Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Las barracas ubicadas en el parque Etxebarria no fallan a su cita anual. Cada verano unen sus fuerzas para dar forma al recinto ferial por espacio de tres semanas (esta vez será del 9 de agosto al 1 de septiembre). Su público es de todas ... las edades, pero tiene algo en común: buscan un rato de diversión. Y no lo tienen difícil. Sobre la explanada, esperándoles, se levantan 73 atracciones que van desde los clásicos autos de choque y camas elásticas hasta los juegos de azar, el bingo o el circo. Coincidiendo con la Aste Nagusia, siempre se consolida como una de las opciones de ocio más populares.
El trasiego de gente es constante. Ya sea por la tarde o a la noche, lo que se escucha son los gritos de emoción, la música animada y las bulliciosas voces. Lo que se huele son los churros recién hechos, el algodón de azúcar o el característico olor a parrilla. Pero lo que los feriantes, que son los que mantienen vivo el espíritu de las atracciones, ven es una vida profundamente marcada por los continuos desplazamientos y la incertidumbre.
«De una feria a otra». Así describe su vida Borja Hernández, logroñés de 42 años, propietario de los autos de choque. «Hay gente que se tira todo el año viajando entre ciudad y ciudad. En mi caso son seis meses, desde que empiezan las fiestas en abril hasta que acaban en octubre, más o menos». Son los meses de mayor facturación, la temporada alta. «Principalmente nos movemos por el norte: Bilbao, Santander, Zaragoza, Logroño, Vitoria, Burgos... Cataluña también». Durante ese medio año, viven en autocaravana, como la mayoría de sus compañeros. «El resto del año es más tranquilo, estamos en casa y llevamos a cabo labores de mantenimiento. No es igual de intenso que cuando estás en la feria, pero siempre andas un poco liado». El nomadismo está escrito a fuego en su ADN. El suyo es un sector del que viven en España varios miles de personas.
Para obtener un espacio en el recinto, hay que alquilar una parcela al Ayuntamiento, que cobra por metro cuadrado. Algunos feriantes, como Maider Verdasco, sostienen que «las tasas son altas. Y aparte, hay que afrontar los gastos que traemos: el personal, el agua, la luz, los ' containers' que tenemos para almacenar los productos… Hubo épocas en las que girar con las barracas era mucho más rentable que ahora». Borja Hernández se muestra de acuerdo con que «los precios son elevados, pero es que es una capital y es lógico. En los últimos diez años no han evolucionado mucho; ha subido el IPC, pero la tasa no lo ha hecho tanto en Bilbao como en otras plazas». Los precios de las atracciones, recuerdan, se mueven en una horquilla estrecha: las más baratas cuestan 2,5 euros, mientras que las dirigidas a un público adulto alcanzan los 3,5 como máximo.
La gran mayoría de las atracciones que conforman la feria -no solo en el parque Etxebarria, sino en todo el país- son negocios familiares. Hernández lo heredó de su abuelo, no sin antes pasar por su padre. «Llevamos viniendo a Bilbao toda la vida», subraya. Comenta, sin embargo, que «la cadena se está rompiendo. La gente joven ya no quiere trabajar aquí ni heredar el negocio de sus padres. De mi generación, de los que éramos pequeños y estábamos en el sector, habrá desaparecido el 80%». Una tendencia que ha puesto en jaque el futuro de un sector tan enraizado en la cultura popular.
Pero aunque no sean muchos, todavía hay feriantes jóvenes que mantienen la tradición y que aceptan el desafío de itinerar con las atracciones de la empresa familiar. Es el caso del sevillano Sergio Esgueva, que junto a su padre lleva 'Joker Casino'. «Estamos acostumbrados a esto desde pequeños, aunque signifique ir de la ceca a la meca». Y no es una figura retórica escogida al azar: cuando empiezan la temporada alta lo hacen en Palma de Mallorca. De allí viajan a Sevilla, Córdoba, suben a Logroño, recorren el norte con paradas en Bilbao y Vitoria y terminan en Valladolid, donde tienen el negocio detrás de su vivienda. Un periplo que se repite año tras año y que no entiende de olas de calor ni de cielos borrascosos.
2,5 euros
es el precio mínimo por montarse en una atracción en el parque Etxebarria, una tarifa que aumentó el año pasado.
Cada noche, cuando se apagan las luces de las barracas, vuelven al lugar en el que están alojados con sus caravanas. En el caso de Bilbao, muchos de ellos lo hacen en Kobetamendi, «donde no hay luz ni agua». Lo dice un trabajador rumano que lleva 18 años en el negocio y cuyo nombre prefiere no desvelar. «La vida de feriante es buena y mala. La parte mala es que la caravana está muy lejos, no hay luz, tenemos que estar con generador… Eso tiene que cambiar».
El y otros como él se quejan de que el Consistorio no les da facilidades: «Alquilamos la luz en grupo, con un generador, porque el Ayuntamiento no nos la proporciona». Se alojan en un lugar, Kobetamendi, que según él, «está muy mal organizado. Te tiran la ropa, hay excrementos de vaca, te rompen la manguera… Además, hay pocos negocios cerca. Tenemos niños y es duro estar así. Nos tratan mejor en Madrid o en Extremadura», se lamenta.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.