Decía el entrenador del Alavés, Luis García Plaza, que el fútbol nos devolverá lo que no nos está dando ahora. Pero no sé si era Jorge Valdano quien afirmó algo así como que «en el fútbol tener razón a destiempo es como no tenerla».

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Imagínense ... ustedes que por las circunstancias el equipo vitoriano entra en zona de descenso. Pues también entrarían los nervios. Como es costumbre en estos casos, se despide al míster. Y resulta que después de un mes cesado, el fútbol empieza a devolver lo que nos merecíamos o lo que nos había quitado antes. Primero, ¿qué cara se le quedaría al bueno de Luis viendo que el tiempo le ha dado la razón? Y segundo, suponiendo eso así, los daños directos y colaterales que han producido en el equipo y su entorno posiblemente sean irreparables para lo que restaría de campaña.

Pero no queda otra que tranquilidad, perseverancia, resistecia y creencia en eso de que no hay mal que cien años dure. Y en nuestro caso, lo que no podemos decir es eso de que la suerte se busca, porque por buscarla y merecerla no es. Claro que esos mensajes de tranquilidad en el fútbol son simplemente palabras que se las lleva el viento. Y si no, que se lo pregunten al presidente del Villarreal que viendo que la cosa no empezaba bien, mandó un mensaje de paciencia: «La gente debe estar tranquila». Y claro, qué mejor muestra de serenidad a la cuarta jornada que destituir al entrenador, Quique Setién.

Sanciones como penaltis o expulsiones no pueden medirse por el rasero que otras que no son definitivas

El problema que tenemos en el fútbol es que las partes, ciclos o periodos por los que medimos o valoramos las cosas no son muestras fiables. Porque ocho, diez o incluso veinte partidos, con sus circunstancias y casualidades caprichosas y fortuitas, no son datos o muestras suficientemente amplias como para considerarlos rigurosos, fiables o tendencia. Entre otras cosas, porque como casi todo lo medimos en porcentajes, los porcentajes para que sean una referencia fiable deben hacerse por cien. Esperemos que no tengamos que esperar tanto para tener razón.

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Pero volviendo a lo que nos ocupa, lo más reciente y sangrante, 'el penaltito' que nos pitaron en Villarreal, yo me pregunto: ¿Por un milímetro es o no es? Pues como siempre, según del lado que lo miremos. Pero esa no es la pregunta. La pregunta es que por qué tienen tanto castigo o por qué penaliza tanto el reglamento ciertas acciones que no van a ningún sitio, que no son decisivas o que no suponen ningún beneficio o perjuicio directo e importante a ningún contendiente.

Es desproporcional el castigo o la sanción respecto al pecado, culpa o infracción cometidos. Sanciones tan determinantes como los penaltis o expulsiones no pueden medirse por el mismo rasero que otras que no son definitivas. A estas hay que ponerlas en su contexto en la situación real. No puede ser una tarjeta roja a uno que rompe una pierna que a otro que le mira mal al árbitro. Ni es lo mismo un penalti en la esquina del área, de espalda a la portería y rodeado de rivales, que en un mano a mano con el portero. Moraleja, la culpa es del reglamento. Pero el reglamento somos todos y como todos somos tan conservadores, cualquiera dice nada al respecto.

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