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Raúl Alústiza
Lunes, 12 de diciembre 2016, 22:32
Ya sospechábamos que el derbi contra el Eibar no iba a ser un ejemplo de fútbol exquisito, pero tampoco que fuera tan primitivo, como así lo definió el técnico Pellegrino. Por un momento pesé que habíamos vuelto al pasado, y en un banquillo se encontraba ... Blas Ziarreta y en el otro, Manix Mandiola. Son de esos partidos que solo hacen afición a los propios aficionados, porque si preguntamos a los escépticos del fútbol o imparciales e inocentes espectadores que lo sufrieron, no dirían lo mismo. Pero desde el sentimiento Albiazul, y sin mirar más allá del empate, a mí me supo a gloria. Lo siento por los que lo vivieron como simples espectadores, otro día será. Aunque también hay que decir que el fútbol mientras contenga la intensidad competitiva, la estrategia del juego y la incertidumbre del resultado, siempre tendrá su parte atractiva, entretenida y estética.
Porque estético y atractivo es el esfuerzo y la disciplina de los jugadores viendo cómo se emplean en cada acción, aplicando todo el repertorio de gestos, esfuerzos, posturas, carreras, etc., para dominar o recuperar el balón. Estético es el rigor y la disciplina defensiva, y admirar cómo se tira el fuera de juego o se achica el campo con una línea perfecta, sabiendo que es una acción con una dificultad de sincronización colectiva grandísima. Estéticas son las estrategias y contra-estrategias que los entrenadores plantean. Y lo más estético y bonito es ver un derbi como el del domingo, con dos aficiones sanas, que animan a sus equipos con la alegría y el respeto que el fútbol se merece.
En lo futbolístico, hay que reconocer el increíble trabajo de presión de nuestros delanteros, principalmente de Santos y Toquero. Creo que batirían el récord de kilómetros recorridos en un partido. Sigo echando en falta en el inicio del juego ese atrevimiento para dar el primer pase entre líneas, porque a partir de ahí se encadenan los demás. De esta manera, podríamos haber tenido alguna opción ofensiva más. Pero había tanto miedo en perder el balón, que solo realizábamos despejes orientados, pero ellos son los especialistas en las caídas o rechaces. Creo que se desaprovechó la presencia de los dos delanteros típicos, Santos y Toquero, que estaban como locos por entrar en el área y rematar todo lo que se moviese. Hubiera bastado, una vez cruzado el medio campo y sin muchos miramientos, con asistirles una docena de balones al área.
Los jugadores estaban más preocupados por las obligaciones que por las posibilidades. Es lo que tiene ser riguroso y disciplinado, que cumples estrictamente con las pautas o funciones asignadas en las estrategias planteadas por el entrenador, pero se te escapan otras posibilidades, alternativas y soluciones que van surgiendo por el camino. Coincide Pellegrino con la definición de inteligencia que dan los psicólogos, entendida como capacidad para adaptarse a situaciones nuevas. Un equipo es inteligente si sabe adaptarse a las circunstancias.
Otro asunto que considero relevante es la rajada del preparador del Valencia, Prandelli. Un entrenador-bombero, que antes del partido apaga el fuego con gasolina y, después, aplica la lógica, extintor de CO2, que son los aconsejables en fuegos eléctricos. Antes del partido quiso estimular a sus chicos faltándoles al respeto y después dándoles cariño. Y apagar un fuego con gasolina es dar ideas a esos descerebrados que después de la derrota contra La Real estuvieron esperando a la salida del entrenamiento a sus jugadores para aplicarles alguna peligrosa penitencia que justifique la rajada de Prandelli. Cómo gustan esos discursos donde se señalan culpables. Eso hace que nos liberemos en parte de esa cierta culpabilidad que sentimos cuando el equipo no va bien.
Es curioso lo del Valencia. Resulta que todas las temporadas cambian de entrenador, jugadores y junta directiva. En esta ecuación, estos tres factores son los que siempre varían, y hay otros dos que siempre se mantienen, la afición y los medios de comunicación. Yo me pregunto si no tendrán algo que ver estos dos factores fijos de la ecuación para que el resultado siempre sea el mismo. Evidentemente, hay paradigmas deportivos y sociales que son como doctrinas intocables, y precisamente son esos factores de la ecuación los que nunca se suelen tocar. Por ejemplo, hay mensajes como el de que nunca hay que matar al mensajero aunque el mensajero nos mate a todos; al cliente siempre hay que darle la razón aunque no la tenga, o la afición es soberana aunque se equivoque.
Yo creo que un poco de eso que tanto se suele exigir a los jugadores, autocrítica y humildad, nos vendría muy bien a todos tanto en Valencia como en el resto del mundo para ser coherentes con los proyectos y no generar expectativas inalcanzables que lo único que aportan son decepciones tras decepciones, echando siempre la culpa a los demás. Un buen ejemplo, el Eibar.
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