Es tiempo de dudas para el Deportivo Alavés. Momento de reflexionar sobre el breve e infructuoso camino recorrido hasta ahora y todo lo que queda por andar. Momento también de valorar si la forma, la estructura del equipo, es la más adecuada para su cometido ... final. Hasta ahora, el equipo de Javi Calleja apenas ha arrojado certezas sobre el césped. El dibujo en torno al que se articula el equipo no es una de ellas.
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El madrileño es un entrenador flexible. Poco dado a las rigidez táctica y el escaso intervencionismo. Le gusta cambiar, probar nuevos planteamientos. Incluso durante un mismo partido. En ese sentido, no da excesiva importancia a la formación, al dibujo que sigue su equipo. Es solo un punto de partida para un juego mucho más variado y fluido. Hasta ahora, Calleja ha alternado entre el 4-3-3 -con ligeras modificaciones hacia el 4-2-3-1- y el 4-4-2. Por el primero apostó en las dos primeras jornadas, mientras que la revolución del partido contra el Valencia trajo también consigo un nuevo esqueleto.
Su planteamiento tiene un pilar claro: le gusta jugar con cuatro defensas. A partir de ahí, la flexibilidad es notable. También se lo permite la configuración de la plantilla. Cuenta con suficientes centrocampistas para jugar con tres por dentro, escalonados en forma de triángulo. Dos pivotes más posicionales como Pina y Loum y otros con más vuelo y diversas características. Ahí encajan Moya, Pons y Manu García. Dos jugadores de recorrido y piernas para asomarse al área rival y otro más técnico y con fútbol en sus botas.
El caso del asturiano es el más paradigmático de esa flexibilidad táctica. En este arranque de curso ha ocupado diversas posiciones en ambos sistemas. En el 4-3-3 ha sido uno de los dos interiores del equipo, siempre junto a Pere Pons, si bien su papel con la pelota le llevaba a abarcar mucha amplitud de campo. No era raro tampoco verlo más adelantado, en un rol de enganche que apenas se ha visto en Mendizorroza en los últimos tiempos. Incluso ha llegado a ocupar una altura similar a la del punta en tareas defensivas. Pero siempre con un denominador común: partiendo desde la zona central. Aunque contra el Valencia, ya con el 4-4-2 inicial, arrancó desde la banda izquierda. Un falso extremo pero con un rol muy similar a los primeros choques. Como todo el equipo, se mostró más apagado que en la prometedora primera parte ante el Real Madrid. Fue sacrificado en el descanso, con el duelo ya muy cuesta arriba, en busca de un juego más vertical.
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Ya durante la pretemporada el técnico buscó alternar ambos sistemas. Ninguno terminó de dar el resultado óptimo, si bien tampoco ofrecieron sensaciones negativas. El primero le otorgaba más opciones por dentro, más perfiles que le permitían controlar la posesión. Pero perdía por el camino la doble amenaza en punta y un sistema que ha dado buenos resultados al equipo durante las últimas temporadas. Por el contrario, el 4-4-2 le permitía redoblar la amenaza en ataque, pero a cosa de sacrificar una pieza en la zona ancha y desplazar a Manu García a una posición menos propicia para él.
La semana de trabajo sin Liga -que pueden ser dos en función de si se suspende el duelo ante el Villarreal- permitirá al técnico sumar más certezas a su paleta de colores. Tiempo también para encajar de la mejor manera posible las piezas sobre el tablero.
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