Qué bonito fue mientras duró
El contraanálisis. ·
Ni mucha euforia en unos partidos ni indolencia en otros. Lo fácil es motivarse contra los grandes, lo difícil es contra el últimoSecciones
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El contraanálisis. ·
Ni mucha euforia en unos partidos ni indolencia en otros. Lo fácil es motivarse contra los grandes, lo difícil es contra el últimoConfirmado, dos más dos son cuatro. Ya dije en la previa del partido del Alavés contra el Barça que no sabía por qué dos más dos son cuatro, pero sí sabía que en el fútbol no siempre son cuatro. Y menos mal, porque si fuese ... siempre cuatro, ganarían los de siempre. Pero claro, ¿qué alavesista medianamente optimista no pensaba en el descanso del encuentro de Montjuïc que esta vez se iba a cumplir la excepción y dos más dos no son cuatro? Pero la realidad es tozuda y al final se suele imponer la lógica matemática.
Aunque siempre podemos decir aquello de qué bonito fue mientras duró. Más o menos 77 minutos. También se vino a confirmar esa otra teoría no escrita que asegura que en este tipo de partidos siempre se asegura aquello de que jugamos como nunca y perdimos como siempre. Visto lo cual, ahora se trata de saber si esta derrota ha producido daños colaterales en forma de lesiones o daños anímicos, ya que como quien dice fue reconfortante.
Yo creo que en cierta medida salimos un tanto reforzados al menos por lo que a la moral y la fe se refiere. Ya sabemos que estas visitas al dentista, que decía Joaquín Caparros, suelen dejar varias muelas extraídas en forma de goleadas humillantes, y por mucho rival que sea, siempre afecta a la autoestima y a la fe del goleado. Pero ojo, que los aspectos anímicos se gastan como se gastan los físicos. Y si en un partido de estos, muy emocionante pero que solo vale tres puntos, derrochamos fuerza moral, luego, cuando tengamos que jugar los menos motivantes pero más importantes, porque valen más de tres puntos, igual no nos queda nada.
Ni mucha euforia en unos partidos ni indolencia en otros. Lo fácil es motivarse contra los grandes, lo difícil es contra el último. Y ahí entra la gestión de emociones del vestuario, donde el equilibrio anímico es el estado ideal para competir. Se trata de convertir en rutina una actitud competitiva alta, pero ni más ni menos. Actitud que haga que siempre estemos activados y enchufados en un punto óptimo tanto para los partidos emocionantes, los importantes, los engañosamente fáciles y los de a vida o muerte.
Y del partido en sí me gustó el planteamiento del Alavés, que además confirmó lo que un servidor intuía el día anterior. Aunque hay que decir que contra el Barça no tiene mucho mérito adivinar el plan, ya que todos sabemos a qué juega. Estaba claro: defensivamente, un bloque bajo con dos líneas de cinco perfectamente coordinadas, basculando tanto en el sentido horizontal, a modo de los jugadores de un futbolín, y en el sentido vertical con movimientos tipo acordeón.
Algo muy gráficamente mostrado en las cámaras de televisión en su canal multicámara, donde se perciben los movimientos colectivos. Y ofensivamente, como no podía ser de otra manera, era cuestión de esperar sus fallos, robar y salir rápido al contraataque. O en su defecto, transiciones rápidas. Pero lo más importante de todo, sin rifar balones, dando un mínimo de pausa a la primera acción en la recuperación para dar claridad y continuidad a cada jugada. Y a partir de ahí, a correr.
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