Suspenso sostenido
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El descenso del Alavés es la consecuencia del descuido con que los gestores del grupo han tratado a su mejor activo financiero, su motor económico, su mayor fuente de ingresosMáxima expectación. Desde que en la noche del domingo, consumado el descenso a Segunda, la junta directiva del Deportivo Alavés anunciara en un comunicado que al término de la temporada ofrecerá «las explicaciones pertinentes» (de los motivos que han conducido al desastre, se entiende) se ... percibe una notable curiosidad entre la afición albiazul por conocer esos argumentos, por comprobar si por una vez los responsables del club asumen una autocrítica real y, también desde luego, por ver si en esa exposición se va a señalar algún otro nombre ajeno a los despachos y sin derecho a defensa. La nota oficial se limita a admitir la comisión de «errores» propios, aunque sin especificarlos.
Pero sin duda el punto del comunicado que mayor estupor, y también indignación, ha provocado es el que afirma que los dirigentes del club estaban «convencidos de poder vivir un año de relativa tranquilidad»… ¿En serio? ¿Después de realizar en la plantilla una inversión tan objetivamente exigua que vaticinaba la reedición del sufrimiento vivido en las dos campañas precedentes, en las que el equipo se salvó del precipicio sobre la campana? ¿Ingenuidad o error de cálculo? Puede que esta mentalidad tan autocomplaciente explique que la junta nos recuerde de forma periódica el éxito que supone haber militado seis temporadas consecutivas en Primera División. Pues bien, si mantener la categoría es un éxito reseñable, perderla supone un fracaso sonoro. El que padecemos ahora. Cabe recordar, además, que para descender a Segunda hay que ser uno de los tres peores equipos entre veinte; es decir, desde la vertiente meramente estadística no es tan difícil evitarlo. Sobre todo para un club que goza de un viento social y políticamente tan favorable como el que sopla a favor del Alavés en los últimos años. Llegados a este punto causa también cierta perplejidad que el diputado general haya valorado estos días de forma positiva la gestión deportiva del club. La deportiva, precisamente esta semana.
No es fácil encontrar voces que coincidan con la opinión de Ramiro González. Todo lo contrario. De hecho, y en el fondo, puede decirse que implícitamente discrepan de ella los propios responsables de una directiva que tritura entrenadores como quien despacha bollos en una panadería: diez técnicos en estas seis temporadas en Primera (once en realidad, si se tiene en cuenta la doble etapa de Abelardo) y seis de ellos en las dos últimas campañas. Aunque no quiera admitirse, cada uno de esos relevos en el banquillo ha supuesto el reconocimiento tácito de una equivocación. Más aun, de un desacierto prolongado en el tiempo. No tanto por la elección concreta da cada preparador, que también en algunos casos, sino porque la falta de éxito de todos ellos evidencia que el problema ha radicado principalmente en la confección de unas plantillas muy justitas. Que tras el desfile de tanto entrenador fallido el único superviviente sea precisamente el encargado de ficharlos puede resultar sorprendente en principio, pero también es un dato que cabe considerar lógico: la directiva no puede responsabilizar a su director deportivo de las limitaciones salariales que ella determina.
En estas fechas de exámenes y evaluaciones académicas, la calificación que se ha labrado el Alavés es un rotundo suspenso sostenido. La puntuación menguante de los últimos ejercicios no permite otra opción: 39 puntos sumados hace dos temporadas, 38 en la pasada y… un máximo posible de 34 en la actual. Es la consecuencia del descuido con que los gestores del grupo han tratado a su mejor activo financiero, su motor económico, su mayor fuente de ingresos. La gallina de los huevos de oro. Concluía la nota de la directiva albiazul de la noche del pasado domingo que «solo el trabajo y el esfuerzo máximo» permitirán al equipo retornar a Primera. Olvidó el redactor del comunicado citar otro cimiento básico para conseguirlo: una inversión superior a la que se viene realizando. El Alavés merece que se le dote de una capacidad salarial acorde a lo que genera y no que tanto recurso propio se desvíe a otros asuntos. ¿Garantizaría esto el éxito deportivo? Claro que no, pero sin duda ayudaría. Y el resultado de la contención excesiva lo acabamos de comprobar.
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