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josé ángel martínez viguri
Miércoles, 20 de enero 2016, 21:41
Campeón de invierno; el mejor entre veintidós, según dicta la clasificación cuando la Liga Adelante llega a su mitad. Líder a mediados de enero. Contra pronóstico, para contrariar a los incrédulos y asombro de rivales, el Alavés encabeza la Segunda División a paso de carga ... después de veintiún semanas de batalla a pecho descubierto y a otro tanto de culminar la conquista, pues a ella se ha entregado en cuerpo y alma la tropa de José Bordalás. El ascenso, tan cerca como lejano, es un desafío mayúsculo, pero también una palabra de uso prohibido en Mendizorroza, no vaya a ser que por mentar la bicha se frustre y se escurra por el sumidero de las ilusiones.
«Nadie creía en pretemporada que esto iba a ser así». Alberto Garmendia (Zarautz, 1956) sabe de ello, aunque se asocia al bando de los sorprendidos por el buen hacer del conjunto babazorro. Portero del Alavés durante seis temporadas (1974-80), de cuando al equipo se le conocía por el Barcelona de Segunda, y más tarde preparador de guardametas, en su segunda estancia vivió desde dentro, en la caseta y sentado en el banquillo, los dos últimos ascensos albiazules a Primera: en 1998 con Mané de míster y en 2005 con Chuchi Cos más el ínclito Piterman.
La mitad de los que luce en su palmarés la casa vitoriana en 95 años. El primero de los cuatro saltos de categoría se remonta a 1930, en tiempos de Ciriaco y Quincoces, y el segundo, a 1954, con Primi y cía. Pero el paisano del Chopo Iribar no está ahora ni para atajar pelotas ni para desempolvar hemerotecas, sino para hablar de presente y confiar en el futuro. Para encariñarse con este Alavés como aficionado. EL CORREO le ha pedido su punto de vista sobre lo que percibe en el césped, tanto desde la tribuna como frente al televisor.
«Trajo a su gente de confianza y el tiempo y el trabajo le han dado resultados y la razón. Un entrenador nuevo y un equipo nuevo hacen más meritorio este liderato contra la opinión de muchos que criticaron su diseño. Tiene mucho mérito». Frente a la veraniega y envenenada tesis del amiguismo del míster con sus ex, Alberto Garmendia pondera el ojo clínico y la complicidad con sus pupilos de un técnico que puso sobre la mesa sus fichajes, en consonancia con el criterio de la dirección deportiva de Javier Zubillaga, y no le han defraudado, como tampoco han chirriado al graderío. En agosto se cuestionó el DNI de varios y, aunque queda otro tanto de Liga y quién sabe qué puede acontecer entre medias, «el compromiso» de los jugadores escapa de cualquier discusión.
Experiencia y físico
En su condición ya de jubilado del fútbol profesional, aunque lo vive y lo defiende como observador y crítico, a Garmendia no se le ocurre enredar en la edad de la plantilla del Alavés. Sería feo por su parte. Respetuosamente se queda pues con que «la experiencia es un grado, sin duda». ¿Y el físico? Esta ya es otra cuestión, pero la prudencia aconseja no dudar del fuelle y las piernas albiazules mientras no gripen, y no es el caso de momento.
«Sintonía». El exportero guipuzcoano entona la palabra mágica casi por boca de Pelegrín y Juli, con los que comparte de vez en cuando confidencias entre viejos conocidos que coincidieron en el Rayo Vallecano de Pepe Mel. «A mí me dicen que hay muy buen ambiente en el vestuario, que la gente trabaja por igual, juegue o no, que es un grupo unido; lo primero de todo en un equipo», entiende el asistente técnico. Sin ánimo de comparar, porque no se trata de ello, en absoluto, a Garmendia le recuerda este Alavés implicado a aquel otro de Mané que almorzaba tortilla de patata y pinchos tras el entrenamiento de los viernes y antes de pasear los días de partido por la Segunda.
Como también es un axioma irrefutable, expone, ese que defiende el «empezar la casa por los cimientos». Llevado al fútbol es lo mismo que sentenciar que «se ha acertado con el portero» en la construcción del Alavés 2015-16. Con Fernando Pacheco en este caso, y no es tarea sencilla dar con un guardavallas de altura. Alberto Garmendia tiene puntería para adivinar los buenos cancerberos, ojo de cazador. Como para no tenerlo. Entre manoplas anda el juego. Las suyas también se desgastaron entre Salamanca, en Primera y con el argentino DAlessandro de compañero de fatigas, Albacete y Huelva.
