Paco Galdos se enfunda la camiseta del Alavés en el Dolomiti, su restaurante italiano. RAFA GUTIÉRREZ

Todos somos Alavés | Paco Galdos, exciclista

Las mejores pizzas llevan esencia albiazul

Figuras representativas del territorio alientan al equipo albiazul en su pelea por el ascenso a Primera División

Martes, 2 de mayo 2023, 00:18

A Paco Galdos, segundo en el Giro de 1975, la pasión por el fútbol le brotó antes que montar en bici. Cuando se convirtió en profesional y los periodistas se acercaban a entrevistarle en la meta, la primera pregunta la hacía el ciclista: «¿Qué ha ... hecho el Alavés?», les consultaba. «A Simón Rufo, del As, le tenía frito». El alavesismo circula por sus venas «desde los ocho o nueve años», evoca el mito, cuando cada dos domingos bajaba de su Lasarte natal a Mendizorroza. Dos kilómetros y medio a pie con su amigo Pablo para ver al equipo aunque fuera los últimos cinco minutos. «No había pelas. Cuando abrían las puertas para salir, nosotros entrábamos».

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Con una memoria privilegiada que el sábado cumplirá 76 años, Paquillo recuerda el derbi suspendido con el Athletic en 1956 por exceso de aforo. «Nunca se me olvidará el dolor que sentía al estrujarme el estómago contra la valla. Por una vez que tenía entrada...». Porque lo habitual era que saltaran la tapia y se colaran o vieran los encuentros desde el Monte del Pico. «Del pino le llamábamos nosotros», corrige el protagonista, fascinado aún por el olfato goleador del 'Gerente' Caszely.

El delantero chileno del Levante fue la mayor expectación de la promoción por seguir en Segunda del 75 en la que Mendizorroza homenajeó al ciclista que acababa de conquistar el Stelvio aunque la maglia rosa se la quedó Bertoglio por 41 segundos. «Ahí ya me podía pagar el abono. Soy el socio doscientos y pico», proclama hoy con orgullo. «Le he visto jugar en Segunda, Tercera...». Baja el tono y susurra. «Hasta en Regional», se ruboriza. «Pero qué bonito está ahora el fondo. Les aplaudo», advierte con una sonrisa entrañable.

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Por diferentes motivos, nunca ha podido ser un asiduo. Primero por su carrera ciclista. Se retiró a los 33, «como Jesucristo», y montó el primer restaurante italiano de Vitoria, Dolomiti. Él elaboró aquellas pizzas que causaron fugor y lo siguen haciendo. Un éxito difícil de compaginar con el fútbol. «Ahora que estoy jubilado, ¿sabes de quién es la culpa? De la tele», achaca entre los horarios y la comodidad de verlo desde el sofá. Pero aún tiene coraje para desplazarse. «Busco alguna disculpa. A Pamplona, a comer espárragos. A Salamanca, a comprar jamón». Este año le divierte más el Baskonia. «Me gusta lo de aquí, pero con el Alavés sufro mucho». La salud le acompaña. «No me duele nada. Eso es lo jodido», carcajea. Solo padece por el sentimiento albiazul.

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