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elcorreo.com
Sábado, 22 de octubre 2016, 17:16
«Madre mía, madre mía», clamaba desesperado Deyverson después de ver la cartulina amarilla poco antes del descanso en Anoeta. El colegiado no dudó en mostrarle la tarjeta tras un salto con Illarramendi, que se llevó las manos a la cara. El lance no pareció demasiado duro por parte del delantero albiazul, que luchó sin descanso para hacer la vida imposible a los defensores y al guardameta de la Real a la hora de sacar el balón jugado.ç
El ariete, que vio la cuarta amarilla de la temporada y está solo a una de la sanción por acumulación, volvió a entregarse sin descanso durante la primera mitad de Anoeta, que le resultó muy ingrata por su imposibilidad de crear ocasiones de gol. Las más claras, de hecho, estuvieron en manos de su compañero Edgar. El extremo lo intentó en los primeros compases del duelo, con un cabezazo que se fue por poco a la derecha de la portería de Rulli. Tras el tanto de Xabi Prieto, además, el canario tuvo un disparo claro en su pierna derecha que desvió el meta argentino. Camarasa lo intentó en el rechace, pero se marchó fuera.
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