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La mayoría de los turistas extranjeros que visitan Bilbao se habían informado bien de a dónde venían, aunque estos días pasean por el centro de la ciudad con los ojos como platos. Y no es por las peculiaridades arquitectónicas, culturales o gastronómicas que se habían ... estudiado, sino por las calles abarrotadas de personas desde primera hora de la mañana, por la música a todo volumen y los «bares montados con mecanotubos» por doquier... Nadie les había avisado de que en la Aste Nagusia la ciudad se revoluciona. Y todos declaran haberse rendido a la efervescencia de la fiesta y de su principal icono, Marijaia, un personaje sorprendente por «su aspecto» pero, sobre todo, «porque está en todas partes».
Que se lo pregunten a Anna Lucht, a sus padres Patrick y Dagmar y a su pareja Till Augustin. Viven en Düsseldorf, Alemania, y ella se moría de ganas de traerlos desde que en 2019 cursó un semestre de ingeniería industrial en la facultad bilbaína de la UPV. «Mis compañeros me habían hablado de la Aste Nagusia, pero no podía imaginarme ni de lejos lo que realmente es esta fiesta», aseguraba. Y se declaraba rendida a su principal referente y a su trágico destino. «Nos han dicho que la van a quemar. ¡Que final más bonito!».
Marijaia también tiene embelesados a Theis Iulia y a Krarup Paskesen. «Al principio nos obsesionaba su papel y, ahora que nos lo han explicado un poco, nos parece una idea muy loca y, sobre todo, una figura curiosa: no muy guapa, pero que tampoco da miedo y que, encima, ¡no para de moverse por toda la ciudad!», subrayaban estos daneses «de Aalborg».
En realidad, confesaban, ya llevan varias semanas en Bizkaia. Han venido por motivos laborales. Y en este tiempo aseguran haber conocido dos caras bien distintas de la ciudad. «A principios de agosto no había mucha gente y pensábamos que Bilbao era más tranquilo, más calmado, pero no nos imaginábamos una ciudad tan viva como vemos en estas fiestas», subrayaba Theis. Les han llamado «muchas cosas» la atención. Desde la forma en la que se viste la gente para salir a la calle, a que «disfrutan todos juntos, en familia, porque hay sitios y actividades para todos».
Y luego están los fuegos artificiales, de los que se declaran «incondicionales». Los ven todas las noches «desde el puente del Ayuntamiento». En Dinamarca los disfrutan también dos veces al año, «en enero y en junio, pero no tienen nada que ver con la espectacularidad de los de aquí, y el colorido, y el ritmo, y el ruido...».
Los parisinos Camille Blaug y Zippo Prudot también destacaban la fastuosidad de los espectáculos pirotécnicos, aunque a ellos lo que más les ha impactado son las txosnas. O «esos impresionantes bares que han montado con tubos a orillas de la ría, muy visuales», como los llaman ellos. «Tremenda infraestructura para una fiesta», subrayaba él, que admitía haber «alucinado» al conocer que su montaje y gestión no las asume una administración pública sino que son los propios vecinos, organizados en las 'comparsas'. «¿Esos son colectivos ciudadanos, no?, ¡que bárbaro!». Camille, por su parte, se centraba más en el significado de los mensajes que emanan de las propias txosnas. «Van directamente contra el racismo y, además, hay muchas frases de denuncia social», subrayaba.
Por si fuera poco, el ambiente también les ha enamorado. «La gente se echa a la calle a disfrutar y eso es genial». Por no hablar de la duración de los festejos. Ellos reconocían estar «dándolo todo» desde que llegaron el pasado lunes. «Esto de la Aste Nagusia nos pilló totalmente por sorpresa y, la verdad, pensábamos que iba a ser cosa de un día, pero no: son nueve y sin parar ¡todos los días y todas las noches!», festejaban.
Encantados también se confesaban los británicos Martin Baisch, su compañera Sue y sus hijos Max y Oliver. Acababan de llegar en el ferry de Porstmouth ayer a la mañana y, «sin saber nada», alucinaban entre música de fanfarrias mientras tomaban algo en la Plaza Nueva. «El sitio es espectacular, pero parece increíble que entre aquí tanta gente», remarcaba.
No muy lejos de ellos, Rolf y Heidi Kelling acaban de llegar en crucero desde Hamburgo e intentaban, mapa en mano, orientarse en un Arenal abarrotado ya desde media mañana. «Habíamos venido hace ocho años pero en otras fechas; ahora la ciudad no nos parece la misma», admitían.
El irlandés Martin Corr reconocía ser un «enamorado» del País Vasco y admitía conocer desde hace tiempo «la trascendencia de las fiestas de Bilbao». Por eso había elegido estas fechas para venir. Por eso, y para ahondar en sus deportes autóctonos. «Sobre todo la pelota, ya que en Sligo, donde vivimos, jugamos a una modalidad muy similar», confesaba mientras disfrutaba de un festival de partidos en el frontón portátil instalado en el muelle de Ripa.
Muchos de los turistas que aparecen en este reportaje admitían haber venido a Bilbao sin saber que se celebraba la Aste Nagusia. De hecho, unos cuantos confesaban que, además, el motivo económico estaba detrás de la elección de este destino para sus vacaciones. Es el caso de las australianas Jess Smith, Charey Daniel y Lee Wenderlich. Trabajan en Londres, donde este fin de semana tienen puente festivo hasta el miércoles y «nos hemos buscado esta oferta Bilbao-San Sebastián, la combinación más barata y la que mejor nos va a salir». Reconocían estar alucinando al encontrarse con una ciudad en plena efervescencia festiva. «Sabíamos que en las zonas costeras de España hay mucha fiesta pero esto supera todo lo que nos esperábamos. Vamos a disfrutar a tope de estos dos días que quedan de Aste Nagusia y ya tendremos tiempo de recuperarnos más adelante», celebraban.
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