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En el álbum familiar de Gotzon Azkarraga (66 años), entre las muchas fotografías que contiene, hay un retrato suyo de niño, en blanco y negro, con el terreno de juego de Mendizorroza de fondo. El mocete, enfundado en una gabardina en día soleado pero seguro ... que de tarde fresca por el Monte del Pico, se ofrece a la cámara un pelín taciturno en un córner de 'La General', tribuna casta tan añorada por los aficionados de antaño, los del puro y la petaca rebosante de grados. En esa instantánea que se reproduce en este reportaje tenía diez años y ya iba al fútbol de la mano de su aita, que le inculcó de crío el amor que todavía hoy, más de medio siglo después, profesa por el Alavés y ha transmitido a los suyos con el tiempo. Era finales de los 60, así que tuvo la gran suerte de admirar de albiazul a Sarasola, el robusto defensa fallecido en junio de 1969 en accidente de tráfico cuando regresaba de Amezketa a Vitoria para reanudar los entrenamientos con un equipo que le lloró hasta bajar a Regional.
En al álbum familiar de Gotzon Azkarraga hay otra fotografía, esta ya de grupo, con indumentaria futbolera y el estadio de Cervantes vibrando a su espalda. El veterano seguidor luce txapela, ya no gabardina, y celebra con su hijo Urtzi (44 años) y su nieto Ekain (17) el ascenso que devolvió al Alavés a Primera en 2016. Los tres se funden en una misma pasión transmitida de generación en generación como quien deja en herencia un sentimiento, el legado albiazul.
Los Azkarraga, con una diferencia de edad de cincuenta años entre el aitite y el adolescente, son fieles a Mendizorroza nieve en Aiurdin o caiga el sol a plomo sobre la Llanada. Cada día de partido -viernes, sábado, domingo o lunes, ¡qué locura!- se acercan de Murgia a la capital para ver jugar al Glorioso. Bueno, para verle ganar pero también perder porque ser del Alavés, coinciden ellos, también supone aceptar el sufrimiento y la derrota.
«Soy más partidario de arreglar y hacer más cómodos el actual campo, de mantener su esencia»
«No se me van a olvidar en la vida los años pasados, el ascenso a Primera del 98, la UEFA, Jaén...»
«Cuando vas al campo ya sabes que vas a vivir todas las emociones y no cuál va a ser el resultado»
Solo las danzas vascas, que aún las practica con admirable destreza, le ha privado a Gotzon de ocupar su sitio en Mendizorroza algunas tardes de fútbol. Desde hace años comparte espacio natural, confidencias, alegrías y disgustos con el hijo y el nieto en la última fila de Polideportivo. «Me van a tener que poner escaleras automáticas para subir hasta ahí arriba», bromea este vitoriano jubilado que recuerda «el bonito ambiente» que se vivía bajo la techumbre de aquella vieja tribuna demolida por la que correteó de joven. Es de esos aficionados que en su momento entendieron la necesidad de comprar acciones «para ayudar» a la entidad a salir a flote y repartió treinta entre sus tres hijos como regalo de Olentzero. Dice Gotzon que es «partidario de arreglar y hacer más cómodo» el actual estadio que de levantar otro «que acabaría con la esencia» babazorra.
La esencia, esa esencia de Mendizorroza a la que también se refiere y de la que se emociona Urtzi, el mediano del trío. «Echo de menos esas tardes de trago de pacharán, de bota, de 'La General'... Y eso que el ambiente de 'Mendi' es hoy espectacular. Pero a mí no se me van a olvidar en la vida los años pasados, el ascenso a Primera del 98, la UEFA, Jaén... Igual es que soy un poco melancólico», se autorecrimina quien mantiene amistad con varios exjugadores. «...Si en Segunda B íbamos 4.000 al campo», reprocha desde su memoria. Él estaba entre tan escaso aforo. «Empecé yendo en un autobús que se montaba en Murgia con chavales a los que nos regalaban entradas para 'La General'. Después ya fui con aita». Urtzi, entrenador de un equipo infantil en Zuia, calcula que lleva 27 años de fidelidad, aunque lamenta aquella temporada que dio la espalda al Alavés de Piterman y perdió el número del abono al darse de baja harto de los desmanes del hoy prófugo de la justicia.
Entre el abuelo y el tío han inoculado a Ekain suficiente dosis del 'veneno' albiazul. Coincidiendo con el Alavés de Bordalás, a los diez años ya le hicieron abonado. Ha entendido pronto qué significa ser del 'Glorioso'. «Cuando vas al campo ya sabes que vas a vivir todas las emociones pero no sabes cuál va a ser el resultado». Al socio de nuevo cuño pero albiazul de cuna se le da muy bien montar a caballo, la otra pasión que a veces le impide cumplir el ritual de los Azkarraga cada dos semanas, asistir al Mendizorroza que hoy está de cumpleaños.
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