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El desgaste se cobra a sus víctimas de manera silenciosa y traicionera en el fútbol. Cualquier jugador puede disputar dos encuentros de máxima exigencia y tensión en solo tres días con aparente normalidad, pero someterlo a un ritmo tan asfixiante de manera prolongada puede acabar ... con un grupo fundido y agotado. Y lo que es más grave, bloqueado en el aspecto mental, cuyo reposo es más difícil de aplicar e interpretar. Algo similar le sucedió al Alavés de Abelardo en marzo, cuando encadenó tres derrotas y parecía sin respuesta. El propio técnico reconoció que había llevado a sus hombres al límite desde que se puso al mando en diciembre para luchar por la salvación. El efecto balsámico del siguiente parón fue incontestable y estuvo acompañado de un notable repunte en el rendimiento.
Desde su llegada al Alavés, Abelardo ha tratado de repartir los minutos con cierto equilibrio. Siempre ha tenido hombres casi intocables, como lo fueron el pasado curso Ibai, Pina, Laguardia, Ely, Duarte, Martín, Munir y Pedraza, pero ha intentado repartir esfuerzos cuando el calendario aprieta. Con el choque de mañana ante el Levante en el horizonte, que llega solo tres días después del duelo ante el Getafe, el técnico baraja sus cartas para atajar los efectos del cansancio a largo plazo sin reducir el rendimiento de su equipo.
El entrenador albiazul ya agitó algo la coctelera en los dos últimos choques, en los que introdujo a Ximo Navarro por Martín y Maripán, y a Sobrino por Guidetti, pero aún existen puestos en los que no ha rotado, como el centro del campo y las bandas. De manera paralela, algunos futbolistas observan una gran oportunidad para asomarse al escaparate del Pitu, e incluso para regresar a la dinámica tras una larga ausencia. Ese es el caso de Tomás Pina, quien ya ha colocado su contador a cero tras entrar en la última convocatoria. El manchego se ejercita con total normalidad desde hace días y espera contar con algunos minutos mañana, antes de entrar de lleno en la lucha por un puesto fijo tras el segundo parón de Liga.
En eso consiste el paciente plan de regreso del centrocampista, un hombre que debe ejercer de brújula y pulmón albiazul. El exjugador del Brujas, de hecho, fue el segundo hombre de campo con más titularidades del equipo vitoriano el pasado curso (28), solo por detrás de Rodrigo Ely (30) e igualado con Ibai y Munir. Imprescindible, vaya.
Al margen de que su regreso se hizo esperar más de lo previsto, su puesta a punto en el equipo se retrasó por la rotura muscular que sufrió en el bíceps femoral cuando la Liga echaba a andar. Pina, sin embargo, se siente ya listo para apuntalar un centro del campo que ya empieza a cuajar con un Brasanac solvente, un Wakaso centrado y un Manu García siempre listo.
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