Los fuegos artificiales explotan en el cielo que se observa desde el Hotel Ercilla. mireya lópez

Cara a cara con los fuegos artificiales

Lejos del bullicio festivo, cuatro edificios de la capital ofrecen una perspectiva diferente de este espectáculo

elena j. martín

Viernes, 26 de agosto 2022, 01:24

Queda media hora para que la explosión de los fuegos artificiales silencie la ciudad. En el parque Etxebarria, los espectadores se arremolinan en el césped y le quitan el papel de aluminio al menú selecto de bocadillo que cenarán esta noche. Los hay también tardíos, ... que completan el cardio del día subiendo a toda prisa las empinadas cuestas para alcanzar un trozo de ese cotizado suelo.

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Muchos otros buscarán un hueco en los alrededores. Las mejores vistas, dicen los entendidos, están en la Margen Izquierda de la Ría, desde la calle Navarra hasta el paseo de Uribitarte. En esa zona, en la que también se aprecian algunas embarcaciones marítimas, se concentra el grueso del público. Más de 100.000 personas acuden a diario al que se considera el espectáculo más multitudinario de la Semana Grande.

La 'función' dura algo más de quince minutos, lo mismo que cinco escuchas del 'Quédate' de Quevedo y BZRP; éxito musical del verano. Pero lejos del bullicio festivo, un selecto grupo de bilbaínos y vizcaínos disfruta de una perspectiva diferente. EL CORREO ha estado con algunos de ellos en la Torre Iberdrola, el edificio Panera junto al parque Etxebarria, la terraza del hotel Ercilla y la Sociedad Bilbaina, donde el jurado del concurso toma notas cada noche.

Torre Iberdrola

Desde la planta 29 con champán, palomitas y helado

La Torre Iberdrola ha vuelto este año -la iniciativa arrancó en 2019 pero se frenó por la pandemia- a permitir que sus clientes vean los fuegos desde la planta 29ª. El aforo permite hasta 300 personas. Más de una hora antes de que se lance el primer cohete la cola de quienes esperan para entrar llega hasta la plaza Euskadi. «Uno, dos, tres, cuatro [...], veintiseite, veintiocho y... ¡veintinueve, por fin!», vocifera un niño en el ascensor al que el asombro le aborda desde el primer momento por la altura del edificio.

La panorámica da aires de sala de cine, con sillas orientadas hacia un gran ventanal. La invitación incluye palomitas, helado, copa de champán y un socorrido botellín de agua. «Para lo que nos hacen pagar de luz, hay que aprovechar todo esto», bromeaba uno de los presentes.

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Para los tardones, no hay asiento. Yusmary Guerrero se sitúa en las primeras filas con parte de su familia. No paran de fotografiarse. «Los habíamos visto de muchos sitios, pero esto es una experiencia diferente», asegura esta madre de familia numerosa que no pudo llevar a todos sus hijos. Las invitaciones son limitadas por familia.

La vista de los fuegos artificiales desde la Torre Iberdrola. mireya lópez

La expectación y el silencio es el propio de los minutos previos a una película, un concierto o una ópera. Con la pólvora de colores, algún otro pequeño se deja los pulmones en gritar '¡arcoiris!'. Mientras, algunos mayores rompen la tranquilidad del lugar con un sonoro '¡oooooh!' para alabar alguno de los disparos.

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Los aplausos recuperan por completo la sonoridad del lugar y para algunos, la torre se convierte en el «mejor sitio» desde el que ver los fuegos artificiales. Todo ello, a pesar de que el ruido de los petardazos se escucha a través de varios altavoces y de que las figuras de colores queden un poco lejos. «Esto es mucho mejor que pegarte por buscar un hueco en la calle», subraya Andoni Ruiz.

