Juan Ramón López Muñiz ha cumplido con su parte. Aceptó el reto de salvar al equipo y lo ha conseguido. Es, de hecho, la única pieza de todo el engranaje albiazul a la que no se le puede reprochar nada esta temporada. Pero eso ... no le garantiza su continuidad en Vitoria. Firmó un contrato de dos semanas, que expira mañana, sin ninguna cláusula de renovación automática en caso de permanencia. «Vine pensando que eran quince días. No quiero pensar más. Para mi no era patata caliente, sino una oportunidad. Y el que dijera que no, está loco perdido», dijo el técnico asturiano tras sellar la salvación en el Benito Villamarín, «agradecido por disfrutar de este equipo».
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Agradecido también el club, que aprecia su valentía para aceptar el reto en un marco contractual atípico. Y valora su predisposición, compromiso y trabajo en un momento delicado que exigía más labor psicológica que táctica. Muñiz se ha mostrado como un gran gestor de conflictos. Apagó el fuego del vestuario. Pero eso no le vale para ocupar la 'pole' en la carrera por el banquillo del próximo proyecto albiazul. El Alavés, satisfecho con sus servicios, no descarta su continuidad, pero la realidad es que no figura entre las primeras opciones. Es la bala en la recámara.
El propósito inicial pasa por limpiar la cabeza y dar carpetazo a una temporada irregular que concluyó con éxito tras una agonía innecesaria. Un éxito para la reflexión, eso sí. Para la autocrítica. Para aprender de los errores que se han cometido. Desde la dirigencia hasta los jugadores, los responsables últimos de lo que ocurre en el terreno de juego. Pasando, obviamente, por una dirección deportiva que no acertó a equilibrar la plantilla, y el banquillo, donde Asier Garitano no terminó de hacerse con las riendas de un equipo intermitente y bipolar.
El entrenador debe ser la primera pieza de la regeneración. Y Muñiz no es el plan A. Posiblemente no es ni siquiera el B. Se busca orden y jerarquía en el vestuario. El espacio donde falló Garitano, un trabajador empedernido y obseso de la táctica que perdió el compromiso de los suyos tras el parón. A partir de ahí, renovar también la ilusión del equipo. Nadie es indiscutible en un club vendedor. Todas las piezas son susceptibles de cambio.
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Mañana acaba la temporada, que dará paso el lunes a la toma de decisiones en una plantilla superpoblada –32 jugadores con contrato–. Con el hándicap del tiempo, menor que en otras renovaciones estivales. Apenas tres semanas para la vuelta a los entrenamientos. Se avecinan días movidos en Mendizorroza.
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