La bilbainada de ser crucerista en la Ría

A las 21.30 horas, decenas de personas desafían al sirimiri para embarcar en el 'Ibai Eder', de la empresa Bilboats y con capacidad para 80 personas. El plan es sencillo, pero más que interesante. Paseo hasta Punta Zorroza, música, fiesta y fuegos. Cada uno lleva su bocata y puede comprar bebida en el bar del barco. En total, dos horas a bordo. «Es una experiencia única. Ofrecemos exclusividad», explica Julia Leandro, que, en su condición de oficinista, vende bien el producto.

Zarpa el barco y la noche se va animando. La cubierta tiene una superficie de 40 metros cuadrados que se convierten en una pista de baile cuando se encienden las luces discotequeras y comienza la música. Mitad 'disco' mitad txosna, por los altavoces suenan Quevedo, mucho Bad Bunny, 'Noche Ochentera', 'Yo quiero bailar', 'El limbo', algo de Calle 13, 'Pepas'... Sólo el rock de Fito rompe un poco con la música comercial. Un cuidado repertorio para que la gente lo dé todo.

Pero ¿quién paga 21 euros por ver los fuegos desde el Nervión? Pues hay de todo. David Sordo lleva cruzada una banda que le delata. Está de celebración; cumple 36 años. «¡Todavía estoy hecho un chaval!», comenta mientras ofrece pastas a todo el que se le acerca.

El alma de la fiesta es un grupo de cuatro chicas y dos chicos, todos colombianos salvo una mexicana. Compañeros de la carrera de Enfermería en la UPV, están de despedida. Después de tres años de relación, Dixon Martínez se casa a finales de septiembre. La idea ha sido de Alejandra Quintero. A ella le montaron la misma sorpresa hace un año y le pareció tan buena idea que no lo dudó cuando planearon la despedida de Dixon.

Es muy bailonga también una cuadrilla de Arcentales, en Encartaciones. La empresa había advertido a los pasajeros de que trajesen chubasquero pero Virginia Gutiérrez, Cristina Santiago y sus amigos optaron por unos coloridos gorros-paraguas que compraron en la calle. «¡Ya es casualidad! Hace dos días se bate el récord de temperatura y hoy llueve», protestan. ¿Celebran algo? «San queremos», comentan, y se parten de risa. Son buenas embajadoras de su tierra. Tras exaltar el roble de San Miguel y sus casi cuarenta metros de altura («ha salido en el cupón de la ONCE», aseguran, orgullosas), invitan a todo el que se les acerca a visitar Las Encartaciones. «¡A ver si os pasáis por ahí!», exclaman.

Después del paseo hasta el extremo norte de Zorrozaurre, el barco vira y vuelve al muelle de Ripa. Es la hora de los fuegos. El espectáculo pirotécnico corre a cargo de Mediterráneo, un grupo valenciano que hace las delicias de los asistentes. Es un momento muy especial para el pequeño Eneko, que acaba de cumplir siete años y alucina con cada explosión de colores. «¡Mira, aita, qué guay!», exclama.

Su madre, Mertxe Agirregomezkorta, sonríe y suspira aliviada por el respiro que da la lluvia, que justo para durante los fuegos. «Cuando hemos visto el tiempo nos lo hemos pensado... ¡pero ya habíamos pagado la reserva!». Y menos mal. «Es un momento para disfrutar en familia, es muy especial». Ella y su marido, Iñigo Ordeñana, trabajan en banca y «conciliar es difícil», reconoce.

El silencio reina a bordo mientras dura el espectáculo, sólo roto por algún «ooooooh» muy largo cuando la traca final lo inunda todo de luces y ruido. Tras el correspondiente aplauso, el barco maniobra y pone proa a la desembocadura para un segundo paseo. La maniobra no es nada fácil. Por lo menos quince barcos rodean al 'Ibai Eder'.

«Maniobrar es un problema», comenta el patrón, Ricardo Sainz. «Hay días en los que es una auténtica locura. Viene gente en su barco particular y se plantan en medio de la Ría. Y están la Ertzaintza, los bomberos... pero nadie les dice nada», indica, visiblemente molesto. Aun así, su pericia y la de la tripulación, compuesta por seis personas, permiten sacar bien el barco y que la fiesta continúe un rato más, hasta casi las doce de la noche. Alicia Álvarez sirve cervezas, cubatas y algún que otro chupito. También atiende la oficina algunos días. Su próximo objetivo es «aprender a amarrar el barco».

Suena 'Gasolina', de Daddy Yankee, y los de la despedida de soltero y el cumpleaños se adueñan de la pista. Justo antes, el pasaje le ha cantado 'Zorionak zuri' a un David pletórico que a cada barco que pasa le dedica un '¡Aúpa el Erandio!'. Algunos pasajeros, mientras, hacen cola en la amura de babor. Hay un baño minúsculo, de apenas un metro cuadrado y con un considerable escalón en la entrada. «Uy, qué difícil es esto», dice una chica con pinta de haber hecho buen uso de la barra del bar. Al menos, la gente es civilizada. Algo que agradece la tripulación. «Ya hemos cazado alguno vez a alguno meando por la borda. ¡Y dan unas ganas de tirarlo...!».