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En Albacete habríamos querido ver al Alavés más tiempo como en la última media hora. Eso sí, con más actitud, entrega y corazón que juego y talento. Aunque a estas alturas de la temporada no le vamos a pedir mucho más. Y en este ... caso mostrar esa actitud no tiene mucho mérito, la necesidad obligaba, no quedaba otra si queríamos revertir el resultado. Claro que al final casi siempre achacamos los goles encajados a errores puntuales y, según algunos, incomprensibles.
En este juego, lo mismo que ninguna acción es igual a otra, ningún error es igual a otro. Por lo tanto, se trata de mejorar o perfeccionar conceptos tácticos generales que corrijan situaciones similares del juego más que desgastarse en corregir acciones puntuales, ya que éstas serán la consecuencia. Este juego funciona como la teoría del caos.
Viene a decir algo así como que el aleteo de una mariposa en la otra parte del mundo puede generar un huracán en las antípodas. Y para muestra un botón, el gol del Albacete. ¿Dónde estuvo el error? Algunos lo han achacado a Javi López, que estaba mal perfilado. Yo creo más en la teoría del caos. Comencemos la secuencia desde el inicio. Primero, pérdida nuestra e inmediata recuperación del balón por parte del Albacete a la altura de su área. ¿Podíamos haber evitado todo lo demás si se hubiera finalizado la jugada como sea, mandando el balón a la grada, por ejemplo?
Una vez el balón en posesión del rival, ¿no se pudo evitar que progrese aplicando eso que tan feo hace al fútbol, las faltas tácticas? O, mejor dicho, el anti-fútbol, que tan eficaz es muchas veces y a la vez tan feo y antideportivo. A propósito, el único culpable es el reglamento que lo permite. Sigamos la secuencia. Una vez imposible de evitar la progresión rival y viendo que el jugador del Albacete podía meter un pase filtrado a la espalda de nuestra defensa, ¿no se pudo hacer algo más para disuadir, impedir o tapar la línea de pase?
Sigamos, todavía quedaba un último fallo. ¿Por qué la última línea no estaba así, en línea? O sea, totalmente descoordinada, habilitando el fuera de juego al jugador que entraba del Albacete. A partir de ahí, ya solo quedaba que el bueno de Jesús Owono obrase un milagro. Porque cargar las culpas a Javi López porque sale retratado en la última foto no es justo.
Tirando de ironía, esta teoría se inicia con el pitido inicial, a partir de ahí se desencadena todo. Aunque si nos ponemos exigentes, al que de verdad yo echaría las culpas es al aspecto ofensivo. Ya que las continuas imprecisiones y la poca continuidad en el juego por aplicar excesiva verticalidad y velocidad a las combinaciones hacen que se pierdan muchos balones. Lo cual hace que la recuperación del rival nos provoque errores defensivos y peligro. Importante aprovechar esos mismos posicionamientos o apoyos ofensivos para que, tras pérdida, se puedan convertir al instante en defensivos; o sea, los importantísimos balances ofensivos-defensivos, lo de nadar y guardar la ropa. Nada fácil y, con el gol manchego, a las pruebas me remito.
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