Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Si, ya lo sé, gastarse mil euros en un día de fiestas es una vulgaridad. Si además lo vamos pregonando por ahí, ese exhibicionismo solo puede responder a un mecanismo compensatorio por algún tipo de complejo, quizás de índole sexual. Lo sensato sería entregar el ... dinero a Cáritas o a alguno de esos colectivos de confianza encargados de tapar las miserias del Estado Social. Eso sería útil.
Pero somos unos profesionales y tenemos un compromiso con el Periodismo. Estos mil euros que el periódico pone en nuestra mano -ay, que me da la risa- están destinados al disfrute egoísta y hedonista.
Ahora nos damos cuenta de que no hemos planteado bien este experimento. Los mil euros deberían haber llegado al principio de las fiestas, cuando estábamos frescos y sanos. A estas alturas ya da pereza hasta gastar. Por solventar el trámite de un modo rápido y que satisfaga a los paladares refinados buscamos una suite de lujo. Ups. Una frente al Guggenheim cuesta 1.200 euros y no incluye desayuno. Vaya. No somos tan ricos como creíamos. Nos podríamos ir a otro cinco estrellas en pleno corazón de la ciudad, cerca de las txosnas, por algo más de 700 euros la opción más ostentosa. Pero elegimos alojamiento con vistas al parque de Doña Casilda porque a estas alturas queremos tranquilidad y espacio (67 metros cuadrados de suite). Son 451 euros. Un chollo, oiga.
Ahora podríamos replicar el plan que hicimos el otro día con 500 euros, pero ya ni nos apetecen grandes comilonas, ni seguir bebiendo sin medida, ni asistir a ningún espectáculo en el que nos dormiríamos. Podríamos animarnos a los consumos vigorizantes que siempre vinculamos con las celebraciones excesivas, con las fiestas por todo lo alto, pero en estas páginas únicamente está autorizada la adquisición de bienes y servicios de curso legal y los percebes ahora están en periodo de veda. ¿Nos apetecen actividades? ¿Un paseo privado en barco por la ría? ¿Una visita personalizada al Guggenheim? Pues no.
Nos vamos a comer una ensalada cerca del hotel por eso de ir depurando el organismo. Una ligera, con algas y atún. ¡13,5 euros! Con una cerveza de ¡3,5! Vaya, no se nos quita la mentalidad de pobres. Luego, como estamos en jornada zen, nos daremos un masaje. Llamamos a uno de esos servicios a domicilio tomando todas las precauciones para que lo que contratamos sea un masaje y no un 'masaje'. 120 euros.
Y ya no tenemos ganas de nada más que de vegetar. Nos quedan 412 euros. Qué castigo. Pero hay que llegar hasta el final a la altura de la Semana Grande. Nos hacemos con una botella de Vega Sicilia Único Reserva Especial del año 2017 Ribera del Duero, que nos cuesta 395 euros, y con una botella de Cocacola de dos litros por 1,88. Nos despedimos con el kalimotxo más caro del mundo y nos sentimos como si fuésemos estrellas del rock adolescentes, es decir, gilipollas. Será la última oportunidad de serlo con tanta impunidad. Los 15,12 euros que nos quedan los ahorramos, que el otoño viene malo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.