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JUlio Arrieta
Sábado, 20 de agosto 2022, 01:19
Marijaia regresa tras dos años de ausencia a causa del coronavirus. Por ello, no está de más recordar un par de claves que convierten la Aste Nagusia en un hecho diferencial del universo de las fiestas.
Es un dato poco conocido, pero las fiestas históricas de la villa eran las del Corpus Christi, que se celebran sesenta días después de la Semana Santa. Así fue hasta mediados del siglo XVIII, cuando la Iglesia empezó a ponerles pegas porque los festejos se habían vuelto demasiado profanos. La villa resolvió llevarse las corridas de toros a agosto, tras la Asunción de la Virgen. Esas fiestas de agosto languidecieron durante el franquismo, en cuyas postrimerías se redujeron a toros, teatro, circo y poco más. Según el canon histórico de la Aste Nagusia, un concurso de ideas organizado por Quico Mochales y una kalejira instigada por Zorion Eguileor desde la radio en 1977 prendieron la mecha y fueron el origen de la actual fiesta. En aquellas primeras fiestas de 1978 participaron 24 comparsas.
Lo que se lanza para dar salida a las fiestas de Bilbao es el txupin, no el txupinazo, término más propio de Sanfermines. Lo lanza la txupinera, que resulta que es una figura histórica. Era una empleada municipal -siempre una mujer- que lanzaba cohetes en ocasiones señaladas. Parece que el oficio se transmitía de madres a hijas. El característico uniforme de color rojo no apareció hasta 1985.
En cuanto al uniforme amarillo de la pregonera, fue ideado por Josepe Zuazo y se estrenó a lo grande el 20 de agosto de 1988. En esa ocasión el papel de pregonero recayó en todos los componentes de la comisión de fiestas original. El txupin se lanza desde 2001 desde el Teatro Arriaga. No siempre ha sido así. Antes se hizo desde, Begoña, el Ayuntamiento y también, en una alternativa fallida por el espacio, desde la Plaza Nueva.
El espacio delimitado por el Ayuntamiento, el Arriaga y las Siete Calles es el núcleo de las fiestas. Ahí se alzan las txosnas. Su distribución es la misma desde hace años, aunque antes se determinaba por sorteo. Txomin Barullo es quizá la que lleve ocupando más tiempo el mismo solar, el puesto más cercano al Ayuntamiento. Por cierto, Txomin Barullo no es el nombre de un personaje ficticio. Se trataba de un personaje popular de principios del siglo XX, relacionado con las fiestas, que se llamaba Domingo y acabó apellidándose Barullo por el lío que generaba cuando salía de txikiteo y se ponía a cantar.
Fuera del recinto festivo también hay fiesta. Están las actuaciones musicales en el Parque Europa, Abandoibarra y la Plaza Circular. También el txikigune y los espectáculos en la Pérgola, en el Parque de Doña Casilda. Donde, por cierto, se puede disfrutar del espectáculo musical más longevo de toda la historia de la Aste Nagusia: el guateque nostálgico del DJ Luis Carlos del Pozo: 16 años ya, todo un clásico.
Otro hecho diferencial de las fiestas de Bilbao es el Gargantúa, esta peculiar atracción infantil cuyo primer ejemplar fue construido por Antonio Echaniz (1815-1867), arquitecto, carpintero y bombero bilbaino. Sí, es el 'bombero Echániz' de la plaza. Básicamente, el Gargantúa una adaptación baserritarra del personaje tragón de Rabelais que envuelve un tobogán. Una atracción sencilla como pocas, pero que vuelve locos a los txikis y frente a cuya boca se forman colas cada vez que se instala en el txikigune. Pasar por él es un ritual iniciático de bilbainismo.
La purpurina se ha convertido en una seña de identidad de la comparsa Pinpilinpauxa, que organiza algunos de los conciertos más divertidos. Empezaron repartiéndola entre los miembros del grupo, pero ha acabado por lucirse en pelo, piel y ropa de los que se acercan por allí. Otra cuestión es cómo deshacerse de ella al día siguiente. Hay hasta grupos en redes sociales donde dan consejos.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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