Salas de los Infantes (Burgos) lleva más de medio siglo luchando por mantener un censo superior a los 2.000 habitantes. A duras penas, lo logra pese a los múltiples casos de éxodo como el de Pacheta. Ya no reside, pero son 34 años siendo ... un visitante habitual de la localidad de la que brotan sus raíces y su forma de ser. Una esencia basada en la sencillez de la que no se ha movido ni un ápice desde que salió del pueblo y con la que trata de devolverle cada risa, cada primera vez y cada enseñanza de su infancia. «Es a lo que huelo», admitía en una entrevista reciente en Relevo.
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Allí nace y muere en el mismo momento José Rojo Martín, su nombre en el DNI. «Así solo me llamaba mi madre, pero murió. Por José no vuelvo ni la cabeza». Lo de Pacheta le viene de familia, pero le ha costado menos llegar a Primera que encontrarle explicación al apodo. Tan variopintos en lo que se conoce como España vaciada por el ensayo escrito por Sergio del Molino que podría ser hasta por un tejado.
Obstinado, metódico, trabajador y leal definen al entrenador del Valladolid, rival esta noche del Alavés en Copa, y a la mayoría de habitantes de la zona limítrofe entre Burgos y Soria. Unidas por una carretera Nacional que se recorrió una y otra vez con su Cirila. Con 18 años ya había conocido a la mujer de su vida, María Eugenia (natural de Quintanar de la Sierra, Burgos), y no le importaba recorrer 150 kilómetros diarios (jugaba en Lerma, a 50 kilómetros) para unir sus dos pasiones. Incrementadas ambas cuando sus 20 goles como centrocampista en Tercera le abrieron la autopista hacia al fútbol profesional.
Con 19 quiso seguir estudiando pero no había dinero. A los Pacheta nunca les faltó comida gracias a la crianza de cochinos y gallinas, labranza de la tierra y la labor de su madre como molinera en las que colaboró en lo que podía. Pero nunca tuvo la virtud de pedir mientras quedara otra opción, por lo que optó por trabajar como carpintero, primero en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) y luego en Quintanar, compaginándolo con su primera etapa en el Numancia.
Real Burgos, Marbella, Mérida, Espanyol y de nuevo a Soria, donde está empadronado y viven su mujer y sus hijos. Una carrera de más 200 partidos en Primera para un centrocampista con tanto recorrido que tenía olfato de gol. De joven no era el mejor ni de su pueblo, pero sí el que más luchó por lograrlo. «Siempre me di cuenta de que el que jugaba en mi sitio era mejor que yo», reconocía en 2021 en El País pese a ser el perfil de jugador que le encantaría tener siempre en su equipo.
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Tuvo dos momentos clave en su carrera. Cuando Camacho le lleva a Primera con el Espanyol, el vicepresidente tuvo que dejarle 200.000 pesetas para ir tirando. Luego llegaría Bielsa y en los solo tres meses que estuvieron juntos le reafirmó su creencia por un fútbol dinámico, vertiginoso y voraz. Pura intensidad, su único ideal.
Se retiró en 2003, se hinchó a conducir de noche a Zaragoza para sacarse el carnet de entrenador y en el Numancia fue haciendo pinitos. Primero director deportivo y finalmente entrenador durante 15 partidos finales en el año del descenso a Segunda. «Fue por la situación del club, no porque me lo hubiera ganado». Así se lo hizo saber luego el fútbol, hasta el punto de replantearse entrar a trabajar en una fábrica de puertas. Pero el olor a césped, a pueblo, era su motor.
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Salió antes de tiempo en Oviedo, Cartagena y Hércules. No despegaba tampoco con la selección de la AFE (Asociación de Futbolistas Españoles) y se fue sin familia a Polonia, Tailandia, Australia e incluso Estados Unidos con un inglés rudimentario. Sintió la misma soledad que los ancianos viudos de su comarca castellana. Tuvo la necesidad de regresar y aceptar otro encargo de bronce. El definitivo. Dos ascensos con el Elche, que le mandó de vuelta a su pueblo antes de entrenar en Primera. Pero ahora ya se lo había ganado.
En enero de 2021, dos equipos andaban con problemas. El Alavés se interesó por su situación; el Huesca le hizo una oferta. Pacheta no quería dinero, quería una oportunidad. Se amarró en la localidad oscense, exprimió una defensa de cinco y sacó al equipo del pozo. Le faltó pegada para salvarse. Un tiro al palo, pero estaba el Valladolid, a menos de dos horas de casa. Recién descendido, pero con plantilla para volver en cuánto antes. Lo ascendió a la primera. De forma totalmente distinta, con un fútbol de posesión.
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Su única doctrina es la de exprimir los pocos recursos con los que se ha manejado siempre y adaptarse a lo que le dan. Sabedor de la importancia del entorno del futbolista, se reúne anualmente con las convivientes de sus futbolistas. Principalmente mujeres, pero en casos como el lateral derecho Iván Fresneda (se le rifan los grandes de España e Italia), con sus padres. Así logra entender mejor al vestuario, y sacar lo mejor de cada futbolista. Hasta lograr así el resurgir de Sergio León, negado con el gol en las temporadas anteriores.
Lo dijo en Huesca. «A mí no se me escapa la oportunidad». Lo reiteró el pasado viernes tras perder contra el Madrid. «Que no se olviden los árbitros: que yo pagó sus errores y ellos no pagan los míos». Recuerda con nitidez lo costoso del camino que va de Salas, cuyo campo de fútbol lleva su nombre, a Valladolid. Con la misma naturalidad con la que pronuncia «y vuelta con la burra al trigo» para referirse al conflicto de las manos. Con el único alarde de su pasión y el sudor de su frente. Trabajó de carpintero y ahora tiene madera de Primera.
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El Valladolid hará cambios en Mendizorroza después del exigente partido disputado el viernes ante el Real Madrid, que dejó varios jugadores tocados. «Solo pensamos en el Alavés y volveremos a poner al equipo que creemos que va a ganar», zanja Pacheta. «Yo afronto cada partido con toda la ilusión del mundo y no hago rotaciones, aquí podemos hacer onces totalmente distintos con todos los futbolistas que tenemos, porque pueden jugar todos», precisa el técnico blanquivioleta, que ensalza las virtudes del rival.«El Alavés es muy buen equipo; los equipos de Luis García Plaza juegan bien, tienen automatismos y son agresivos con balón. Va a ser un partido muy interesante, muy bonito para el espectador».
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