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Directo TV: Txupinazo Aste Nagusia 2022 | Fiestas de Bilbao

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Fotos: luis ángel gómez | jordi alemany | yvonne iturgaiz

Estallan las fiestas que valen por tres

Un txupin multitudinario congrega a más de 40.000 personas frente al Arriaga para recibir la bendición de Marijaia en la edición más deseada de la Aste Nagusia

Sábado, 20 de agosto 2022, 17:19

Bueno, pues ya la hemos liado. Menudos meneos que se pegaba Marijaia tras el txupin, como sacudiéndose el polvo y el aburrimiento después de tres años encerrada en el almacén donde la confinan durante las semanas del año que son ordinarias. Pasaron muchas cosas malas en esos tres años. Pero la suma sacerdotisa de la Aste Nagusia ni se habrá enterado de ellas, consagrada como está a la fiesta y el barullo. No pudo ejercer ni en 2020 ni en 2021 por aquella pandemia terrible que ahora, desde ayer, parece un poco más lejos. Porque eso es la Semana Grande de Bilbao: un punto y aparte en la historia, un pasar página, algo así como un electroshock bonito.

En fin, que tras dos ediciones en blanco, y tres años después de su última irrupción en la balconada del Arriaga, el regreso de Marijaia y la bienvenida a la Aste Nagusia fue multitudinaria como nunca. Más de 40.000 personas, dijo ayer la Policía Municipal que había contado. Pocas parecen para la marea humana que botaba no ya frente al teatro, sino en el puente y en todo el entorno bajo el confeti blanco y rojo. Justo a los pies del muñecote oficiante se desparramó el mejunje tradicional de harina, huevos, kalimotxo y sustancias poco sutiles que lanzaban las cuadrillas entusiastas. Hay que decir que en esta ocasión, estando como está la ciudad llena de turistas ajenos a las tradiciones locales, algún visitante quiso integrarse en la zona cero ignorante del riesgo al que se exponía y salió hecho una croqueta asustada.

Quizás fue eso, además del entusiasmo desbordante, lo más llamativo de la jornada. El montón de turistas despistados y felices que miraban el paisaje como quien mira el Serengueti, y que se mezclaban con un universo variopinto, de una diversidad que no es fácil de ver en ningún otro lugar del planeta. Sin ánimo de ser exhaustivo había: heavys adolescentes con camisetas de Metallica y Slipknot; punkies que se pusieron a bailar alegres cuando sonó la canción esa de Pa Panamericano; un señor mayor solo con un altavoz en la mano que soltaba acid house a toda pastilla; había un sij también con sus bigotones; había txarangas con trompetas, txistus, comparsas que arrastraban bafles que tan pronto escupían tecno como el himno YMCA de Village People. Había hordas de jóvenes, familias con varias generaciones entregadas y algunos hippies. Como es habitual semejante plataforma pública fue utilizada por distintos colectivos para sus reivindicaciones, algunas las de siempre, otras más originales.

Que la cita iba a ser multitudinaria ya se notaba mucho antes de las siete de la tarde, hora del txupin. Era una sensación algo rara. La última vez que nos habíamos visto en una situación semejante, esperando a Marijaia en una tarde tórrida, fue, como ya se ha recordado, hace tres años. Y tres años después, una pandemia después, muchos desastres después, parecía que había sido anteayer. Se respiraba una ilusión en el ambiente muy parecida a la de 2019, seguramente porque la normalidad en estas situaciones toma su espacio con la naturalidad con la que un río vuelve a su cauce tras una sequía prolongada. Sin estridencias más allá de lo habitual. Aunque en este caso, en el arranque de fiestas de Bilbao, la estridencia siempre es marca de la casa.

fotos: LUIS ÁNGEL GÓMEZ | Yvonne Iturgaiz | Pedro Urresti
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Como lo de tirarse a la ría, por ejemplo. La Policía Municipal había precintado la barandilla del puente del Arenal para evitar zambullidas casi suicidas. En 2019 no se había tomado esa medida. Pero es que ayer la marea estaba baja y había que evitar riesgos. Lo que no se pudo evitar, y con lo que ya se contaba, es con que decenas de jóvenes embadurnados de harina y huevos tras el txupin bajasen al agua por las escaleras y se diesen el homenaje de siempre. También las fuentes (en el Arenal y hasta en Moyúa) fueron espacios buenos y solicitados para refrescarse y quitarse la mugre.

Mientras lo hacían, los equipos de limpieza repasaban la plaza del Arriaga en tiempo récord. Qué chorros, qué potencia, qué coreografía. Un espectáculo al que asistió atenta una multitud por ser cosa muy curiosa de ver por eficiente y poderosa. Muchos lo grabaron con sus móviles y todo.

Al poco tiempo la gente se desperdigó y la fiesta comenzó a tomar forma. En las txosnas, en los bares, en las calles, en el cielo, en las caras... Hay ahora ocho días por delante, con sus noches correspondientes, para recuperar el tiempo perdido en los últimos años. Ya lo dijo muy precisa la pregonera, Itziar Lazkano: «Que esta sea una fiesta que valga por tres».

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