Aquí al lado, en Agurain-Salvatierra, donde reside el zarautzarra desde que regresó de Vallecas de echar una mano a Pepe Mel, debutó Fernando Pacheco de albiazul en un amistoso de agosto: 0-0 contra la Selección AFE. «Me encantó desde el primer día. Domina todos los fundamentos de un portero y viene de donde viene», del Real Madrid. «Ya en sí es una garantía plena». Con el extremeño en la red, «no hay nada por lo que temer», aventura Garmendia, quien llega a preguntarse cómo fue posible tan rutilante incorporación por tres años. Quizás el teléfono móvil y el poder de convencimiento de Bordalás tengan algo que descubrir al respecto.
Una defensa intocable
Y eso que la primera versión del remozado Alavés «generó algunas dudas en defensa», confirmadas con una tacada de goles en contra en los doce primeros encuentros, a más de uno de media. «Pero se veía que había mimbres en la plantilla, que el arreglo defensivo era solo cuestión de tiempo y acoplamiento», argumenta hoy Garmendia. Y así fue. Desde que encajaron las piezas, casi siempre actúa el mismo cuarteto, «toda una ventaja y también un inconveniente», pero mientras Carpio, Laguardia, Pelegrín y Raúl García «lo hagan tan sincronizados, para qué cambiar. La defensa, ni tocar. Los automatismos y la confianza entre unos y otros evitan ya no solo remates o goles, sino que los rivales te hagan ocasiones», desmenuza quien tantas tardes se tuvo que entender con los que le protegían. «Saben lo que tienen entre manos. Es básico».
«El Alavés es muy fiable», resume a lo grande el que fuera portero crecido en la playa de Zarautz. «Sabe a lo que juega, guste o no su fútbol, directo y vertical más que combinativo, y si está primero en la clasificación es porque se lo merece. Nadie se lo ha regalado», concreta Garmendia. Pero con todas las virtudes que contiene, al centro del campo, aunque «laborioso y también muy trabajado en defensa, quizás le falten recursos en ataque. No termina de sacar, de enlazar, de jugar...». Y he aquí, para la organización y el orden, donde demanda «algún refuerzo» de inmediato.
Como también los veía necesarios por exigencia competitiva para otras parcelas, como la cubierta ayer con la contratación del extremo diestro Dani Abalo. «Con 11, 12 o 13 jugadores no aguantas toda una Liga como esta. El entrenador ya ha solicitado fichajes varias veces. La Segunda se hace muy larga e imprevisible. Tienes que gestionar muy bien los esfuerzos, los minutos, las bajas formas, que las habrá... Necesitas de todos. Y no hay que olvidar que por suerte el Alavés no ha tenido lesiones; no es normal», tercia el obsevador que fue cancerbero.
Tres claves innegociables
«¿Y Toquero?». A Garmendia no le sorprende en absoluto el descomunal despliegue futbolístico del delantero vitoriano, una de las sensaciones. «Salvando las distancias, está haciendo en el Alavés lo mismo que hacía en el Athletic cuando jugaba. No pasas seis años en Primera si no tienes más virtud que la de solo correr», dice del goleador albiazul. «Gaizka es un futbolista entregado, con buenos fundamentos técnico-tácticos. No se le puede negar su inmensa capacidad de trabajo, su afán... Además, se ha integrado de maravilla y se le ve feliz. Es un referente en Segunda, un ejemplo de humildad para muchos». Vamos, que si se diera el caso de calzarse de nuevo los guantes, estaría encantado de desafiar al de Ariznabarra en un mano a mano. Portero contra delantero.
«Hay que seguir así, con confianza en el trabajo bien hecho», anima Alberto Garmendia a un Alavés al que aconseja también desde la modestia que sea fiel a su «identidad» en la segunda parte del campeonato. Que se concreta, resume, en tres cuestiones innegociables: «trabajo, compromiso y efectiidad». No parece que el Glorioso vaya a decaer ni renunciar a la competividad que le ha inoculado el entrenador.
Mayor amenaza
«Los rivales van a despertar», avisa el técnico guipuzcoano justo cuando se quebró la racha albiazul de ocho partidos sin perder. «Más de uno va a espabilar. La Liga no será un paseo» y el Alavés se ha convertido ya en el enemigo de todos. «Se lo tiene que creer, confiar en lo que hace, pero al mismo tiempo no puede caer en la euforia o la soberbia», aconseja Garmendia desde la experiencia de cientos de partidos y decenas de desenlaces de dispar suerte.
Está seguro a pies juntillas de que el equipo vitoriano «va a estar ahí», que es lo mismo que decir que o subirá directamente o peleará por una plaza a Primera en el play off. No le ve desfallecer en el intento, o es lo que desea de todo corazón como alavesista que se siente. «Es un equipo fiable», repite Garmendia. En junio tocará guiñar a la Virgen Blanca o lamentarse en privado. Ascender o quedarse. Él, desde el banquillo de Mendizorroza como preparador de porteros, ya subió dos veces entre 1998 y 2005. «El Alavés se merece volver a Primera», proclama uno de los suyos a modo despedida. «El ambiente en el campo es fantástico».
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