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El sábado, octavo día de Semana Grande y última jornada de conciertos municipales oficiales, había telita que cortar: descartamos el reguetón del colombiano Sebastián Yatra en los arrabales del Parque Europa (el colombiano exagera en su Facebook con que hubo 25.000 personas), prescindimos del ... jerezano David DeMaría en Abandoibarra porque, aunque estábamos seguros de que lo haría bien, supusimos que no iba a superar la estupenda impresión del bolo promocional en trío ofrecido en abril en la Cúpula del Campos (hay quien opina que toda la plancha de Abandoibarra ya ha pasado antes por Bilbao, y no le falta razón), dudamos un par de segundos si pasar por La Pérgola para calibrar a Los Diablos y sus canciones del verano pero recordamos que ya se lo contamos hace un lustro, y optamos contentos por el kantaldi 'Euskal Kantarien Jira-Bira' en la Plaza Nueva. ¿Porque había sillas? No. ¿Porque si llovía nos podríamos refugiar en los pórticos circundantes? ¡Tampoco! En realidad porque veríamos cuatro conciertos en uno, los conducidos por Urko, Txomin Artola, Gontzal Mendibil y Gorka Knörr. Y sí: también porque somos fans de Urko de toda la vida. Y porque a Txomin aún no le habíamos visto nunca (que nos acordemos, ¿eh?).
La plaza estaba llena, el respetable atento coreó suavito bastantes canciones, no llovió y sonaron 24 piezas en dos horas que se nos hicieron cortas (miramos el reloj por primera vez casi a la 1.30 de la madrugada).
Abrió plaza Txomin Artola (Hondarribia, Gipuzkoa, 1948) en dúo, escoltado a la guitarra slide por su hijo Urbil Artola, del grupo country Howdy, a quien vimos una noche en el pub Residence. Con voz ronca y muy justa, Txomin se arrimó también al country alternativo actual y le dio tiempo a desempolvar cinco piezas, la mejor resuelta y más tímidamente coreada fue 'Goizeko euri artean'. Además rescató el cante marinero 'Txakurraren partia' y rascó palmas en 'Aberriaren mugak', la última y con el apoyo de Gontzal a los tenues coros. Se despidió Artola y no volvió a aparecer en escena, y eso que al final había cuatro micrófonos preparados para los cantautores.
Subimos un escalón con la intervención más seria y solemne de Gontzal Mendibil (Zeanuri, Bizkaia, 1956), que tocó seis canciones en quinteto de lujo: Angel Unzu a la guitarra, su hijo político José Luis Canal al piano… Con sonido más sofisticado (a la mesa estaba otro histórico, Jean Phocas) y mejores facultades, Gontzal elaboró un folk más recio y moderno. Con un pañuelo de fiestas anudado al cuello, adaptó un par de letras de Iparaguirre ('Ez bedi galdu euskera', 'Badakizu zer den gure herria'), otra de Sarrionaindia ('Gure herria', con coros celtas de película y él cantando intenso), hizo corear al respetable en 'Nire bihotzak zure begiak ditu' (muy americano, por encima de Benito Lertxundi, quizá lo óptimo de su pasaje), contó que hacía 35 años, exactamente el 26 de agosto de 1983, iba a actuar en la misma plaza pero llegaron las inundaciones (antes de 'Maite ninduzula', con reggae soterrado y trasmisión con el público), y se despidió por todo lo alto con la algo Mikel Laboa 'Bagare' y los coros de Gorka Knörr, Urko y la plaza. Muy bien Gontzal.
Eso era un kantaldi y las canciones se referían a la tierra, la patria, el pueblo, la lengua… A menudo emergían vocablos como Euskal Herria, euskara, euskaldunok, arrantzalek, Itxaso, mendia o gu gara. Y en tercer lugar apareció nuestro favorito Urko (San Sebastián, 1948), un casta que se metió a la gente en el bolsillo nada más salir. Cantó muy bien, en un estilo entre transicional y oskorriano, y estuvo bien empastado con la banda (la misma de Gontzal, completada por Rubén Caballero al bajo y Blas Fernández a la batería). José Antonio Larrañaga Etxabe interpretó también seis canciones: cosechó palmas espontáneas en 'Sagastira', meció vals de cadencia antigua en 'Azken txanpa', y se lució con las cuatro siguientes,: 'Kaia barrenian' con atmósfera de kantaldi concentrado («zergatik, zergatik, zergatik…»), el folk costumbrista con más palmas espontáneas 'Peio Joxepe'), «un estreno mundial en Bilbao para todos vosotros» como presentó irónico en castellano antes de la inmediatamente reconocida y coreada 'Maite, maite, maitia' (con recitado solemne de Urko), y la despedida con 'Guk euskaraz' (rearreglada con lapsos reggae, piano country…) y los coros de apoyo de Gontzal y Gorka. El mejor de todos fue Urko, como (casi) siempre.
Otra media docena de piezas ejecutó Gorka Knörr (Tarragona, 1950), sobre todo en dúo poco integrado con un teclista y con problemas de sonido (hizo aspavientos de que no se oía). Con su estilo ampuloso y engolado, mirando con la barbilla levantada, a medio camino entre la música culta doméstica y el folk de la calle, Knörr fue solemne y teatral ('Nik nahi dudana') y ofició de pacifista ('Gerra batera goaz', de Luis Mari Mujika, donde insistió en la solemnidad con artificiosos pregrabados célticos y percusionistas). Antes de la cuarta se anudó el pañuelo de fiestas y le entró la vena política, pidió la libertad para los presos catalanes y los de Alsasua antes de 'Boig per tu', usó la marsellesa en la engolada 'Morts pour la patrie', y, tras pedir que se acabe la Monarquía, logró su momento más paladeable con 'L' estaca' de Lluis Llach, con letra adaptada por Xabier Lete y los coros de Urko y Gontzal, los dos mejores de la velada. El público pidió bis y los tres cantaron 'Tiriki tauki', con el micrófono de Txomin Artola vacío, pues se había tenido que marchar con su hijo.
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