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Iñigo Crespo
Martes, 5 de diciembre 2017, 18:08
Si el Alavés figura entre los 17 primeros clasificados cuando la Liga eche el cierre en mayo, todo el mundo lanzará su mirada al encuentro de anoche. Cuando su imagen había palidecido tanto que empezaba a asemejarse a un cadáver y con toda la fuerza ... de la poderosa inercia en contra, el equipo vitoriano se liberó durante media hora de todos los males que lo conducían de forma irreversible hacia Segunda División. En ese tiempo, tan fabuloso como irrepetible, los hombres de Abelardo recordaron los fundamentos más básicos del fútbol, esos que habían desterrado durante más de tres largos y tortuosos meses de competición. Pero ni siquiera esa tenue luz que nació cuando la esperanza se agotaba habría servido para lograr una gesta incalificable. La noche de Montilivi necesitaba un héroe. Y entonces surgió Ibai.
El extremo bilbaíno había sido engullido por la epidemia de apatía y confusión que sufría el Alavés al completo durante el tramo inicial de la segunda mitad. El conjunto albiazul había perdido su corazón y su alma, noqueado por el doble golpe que encajó con los goles de Stuani y Juanpe, que además retrataron a una defensa de papel. Ni siquiera cabía el pretexto de culpar a la fortuna por un rebote envenenado, un fuera de juego no señalado, un bote traicionero o cualquier otra fatalidad que había invocado el equipo albiazul en los goles que había recibido hasta la fecha. Stuani volvió loco a Alexis en la jugada de la primera diana y Juanpe aventajó en cuatro metros a Maripán en la segunda, a la salida de un córner. El lastre moral, por lo tanto, resultaba casi insoportable a 28 minutos para el final.
Pero cuando más hundido estaba el Alavés, grogui y con el partido perdido, el Girona se detuvo a pensar y a mirar pasar el tiempo en lugar de firmar la sentencia casi definitiva al colista de Primera. Es probable que ni siquiera los catalanes imaginaran un escenario más apacible y favorable ante un adversario que ni siquiera había llegado a intimidar en todo el encuentro. Y ese inexplicable cortocircuito fue el mínimo resquicio de vida al que se aferraron los vitorianos, al fin decididos a atacar la espalda de los carrileros rojiblancos con Pedraza, Burgui, Ibai y Munir.
El extremo cedido por el Villarreal, que saltó al terreno de juego en el minuto 70, zarandeó al Girona con un par de enérgicas arrancadas. Para cuando los de Pablo Machín despertaron de su letargo y se sacudieron de nuevo su pereza, ya había empezado la gran fiesta de Ibai. El bilbaíno alimentó la esperanza al aprovechar su propio rechace tras una cabalgada de Pedraza, lo que permitía soñar de forma tímida con rescatar un punto de un choque que hasta entonces se había parecido más a un ejercicio de impotencia que resultaba macabro e indigerible para los aficionados. Los más realistas, de hecho, se resignaban a un nuevo capítulo de nadar contra la corriente y quedarse a un palmo de la orilla, como sucedió por ejemplo frente al Eibar en Mendizorroza. Y, sin embargo, fue solo el preludio de lo que imaginaban los más acérrimos soñadores.
Ibai tenía ya en su extensa colección de recuerdos algunos momentos de puro lujo: decidió él solo la eliminatoria de cuartos de final de la Copa anterior en Alcorcón, donde saltó al césped en el minuto 88 y consiguió un doblete para el 94. Incluso se había llegado a convertir en un especialista en marcar a los equipos grandes, incluido el Barcelona en el Camp Nou la pasada campaña. Pero ninguna estampa se asemejaba siquiera a la hazaña que protagonizó ayer en Girona.
Cuando su energía parecía haber llegado al límite de su consumo, el vizcaíno firmó el empate, lo que suponía ya una proeza mayúscula, al convertir un penalti provocado por Pedraza. Y en el último segundo previo al pitido final, remató un servicio de Munir, quien probablemente siga a esta hora en Montilivi a la espera de que alguien recoja lo que queda de él.
Ibai recogió al límite el testigo de Nené, el último futbolista del equipo vitoriano que firmó un ‘hat-trick’ en Primera, aunque ni siquiera aquel sirvió para puntuar (3-4 frente al Getafe en Mendizorroza), y el de Viguera, autor del último triplete en Segunda (Sabadell, campaña 2013-14). Ibai y el Alavés lograron sin duda la remontada más épica del curso en la Liga, pero mantener calificar de anécdota a lo sucedido en Girona sería imperdonable, pues debería transformarse en el nacimiento del milagro de la permanencia albiazul.
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