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La batalla del Deportivo Alavés con el VAR arrancó casi en el primer instante de la temporada. Un recordatorio temprano de que el videoarbitraje puede cambiarlo todo en cuestión de segundos. Para bien y para mal. También de que el gesto del árbitro llevándose el dedo a la oreja para, posteriormente, acercarse al monitor junto a los banquillos puede abrir la caja de los truenos. No hay equipo que viva una relación fluida con el VAR. El Alavés también ha vivido en los últimos tiempos sus tiranteces con una herramienta que ante el Celta le quitó más de lo que le dio. No es en absoluto una novedad para la entidad albiazul desde que el árbitro de vídeo hiciese aparición en la Liga hace ya un lustro, a comienzos de la temporada 2018-2019.
El turbulento inicio de este curso en ese apartado mantiene paralelismos con el pasado. Entonces el recién llegado Alavés fue zarandeado por el VAR. Si unas semanas antes había sido una revisión de vídeo la que le había señalado un penalti ya histórico que le dio el ascenso, las primeras jornadas del curso pasado fueron un vía crucis de decisiones discutibles en contra. Tras vivir cierta tranquilidad en las dos primeras jornadas ante Cádiz y Sevilla, la visita a Getafe encendió los ánimos de la plantilla albiazul. En cuestión de minutos, el VAR señaló un penalti por codazo de Abqar sobre Latasa e ignoró uno de Djené sobre Guridi. «Es que la jugada es idéntica. Nos vuelven locos», clamaba un Luis García al que días después le tocaría volver a reclamar.
Una jornada después, el VAR solo entró en Mendizorroza contra el Valencia para hacer repetir a Kike el penalti que erró por partida doble. Fue días después, en otro encuentro a domicilio, donde la polémica volvió a noquear al Deportivo Alavés. Entonces fue un supuesto penalti de Sola sobre Álvaro, atacante del Rayo, el que desesperó a los albiazules. El árbitro de campo no lo consideró punible en directo, pero el VAR le invitó a revisarlo. Ahí, a cámara lenta y tras un carrusel de tomas poco claras, intuyó un contacto dudoso que en ningún caso podría haber sido punible. Entonces el partido iba empate a cero y los locales acabaron llevándose el triunfo. «Espero que esto cambie», apuntó entonces Luis García. Entre el enfado y la frustración por más puntos que se iban fruto de decisiones discutibles.
Quedaban dos episodios polémicos más. Cuatro en las ocho primeras jornadas de un complicado inicio de temporada. En la séptima, también en su visita a Vigo, los albiazules se quejaron por el rasero arbitral. El Alavés empezó perdiendo tras un grave error de Rafa Marín, empataron con un gol de Samu y se quedaron en superioridad numérica tras una rigurosa expulsión de Luca de la Torre. Volcados en el tramo final hacia la portería del Celta, el Alavés pidió penalti en una de las últimas acciones del partido. Rioja centró desde dentro del área y, ya sin balón, fue arrollado por Tapia. Un penalti tan absurdo como claro que el árbitro no vio. Pero el VAR tampoco decidió aparecer.
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La roja a Antonio Blanco en el derbi ante Osasuna no llegó por intervención del VAR, pero también levantó polvareda. El árbitro vio claro sobre el campo que era el último hombre, aunque el Alavés defendió que era Arnaiz el que buscó el contacto tras perder el control del balón. El videoarbitraje no invitó al colegiado a que se corrigiera. El Alavés recurrió sin éxito la roja a Competición y Apelación y trasladó de manera privada su indignación por los arbitrajes sufridos.
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