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Hace años que llegué a Vitoria invitado por Javier Añua para dar un empujón al baloncesto de la ciudad y enseguida me adapté. Para recordar mis primeros tiempos no necesito hurgar en mi memoria. Los vitorianos concertaban sus citas por el nombre de los bares. ... Quedábamos en El 7, en Dakar, en Río y si era más tarde en Canes, donde las cuadrillas poteaban y hablaban de fútbol. Después, el inolvidable frío. Eso era frio. En Landazuri caía una nevada, el Ayuntamiento hacia montones y hasta la primavera que se iba deshaciendo poco a poco. Mi tercer recuerdo es Mendizorroza, la grada que da al Estadio, la corriente que cruzaba de forma cruenta de norte a sur dejándonos helados. Allí vi debutar a Valdano, con sus piernas largas, el culote (así se denominaba al pantalón de deporte) corto y los pelos a lo afro, tal como era la moda. Lástima no haber leído nada de aquella etapa al más brillante comentarista deportivo del país.
De inmediato comprendí que el mayor, quizás el único en aquellos tiempos, signo de identidad de la ciudad era su equipo de fútbol. Su historia deportiva era errática, posiblemente más que la actual. El problema de los albiazules era de gestión. Pasaban diferentes presidentes que no sabían consolidar el club; escribo sin gran conocimiento de causa, parece ser que la Diputación tuvo que quedarse con el club y con sus perennes deudas. ¡Cómo podían abandonar el alma de la ciudad! Mientras el Baskonia crecía y crecía, los políticos presumían de ciudad por Europa. Como en cualquier familia, había que buscar una solución al hijo más desvalido. Total, que un avispado político llamó a la puerta del Baskonia ofreciendo lo que para ellos era proyecto envenenado e ingobernable. En silencio, con pocos ruidos, signo de identidad de la sociedad deportiva, el deporte de la ciudad caía en gente de reconocida solvencia en la gestión.
La repercusión del ascenso en la ciudad refleja la fidelidad de la población hacia su equipo de fútbol. Nunca el Baskonia podrá tener ciertas cosas tan peculiares como el canto que sale de las tripas futboleras, ese 'Bravo equipo albiazul...'
Tengo un amigo que cuando se achispa, antes o después canta el himno alavesista en su versión larga. En la actualidad, el hermano menor del Baskonia se agiganta, dinamiza la ciudad como no podemos hacer los del balón gordo. La dimensión del fútbol es tal que estoy seguro que le aportarán un buen puñado de euros para mantener la difícil misión de preservar el prestigio internacional del baloncesto. La pena, si hay alguna, es que por los derroteros que toma el fútbol, con la llegada del más crudo capitalismo, nunca se podrá aspirar a igualar el estatus europeo del Baskonia. Llegará la próxima temporada, el Baskonia luchará una vez más por títulos y el Alavés por mantener la categoría, pero nadie se enfadará con los jugadores. Después del empate a cero, el tema de conversación no será el frío en el camino de vuelta a casa.
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