Al Alavés le parte el Rayo

El Deportivo Alavés está en punto muerto. Partido por el Rayo, infinitamente superior a los albiazules. Hay veces que es difícil explicar una derrota. En esta ocasión no. El conjunto madrileño fue infinitamente mejor. En todo. En el centro, en las áreas, en las bandas. Con la pelota, en las transiciones, en las segundas jugadas, a balón parado. Con la electricidad y la claridad que le faltan al conjunto vitoriano, que superadísimo, no encontró ningún hilo del que tirar para albergar la más mínima esperanza de puntuar en Vallecas. Frágil de nuevo atrás, estéril de nuevo arriba. Si los rivales tapan a Joselu y Luis Rioja se acabó el ataque vitoriano. 2-0 y gracias. Con eso está dicho todo.

Porque a los de Iraola les sobró la segunda mitad. Habían fulminado a su rival en la primera. Y es el franjirrojo un equipo que no sabe bajar el voltaje de su fútbol, pero esta vez se vio tan superior que se pudo permitir ese lujo, tan seguro como estaba de que la victoria no se le podía escapar ante un adversario estéril que apenas dio señales de vida. Lo que manda son señales de alarma. La eliminación copera podía quedarse en una anécdota si mediaba reacción liguera. Pero no. Un punto de los últimos doce en juego, sensación de involución y la cada vez más diáfana certeza de que a esta plantilla le faltan muchos recursos. Un mensaje alto y claro para quien quiera escucharlo.

Calleja rescató a Miguel de la Fuente del fondo de la rotación para incrustarlo de nuevo en la banda derecha, fuera de su sitio natural. Parece que en la carrera entre Edgar y Pellistri por la posición de extremo no gana nadie. Un 4-5-1 que no dio ningún fruto. Tampoco el 4-4-2 posterior. Nada funcionó en Vallecas. O, simplemente, es que el adversario era tan superior que el misterio de la película ya estaba resuelta desde el principio.

El Alavés duró en pie 19 minutos. Demasiado, visto lo visto. Porque el Rayo fue muy superior desde el pitido inicial. Más intenso. Mejor con y sin balón. El disparo fuera de Álvaro García tras una cómoda conducción de Comesaña fue solo un aviso de la tormenta posterior (m. 5). El conjunto franjirrojo corría lo que no corría el albiazul. Hacia adelante y hacia atrás. Atacaba, recuperaba y volvía a atacar. Las transiciones rápidas que quería evitar Calleja. Aunque los de Iraola también saben progresar con balón, abriendo mucho el campo, profundizando especialmente por la banda izquierda de Álvaro.

El conjunto vitoriano estaba hundido en su campo, pero no como estrategia del bloque bajo que, ordenado, espera su oportunidad a la contra. Porque tampoco estaba ordenado. Simplemente aguantaba el tipo. Y en ataque únicamente le quedaba el recurso del juego directo en busca de Joselu, pero el gallego estaba bien vigilado. Y la oportunidad albiazul llegó en un potente disparo de Rioja desde fuera del área que Dimitrievski desvió a córner (m. 15). Era en el momento en el que el Alavés parecía subir un puntito su energía -o quizás era lo que se quería atisbar-, aunque fuera a base de faltas que cortaran la electricidad vallecana.

Pero solo era uno de esos trampantojos que ofrece el fútbol. Debajo de esa apariencia no había nada. La escuadra vitoriana seguía sin argumentos. Y el Rayo seguía a los suyo. Que era buscar, llegar, rematar. Lo hacía sencillo, además. Como para encima darles facilidades. Lo hizo Tachi en un despeje defectuoso que desencadenó otra tromba madrileña. Por la izquierda, cómo no. En otra de tantas internadas de Álvaro García, que pilló la espalda a Martín y sirvió en bandeja el primer gol a Sergi Guardiola, solo en el área. El delantero local se aprovechó de su posición adelantada en el inicio de la jugada, pero en la continuación ya estaba habilitado en el corazón del área. Cosas del reglamento que quizás se deberían repensar.

Y el Rayo no paró. El equipo de Iraola no sabe bajar el pistón. El que estaba parado era el Alavés. O paralizado. Lo que aprovechó Catena para marcar el segundo en un córner. No le pudo sujetar Laguardia y se elevó por encima de Loum. Lo que antes era una virtud, la defensa del balón parado, es ahora un martirio. Flotaba la sensación de que el equipo albiazul se había ido del partido cuando quedaba más de una hora de juego. Los locales se llevaban todos los balones, daba igual en qué parte del campo, seguían terminando jugadas y solo el poste frenó las intenciones de Álvaro García tras recortar a un Martín al que le dio la tarde. Cómo de mala sería la primera parte albiazul para que al descanso, con un claro 2-0, lo mejor fuera el marcador.

Lo intentó Calleja después con Edgar, pero la voluntad del canario, un tanto pasado de revoluciones, se quedó en un buen disparo con la zurda desde fuera del área. La única llegada meridianamente inquietante de los albiazules en una segunda parte que transcurrió sin interés. Pasaban pocas cosas, pero si pasaban eran en el área de Pacheco, que repelió una falta lejana de Bebé y un remate de Fran García antes de que Isi perdonara el tercero. Sin hacer gran cosa, con el pie en el freno, el Rayo seguía siendo mucho mejor que un Alavés sin capacidad de reacción.

Y sin ninguna esperanza de encontrarse algo positivo aunque fuera sin querer. Así lo atestiguaban los cambios de Calleja, que parecía pensar ya en el partido del martes en Villarreal cuando relevó a Martín y Rioja. Otra oportunidad de redención, con la guadaña del descenso de nuevo en el cuello albiazul.

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