Decía la diseñadora Coco Chanel: «El lujo es una necesidad cuando se acaba la necesidad». Y en esas estamos los alavesistas: nos habíamos acostumbrado al lujo de la Primera División y ahora lo echamos en falta como algo de primera necesidad. Pero hay que ser ... realistas: tanto en el fútbol -y mucho más si somos del Alavés- como en la vida, incluso haciendo las cosas bien, casi siempre se pierde más que se gana. El éxito no deja de ser una excepción. Y el fútbol no se termina en Primera. Y siempre se podrá decir aquello de 'fue bonito mientras duró'.
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Tengo que confesar que me entró cierta preocupación después de escuchar al presidente, Alfonso Fernández de Trocóniz, haciendo un ejercicio de autocrítica. Entonando el 'mea culpa', reconociendo fallos y responsabilidades; pero le faltó tiempo para insinuar culpabilidades señalando a terceros. A esos que son mudos o sumisos, como la pandemia y el vestuario. Que fácil es echar la culpa a los jugadores. La culpa o el error vienen de pensar que con ese modelo de gestión habíamos librado varias campañas. Y por culpa de aquello de «lo que funciona no se toca», resulta que cuando se quiso tocar ya era tarde. No hay peor cosa para hacer autocrítica o cambiar algo en el fútbol que las victorias engañosas. Y para rematarlo comentó que son conscientes de las críticas y el malestar de la afición, pero a la vez afirma con rotundidad que el modelo de gestión no se toca. Cuando es precisamente por eso el malestar de la afición, ya que eso condiciona todo lo demás. Como decía Einstein, «si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo»: o «la locura es hacer siempre la misma cosa esperando obtener diferentes resultados».
Además el presidente añadió: «Debemos construir economías alrededor del club para que nuestros ingresos aumenten y podamos construir plantillas más competitivas». Lo peor es que eso es una verdad a medias. No hay que descartar negocios paralelos, pero en lo que de verdad hay que invertir es en el verdadero negocio, el propio fútbol y lo que le rodea. Además de mejorar en patrimonio como instalaciones, estadio, ciudad deportiva, cantera, fútbol alavés... Y, por supuesto, cuidar el verdadero patrimonio de este club, eso que no cotiza en bolsa, el sentimiento albiazul, el alavesismo. Un intangible que garantiza seguridad y estabilidad institucional y deportiva. Este club debe ser más importante por ser querido que por los títulos conseguidos. Algo que se debiera considerar como una denominación de origen, un eslogan grabado en letras grandes en el palco y los videomarcadores de Mendizorroza. Y, evidentemente, para ser querido debe ser ejemplar y admirado por todos, tanto los incondicionales como aficionados pasivos y ciudadanos alaveses que ni les va ni les viene el fútbol, pero que admiran a la institución por su gestión deportiva, económica y sobre todo social. Eso sí que es inversión, eso es marketing.
La pregunta es: ¿Entonces quién es el club, qué club se quiere o qué es un proyecto futbolístico, una filosofía deportiva o una seña de identidad? Lamentablemente suele ser lo que la propiedad quiera que sea. En esto impera más la mayoría accionarial que la mayoría alavesista.
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