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Manu García fue cocinero antes que fraile. Que traducido al idioma del fútbol con acento albiazul significa que se castigó la garganta animando al club de su vida antes de batallar como un gladiador en el circo sagrado de Mendizorroza. A punto de cumplir los ... 38 años, casi coincidiendo su efemérides personal con el centenario del templo futbolístico vitoriano, rememora cómo alentaba a Alfonso Subero 'Tito' desde las escaleras bajas de la vieja y desaparecida General. Y EL CORREO ha querido juntarlos para soplar a dos exhalaciones pulmonares las velas del estadio un siglo después de su inauguración. Dos tipos alavesistas a pecho descubierto que también se hermanaron para escribir el punto final a sus carreras deportivas. Uno plegó los guantes y otro se quitó las botas en Anduva, a 32 kilómetros del conmovedor epicentro de sus emociones.
Les separan tres lustros y una pizca de edad, pero ambos han vivido la experiencia de correr sobre el césped que tantos querríamos pisar en los sueños más húmedos de un sentimiento forjado desde la infancia. Para quien lució con orgullo el brazalete de capitán en la final copera de 2017, sus primeras vivencias le conducen al portero que le acompaña en este encuentro y aquella generación que rescató al Glorioso del limbo de la Segunda B. «Yo siento un poco de nostalgia de la época de Tito», confiesa García. «Mis primeros recuerdos de Mendizorroza como socio son en la General, una grada de animación con la gente de pie que abarcaba todo el campo. No un fondo como ahora, que quieras o no, limita un poco hacia un lado. Mi padre y mi tío iban para arriba y mi primo y yo nos quedábamos abajo, moviéndonos hacia donde metía el equipo los goles. A Tito le he animado mucho. Mis primeros ídolos son de esa generación: él, Pablo, Serrano, Codina, Berruet... Y no puedo olvidar el ascenso a Primera contra el Rayo, cuando salté al campo y noté que el césped resbalaba muchísimo».
El calagurritano Tito, instalado vitalmente en la capital alavesa, llegó del Sestao en 1994 y cumplió cinco temporadas con el bloque local. Las tres primeras con área en plaza y el resto a la sombra de Paco Leal y Kike Burgos. Su fértil estancia en el club le permitió conocer las categorías de bronce, plata y oro, en la que debutó (Anoeta) el 24 de enero de 1999. Un guardameta a quien también le prendió la llama albiazul. «Llegué en Segunda B y este ya era un campo de Segunda o de Primera porque no había otros con tanta capacidad. Entonces estaban las cuatro esquinas abiertas y salíamos por el córner, un equipo de cada lado. Con el contrario ni te veías. Era un equipo grande de capital, pero para los jugadores era muy familiar. Dejabas el coche en el aparcamiento, no entrabas en autobús al estadio como ahora. Salías del coche y ya te venía la gente a decir «venga, eh, hoy hay que ganar».
«Como socio recuerdo la General, una grada de animación que abarcaba todo el campo»
«Tengo en la mente el ascenso a Segunda ante el Jaén o a Primera contra el Numancia»
«'Lagu' está muy identificado con el club y la ciudad... Beobide, Viguera, Sendoa...»
Dos porterías del mismo tamaño, césped igual para los dos equipos, el 0-0 de partida que más parece la graduación nula de la cerveza... ¿Cómo influye entonces el calor de la parroquia propia? Pues dicen que se nota, vaya que sí, en un campo con la sonoridad de Mendizorroza. «Suena mucho», afirma Manu. «Es muy coqueto, acogedor, con la gente cerca. Recuerdo partidos importantes en los que sientes que la afición te hace rendir más. Ahora empiezas a oír el ambiente desde el túnel. En los vestuarios no».
Unanimidad al respecto. Tito también comparte la idea sobre ese imaginario dorsal número 12. «En los partidos importantes notabas el aliento de la grada. Si falta aire, la gente te hace pegar ese esprint. Y no te digo nada el que jugaba junto a la General, ese llegaba a centrar, a defender... Además esa zona del campo estaba embarrada porque daba la sombra. En mi época sí oíamos. Incluso había ventanitas en el vestuario que daban al campo y las abríamos para escuchar».
