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Hace dos veranos estuve en Gdansk. Me pareció una ciudad muy lógica y pertinente. Sobre todo, porque me registré en el hotel, dejé las maletas, salí a la calle principal y me di de bruces con Lech Walesa. Iba con ropa deportiva y unos ... bastones de esos de marcha. También con un guardaespaldas enorme. La gente le saludaba y le pedía fotos. Yo disimulé, claro, por no molestar, aunque me hizo ilusión el encuentro. Al expresidente polaco también debió de hacérsela porque disimuló igualmente. En realidad hizo como si no me viera. Por no molestar, imagino. Es educadísimo, en serio, Lech Walesa.
Que una ciudad tarde cinco minutos en ponerte delante a su mayor celebridad es un detalle que denota organización y eficiencia. ¿Habías venido a ver cosas? Pues aquí tienes esto, míralo bien y nos lo quitamos de en medio. Hay que reconocer que Bilbao a ese respecto enloquece una vez llegadas las fiestas. La ciudad, tan recatada y seria, se transforma en una especie de escaparate múltiple y constante. En cada esquina hay alguien o algo que ver.
Vayamos sin demora al experimento empírico: ayer a mediodía salí de casa y en apenas diez minutos, en quinientos metros escasos entre Indautxu y Abando, me crucé con un famoso presentador televisivo, una actriz de éxito, el alcalde, un conocido crítico taurino, Don Terencio, Doña Tomasa, varios perros con pañuelo de fiestas, un cantautor regional y nihilista, un grupo de gitanas con sus manojitos de romero problemáticos, dos grupos de txistularis, un comparsero de leyenda y varios miles (pero miles en serio) de jubilados que reclamaban en la Gran Vía la subida de las pensiones, coreando 'Aquí está la cueva de Alí Babá' al pasar frente a la Diputación.
Ni siquiera era la hora de comer y el centro de la ciudad parecía inmerso en un rodaje en el que Cecil B. DeMille estuviese intentando algo disparatado y contradictorio. Las fiestas son precisamente eso y la manifestación de los jubilados ha encajado de miedo en el programa alternativo del lunes. A los turistas les encanta. No entienden nada, pero se les ve con la ilusión de no haber pillado solo el fiestón sino también la revuelta y puede que la guerra del cerdo, pero al revés. Qué manera de sacar fotos. No me gustó más a mí lo de Walesa. Ni por asomo.
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