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Un lunes en la oficina después de unas largas vacaciones es una perspectiva bastante más atractiva que enfrentarse al Atlético de Madrid. Tanto en lo estético como en lo productivo. No sólo para el Alavés, es cierto, aunque la historia reciente dicta que aún más ... para los albiazules. Saturados ya de decepciones ante el conjunto colchonero desde el regreso a la máxima categoría en 2016, mañana espera otro reto en Mendizorroza. Dos puntos sumados de 18 posibles y un solo gol a favor en seis duelos disputados hasta ahora. Una montaña por escalar. De nuevo escarpada y ante un rival en racha. Con una escuadra vitoriana necesitada de puntos para alejarse de las posiciones comprometidas y tratar dejar atrás el sinsabor de la goleada encajada en el estadio de la Cerámica.
Para contextualizar las dificultades que entraña para el Alavés medirse a la escuadra de Diego Simeone basta un dato. Hace 1.163 días que el equipo albiazul no marca un gol frente a los rojiblancos. Sí, 1.163 días del único grato recuerdo de los duelos recientes entre ambos equipos. Aquel 21 de agosto de 2016 en el que entonces cuadro de Pellegrino regresó a la Primera División en el ya derribado Vicente Calderón. El tanto de Manu García en el descuento, con una derechazo desde fuera del área, que sirvió para firmar el 1-1 y estrenar la Liga con una sonrisa.
Hay otra realidad que habla de la dureza de los enfrentamientos ante el Atlético. El Alavés ha sido capaz de batir a todos los rivales de Primera a los que se ha medido durante tres temporadas consecutivas en la máxima categoría, excepto a la escuadra del Wanda. Por ejemplo, al Barcelona en el tercer partido del primer ejercicio en la categoría (1-2) y la pasada campaña al Real Madrid (1-0). También ha logrado éxitos reciente puntuales frente a otros equipos habituales de la zona noble como Sevilla o Valencia, igual que ha sucedido en todos los derbis vascos. La astilla que siempre se cruza en la garganta alavesista tiene nombre: Atlético. Mañana llegará la séptima oportunidad de expulsarla.
Un rival al que, normalmente, el adjetivo de sólido se le queda corto. Una barrera de solidaridad futbolística muy complicada de superar. Cuando, en ocasiones, surge alguna grieta, allí está Jan Oblak, el portero esloveno que acumula intervenciones de dibujos animados. La penúltima, el sábado ante el Athletic en un cabezazo de Iñigo Martínez. Paradas que cambian partidos. El muro de las lamentaciones de muchos rivales.
Las cifras revelan las complicaciones de anotar ante los rojiblancos. Nueve veces ha dejado la portería a cero en los trece partidos oficiales que ha disputado. Real Sociedad, Eibar y Valencia son los equipos que han logrado marcar al Atlético en la Liga. Cinco goles entre los tres. Los demás se fueron por donde vinieron. Preguntándose dónde están las llaves de la meta de Oblak.
Como le ha sucedido al Alavés en los últimos cinco duelos. Ni siquiera la primera temporada del regreso, tras un gran partido en Mendizorroza (0-0) consiguió anotar. Un año más tarde llegarían dos derrotas ajustadas (1-0) y (0-1) y la pasada campaña, pese al gran trabajo alavesista en el campeonato, unos sonados (3-0) y (0-4).
Después de tres partidos sin marcar, el Alavés suma ahora cuatro consecutivos viendo portería (Mallorca, Valencia, Celta y Villarreal). En plena explosión goleadora de Lucas Pérez, que mañana aspira a igualar a Wilson como único jugador alavesista que marca en cinco partidos consecutivos en la Primera División. No se trata, a priori, del mejor partido para afrontar un récord. Aunque el gallego atraviesa uno de esos estados sublimes donde un delantero puede marcar hasta de rebote.
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