«Por fin». Marijaia ya ha salido al balcón del Arriaga y, con ella, ha llegado el momento más esperado del año por muchos. Los nueve días y noches de fiesta que espera la ciudad tendrán su epicentro en las txosnas del recinto festivo del ... Arenal, que Marijaia abrió ayer una a una. Con el sofoco que calentaba Bilbao a las ocho de la tarde, eran miles de personas las que tras el txupin se dirigieron a las 27 barras en busca del primer trago de estas fiestas. Amontonados frente a estas icónicas 'tabernas', algunos llegaron a esperar hasta una hora para que abrieran.
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«Son muchos días de montaje y preparativos, pero merece la pena», asegura Asier Mintegi, de la comparsa Sinkuartel. Según cuenta, el éxtasis del txupin -al que las comparsas llegaron tras una kalejira acompasada por charangas y batukadas por el Casco Viejo- dio paso a uno de los momentos más emotivos del verano: el aurresku que las comparsas realizan a Marijaia en la plaza del Arriaga.
Después, acompañada por la txupinera y la pregonera, este icono festivo se dirigió a la parte de atrás del teatro, dónde el lanzamiento de un nuevo txupin abrió las tres txosnas la zona. Cientos de personas aguardaban ese momentos con ansia, esperando la apertura de unas barras que desde ayer están abiertas en un horario prácticamente ininterrumpido. ¿Y los precios? Pues similares a los del año pasado, cuando las txosnas ya registraron una ligera subida derivada del alza de la inflación.
Vamos, que la cerveza y el kalimotxo se mantienen sobre los dos euros y medio y el cubata sobre los cinco. «Acostumbrados a pagar ocho euros por una copa en las discotecas, me parecen precios más que razonables», cuenta Ignacio Ezpeleta, de 22 años, mientras se felicita de que gracias a su primer sueldo no tendrá que «recurrir al botellón».
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Dejando atrás Kaixo, Kaskagorri y Pa…Ya, Marijaia inauguró las otras 24 txosnas. El ritual fue igual en todos los puntos: un cohete al cielo, comparseros eufóricos bailando sobre la barra y unos altavoces que ya ponían banda sonora a la Aste Nagusia. ¿Y qué sonaba? Pues de todo poco. Desde grupos vascos como Zetak o Gatibu hasta Quevedo o Aitana.
«Vine por primera vez hace cinco años y desde entonces se ha convertido en una cita obligatoria cada verano», contaba David Rigola, recién llegado desde Barcelona para pasar cinco días en la capital vizcaína. Es un caso similar al de Cristina Ajamil, que es de Madrid y vivió sus primeras fiestas de Bilbao el año pasado y no ha dudado en repetir. «Este año me voy a animar a hacer turno en la comparsa de una amiga», explicaba entusiasmada mientras se confesaba como una «enamorada de Bilbao».
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A lo largo de los nueve días que duran las fiestas, las comparsas han organizado más de 550 actos. Conciertos, talleres y actividades deportivas están programadas desde ya por toda la ciudad. «Es el momento más especial de todo el año, no se me ocurre una expresión mayor del disfrute y la cultura popular», cuenta Nagore Gil, comparsera de Satorrak.
Sin embargo, según explica estos días también son agotadores: «Dormimos poco y nos implicamos mucho, pero merece la pena». «Cada año hay más gente por el día y es una buena noticia, ya que es un plan más sano y participativo», cuenta Gaizka Suárez, miembro de la comparsa Bizizaleak.
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