Ambos guardan vivencias emotivas después de cinco campañas en el caso del arquero y de nueve si hablamos del gran capitán. Tienta preguntarle directamente a García por su cabezazo en el tiempo de descuento que supuso el 1-0 al Real Madrid con Sergio Ramos en esa foto legendaria. «No, no, la realidad es que no», desmiente cuando se le cuestiona sobre la relevancia añadida de ese tanto. «Todo el mundo me lo dice, pero yo estaba pensando en muchos otros momentos y ese no me había venido a la cabeza».
157 partidos
que ha jugado Manu García en Mendizorroza (308 en total con la camiseta del Alavés). 64 ha disputado en el estadio vitoriano Tito Subero, que suma 130 en la portería del conjunto babazorro.
¿Cuáles entonces? ¿Quizá su empate en el Calderón también a última hora tras retornar a Primera de la mano de Bordalás? «Tengo en la mente el ascenso a Segunda en 'Mendi' contra el Jaén o el de Primera al ganar aquí al Numancia. O mi debut en Primera y en casa ante el Sporting... La semifinal de Copa con el Celta fue uno de esos días especiales. Vas a una final contra el Barça con la idea de competir, de que podíamos. Y con el VAR hubiéramos durado más porque su segundo gol fue en fuera de juego. Cuando acaba el partido, te entra el bajón pero también el orgullo de todo lo que movimos, del sentimiento que había en la gente».
Alfonso Subero según su DNI, identidad tan distinta a como le conoce el alavesismo, también rememora momentos muy relevantes de sus cinco cursos. Y, aunque vivió ese duelo desde el banquillo, aquella tarde gloriosa que rindió tributo al sobrenombre del club, la del retorno a Primera 42 años después. Muchos albiazules pensábamos entonces, entre la resignación y la tristeza, que jamás veríamos al Alavés en la Liga de las Estrellas.«Jugó Paco, Paquito Leal. Aquella tarde contra el Rayo se había regado porque nos iba bien el barro».
«Salías del coche en el aparcamiento y te venía la gente con el 'venga, eh, que hoy hay que ganar'»
«Y ya no te digo nada el que jugaba junto a la General. Ese llegaba a centrar, a defender...»
«Manu es de Vitoria y tiene un compromiso mayor porque el Alavés supone su sentimiento»
Toca hablar del compromiso con una causa centenaria. De la minoría de alaveses que han lucido el escudo del Glorioso a los muchos que lo llevaron procedentes de otros sitios. Para Tito, converso sin remedio a la fe albiazul, hay diferencias. «Manu es de Vitoria y su compromiso es mayor que el de cualquier jugador de fuera porque el Alavés es su equipo y su sentimiento. Pablo es de aquí y también daba un plus, tenía una presión añadida. A mí dame jugadores como ellos», remata quien vivía de despejar. «Aunque aquí al de fuera enseguida se le mete en el equipo porque ve que pega una carrerita y ya le están aplaudiendo. Y eso llega».
Manu reconoce de corazón el respaldo de una hinchada fiel. «Hace sentirse cómodo, respetado y querido al de fuera. Y eso consigue que cuando las cosas van mal sienta el club como algo suyo» ¿Jugadores que han vibrado con el Alavés sin ser de aquí? «'Lagu', sin ninguna duda, está muy identificado con el club y la ciudad. Siempre me cuenta que si le llegan a decir lo que iba a sentir, no se lo hubiera creído. Jagoba Beobide, Borja Viguera, Sendoa... Gente de la Real Sociedad y del Athletic que aquí se han sentido como en casa y ahora les importa el Alavés.
- Si les digo 'Mendizorroza', ¿qué contestan?
- Tito: Ambientazo.
- Manu: Mi casa. Muchísimos recuerdos y todos buenos.
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