Sprint final en unas fiestas sin zombis

A ver, que en la Semana Grande no todo es exceso con nocturnidad. Ni mucho menos. Ayer, día grande de fiestas, sólo había que darse un paseo a mediodía por el Arenal. La temperatura era muy agradable, casi fresca, antes de que una lluvia limpia y suave oxigenase aún más el ambiente. Una multitud disfrutaba de los herri kirolak frente al Arriaga, y al otro lado de la calzada los juegos infantiles estaban a tope de niños, pero sin estridencias. La Banda Municipal tocaba al lado con mucho público escuchándola atentamente y sonriendo. Había gente paseando también. Había familias, parejas, jóvenes, mayores, locales, extranjeros. Convivían razas, distintas formas de cariño y, en fin, perfiles muy diversos. Era el triunfo mismo de la civilización, lo nunca visto en miles de años de evolución.

Sin entrar en estas honduras, Mikel y Xabi se internaban donde las txosnas para tomarse algo y se les veía frescos. Habían llegado a Bilbao el jueves y su intención era irrumpir en las fiestas enérgicos, abriéndose paso ágilmente entre una masa de gente exhausta. «Siempre hacemos lo mismo, y siempre pensamos que nos vamos a encontrar con 'The Walking Dead'. ¡Pero siempre nos llevamos una sorpresa porque la gente aguanta hasta el final de fiestas como si nada! ¡No hay zombis!». «Igual estás exagerando algo...». «Sí, igual sí».

Para quienes llevaban unas cuantas jornadas de fiesta, ayer hubo oportunidad de despejarse un poco con los juegos de agua que se montaron los de Bilboko Konpartsak en la ría y que terminaron con una buena cantidad de gente a remojo. El espectáculo, la batalla sobre tablas de big surf, era seguido por bastantes curiosos desde el puente del Arenal y desde la orilla. Como siempre que pasa algo en la ría, había quien hacía el comentario inevitable: «La ría no ha estado limpia en la puta vida. ¡Si esto hasta hace nada era chocolate!». Al salir, los comparseros recibían unos cuantos manguerazos y listo.

Por el Casco Viejo había la animación habitual y como siempre los vendedores ambulantes demostraron su agilidad a la hora de responder a las necesidades del mercado en cada momento ofreciendo paraguas de muchos colores. Era como si la meteorología también fuese un poco en declive en esta recta final de Aste Nagusia, pasando del calor abrasador al fresquito y las nubes. «Así, mucho mejor», valoraba Ane, que caminaba con su ama Isa y su bebé June. Tres generaciones de mujeres vestidas de neskas. Si están cansadas, no es por la fiesta. «Cuando salía por la noche aguantaba muy bien y dormía mejor que ahora», y señala a la niña, que dormita.