Edificio Panera

Reservas por internet para tener hueco en la azotea

En El Botxo, La mayoría alza la cabeza para admirar los fuegos. Algunos, sin embargo, los ven de frente. Es lo que sucede en la Torre Bilbao Barria -antiguo Edificio Panera-. El bloque 'sólo' tiene 20 plantas, pero alcanza los 70 metros de altura y, sobre todo, está situado frente al parque Etxebarria. Así que para tener hueco en la azotea, donde hay piscina y zona chill-out, los propietarios de las 96 viviendas tienen que reservar a través de una 'app' que tienen instalada en sus móviles. Y hay 'codazos' porque 'solo' tienen 160 plazas y por piso como mucho pueden subir cuatro personas.

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De ahí que algunos opten por ver los fuegos desde su propio balcón. Es el caso de Jon Inchausti, residente en una de las últimas plantas, que en esta ocasión está acompañado por quince amigos que prácticamente inauguran la casa kalimotxo en mano. «Ver los fuegos sin bebida es una liada», bromea uno de los asistentes, que aún arrastra cierta resaca de la noche anterior. En este escenario de treintañeros no hay cabida para la seriedad, ni tampoco ganas de ponerse técnicos. Aprecian la sonoridad del lugar, y el privilegio de poder observar las figuras luminosas tan de cerca. «Se parecen a los misiles de las pelis de 'Star Wars'», suelta uno de los amigos.

Hotel Ercilla

Cuando compartes terraza con Iker Muniain

Para poder acceder al lujo de un ambiente íntimo, a veces solo hace falta poder pagarte una cena o una buena copa. En la planta trece del Hotel Ercilla no queda ni una mesa libre y hasta Iker Muniain, capitán del Athletic, se deja ver por allí. De hecho, se confiesa habitual en el lugar. En esta velada reina la exclusividad y para la mayoría de los comensales la pirotecnia se queda más bien en un segundo plato. Aprecian el espectáculo, pero para cuando a las 22.47 horas se recuperan las luces, la música, y el servicio de los camareros, las conversaciones se van por otros derroteros.

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Sociedad Bilbaína

Las mejores vistas para el jurado del concurso

Una vista «tradicional» y privilegiada encarada a la Ría. La sensación del fuego es distinta si la vista es desde abajo porque los lanzamientos 'de tierra' se pierden. La presencia del jurado en la Sociedad Bilbaína es «tradicional», pero tampoco casual. «Los disparos están encarados hacia la Ría y el mar, y los fuegos van en la dirección del edificio», explica Izaskun Astondoa, asesora del jurado. Este inmueble guarda su exclusividad para los nueve que ponen nota a las pirotecnias, aunque el lienzo negro y el dibujo que ofrece el cielo, acaba siendo visible por toda la ciudad.

Dominique Lajeunesse | Periodista francesa

«Los fuegos son como una función de teatro»

Dominique Lajeunesse. pedro urresti

La pirotecnia siempre está arriba y el público -por muy alto que quiera escalar- no deja de estar abajo. Lo que permanece encima -esos lumínicos de pólvora- no son disparos lanzados al azar y sin previa organización. «Los disparos son como teatros: tienen un inicio, un entreacto y una traca final. Como una pieza de Molière», describe Dominique Lajeunesse, periodista francesa especializada en fuegos artificiales, y parte del jurado del certamen. Esa teatralización es la que genera la poesía que ofrece el espectáculo, que es «la emoción, lo que va al corazón». «Al público le gustan los fuegos porque generan un ritmo, un entusiasmo y una energía comunicativa. Un fuego te lleva de la mano durante un tiempo que es efímero y ahí reside su calidad», apunta.

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- ¿Cómo se genera ese sentimiento?

- Depende del país. En Francia, disparamos con la música y eso crea la atmósfera. En España, sin embargo, el sentido viene del ruido que genere el material y del ritmo del lanzamiento.

-¿Dónde se origina esa necesidad de comunicación?

- Parte de la globalización. Hace años, los pirotécnicos fabricaban el material y lo presentaban como si fuese una colección de moda. No sé si a Chillida le gustaba la pirotecnia, pero lo que dijo del arte se aplica a la forma de entender hoy los fuegos: «El arte necesita un mezclado de construcción y poesía. El gran arte reside en la armonía de los dos».

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