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El teatro tiene la particularidad de trasladarse a cualquier época y escenario. Gurutze Beitia, la cómica vasca más relevante, Karmele Larrinaga e Iñaki Maruri se pegan un viaje de 40 años y aterrizan en el Bilbao de una lluviosa noche del verano de 1983. En ... una ciudad que nada tiene que ver con la actual y, más concretamente, en un trasnochado pub, donde un asunto de «cierta urgencia» reúne a tres amigas. De ahí el título de la pieza: 'Las chicas del Trébol', que se estrena hoy y permanecerá hasta el 10 de septiembre en el Palacio Euskalduna.
Como en todas las escapadas al pasado, resulta inevitable eludir la nostalgia y evitar las comparaciones entre lo que «fuimos y somos». En la obra, producida por CidFCA! y Aitato, sale ganando un Bilbao sobre el que se cernía la tragedia de las inundaciones. Con menos zonas verdes que ahora «y también menos puentes y, sobre toda, lastrada por la pérdida «de personas que ya no están», se sinceró Beitia, que compagina las tareas interpretativas y realizadoras.
El montaje repasa las costumbres de hace cuatro décadas. Salta a la vista por todos los lados: la paredes del pub Trébol están empapeladas con un póster de las tres protagonistas de 'Los Ángeles de Charlie'. la serie televisiva que triunfaba en aquellos momentos, y las estanterías del bar aparecen pobladas de botellas de Anís del Mono y Soberano.
Basta también un vistazo al elenco para constatar la moda que se llevaba aquellos días. Beitia, profesora de mecanografía, se ajusta unas mallas-'calentadores' y luce pelazo con crestas, Larrinaga aparece con una vestimenta más formal, al trabajar de dependienta en Galerías Galería Preciados, e Iñaki Maruri se desdobla como camarero en una whiskería de las que ya no quedan. De lunes a viernes es Juan Mari y los fines de semana se transforma en 'Farrah'. Es lo que tocaba en una época que anunciaba «fuertes cambios» a todos los niveles y con el gotelé presente en todos los hogares.
Sin realizar 'spoilers', las protagonistas confirmaron que la función se ambienta con anuncios y canciones ochenteras, que no desvelaron A modo de aperitivo, ayer realizaron «solo dos escenitas», porque tampoco se trata de destripar más de la cuenta. ¿Si es una comedia para nostálgicos? Esta cuestión planeó durante toda la presentación. El dossier de la obra despeja todo tipo de dudas: «Es una comedia que refleja que no cualquier tiempo pasado fue mejor. Tampoco pretende hacer un análisis riguroso, ni siquiera un reflejo fiel de aquella época y, mucho menos, un juicio. Pero sí brinda el pretexto para hacer una alusión a la transformación constante, tanto de nuestro entorno como de nosotras mismas en clave de humor», remarcó Beitia.
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