes de dentro», señala. Todos disfrutan con las caras «de alegría de los niños». «Hay pequeños que nos dejan a nosotros los chupetes y no a Olentzero», aseguran estos jóvenes. Arrieta añade: «Hay niños que están todos los días desde hace ocho años, los ves crecer».

Algo parecido opinan quienes portan a los cabezudos. Naroa Gómez da vida este año a uno de los monaguillos -el reparto se hace por sorteo-. Lo más sorprendente es que esta muchacha de 19 años de pequeña temía a los cabezudos por su «sonrisa inquietante» y ahora es esta estudiante de Telecomunicaciones la que hace correr a los niños por las calles. «Quién me lo iba a decir a mí».