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Los graderíos con estructura de madera marcaron los primeros años de Mendizorroza. AMVG

Un moderno barco de Teseo

Del campo primitivo apenas queda el terreno. Las sucesivas reformas derribaron los graderíos de madera o la mítica General hasta la fotografía actual

Natxo Viana

Historiador e investigador de la Universidad del País vasco

Miércoles, 17 de abril 2024

La leyenda griega del barco de Teseo se pregunta si un barco al que, tras sucesivas reformas, le son reemplazadas todas sus partes, sigue siendo el mismo o si, por el contrario, se trata de uno completamente diferente. Al igual que el barco de Teseo, ... Mendizorroza, objeto de tantos cambios a lo largo de sus cien años de historia, resulta en la actualidad irreconocible comparado con su aspecto original. Con todo, parece existir una esencia inmutable que afirma esa continuidad: un terreno de juego y, por supuesto, unas gradas para acoger a los aficionados que acuden a disfrutar ―y sufrir― con las actuaciones de su equipo.

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Mendizorroza cumple 100 años el próximo día 27 y durante ese siglo de vida ha sido testigo y reflejo de las profundas transformaciones que ha experimentado la propia Vitoria-Gasteiz. Lo que en su origen era un descampado en el extremo suroccidental de la ciudad es hoy un amplio complejo deportivo perfectamente integrado en su trama urbana. Por el camino, los 35.000 habitantes de esa «ciudad levítica» en 1920 se han convertido en los más de 255.000 actuales de una ciudad industrial y de servicios. Durante todo ese tiempo, Mendizorroza se ha consolidado incuestionablemente como el fortín del equipo de fútbol de mayor éxito deportivo y apoyo social de la ciudad.

Marcador simultáneo una tarde de fútbol de 1957. AMVG

Sin embargo, no fue siempre este el campo que acogió los partidos del Deportivo Alavés. El Polvorín Viejo, el desaparecido aeródromo de Lakua u otras campas cercanas a las Salesas, en las actuales Universidades, fueron asimismo escenario de algunas de las primeras actuaciones del equipo a inicios de los años 20, como explica Santiago de Pablo en su libro sobre el centenario del club. Al citado libro puede acudir el interesado en conocer más detalle las transformaciones de Mendizorroza, que se exponen aquí de modo más sintético. Durante esos primeros años 20, el equipo comenzó a jugar como local en un terreno propiedad del Ayuntamiento en el Paseo de Cervantes que terminaría convirtiéndose en el actual Mendizorroza. Aquel campo no pasaba entonces de mero descampado y carecía de instalaciones: los jugadores se cambiaban al aire libre, las sillas para espectadores eran tomadas prestadas del Hospicio y una cercana casa de arbitrios hacía las veces de taquilla. Ante esa situación, desde bien pronto surgieron iniciativas para construir «un amplio y dotado campo de football». En diciembre de 1922 se comenzaron a recaudar fondos y, tras algunas dudas respecto a su ubicación, se acordó que su emplazamiento definitivo fueran esos terrenos junto al Paseo de Cervantes.

Pese a no estar terminado, durante las fiestas de la Blanca de 1923 se jugaron los primeros partidos en el campo, pero fue el 27 de abril de 1924, víspera de San Prudencio, cuando se produjo su inauguración oficial en un amistoso en el que el Alavés se impuso 2 a 0 a la Sociedad Deportiva Deusto. Aunque se barajaron varios nombres para el estadio, finalmente se impuso el viejo topónimo de Mendizorroza, recogido ya en un documento de finales del siglo XV.

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Tras diversos cambios de titularidad, la propiedad del campo pasó al Ayuntamiento en 1949

Una dura posguerra

Las dificultades, principalmente económicas, no se hicieron esperar y en noviembre de 1932 la Caja de Ahorros municipal se convirtió en la nueva propietaria del complejo. En esta década el estadio fue escenario, además, de actos extradeportivos, como el Aberri Eguna de 1934, y también testigo de tiempos difíciles durante la Guerra Civil, cuando el Alavés tuvo que donar sus trofeos al Tesoro Nacional para sufragar los gastos de la guerra. A lo largo de los años 40 las instalaciones, ante las estrecheces de posguerra y la mala situación deportiva del club, se fueron deteriorando, de modo que en 1946 el complejo deportivo se encontraba en «una completa y total ruina» y a finales de la década se demolió el velódromo anexo. Con diversos cambios en la titularidad del recinto de por medio, en 1949 la propiedad pasó definitivamente al Ayuntamiento y en los siguientes años diferentes autoridades manifestaron su voluntad de reformar el campo.

La piqueta actúa sobre la General (1998), el estadio, sin cerramiento en las esquinas y la emblemática torre de Radio Vitoria. R. Villalón / AMVG / El Correo

Así, en la temporada 53-54 se procedió, tras treinta años y coincidiendo con un nuevo ascenso a Primera División, a la primera gran reforma. Esta consistió básicamente en la sustitución de las viejas tribunas de madera por graderíos de diez filas cada uno y en la construcción de una nueva tribuna en el graderío de Preferencia. Ya en 1951 se había erigido la torreta de retrasmisiones de Radio Vitoria, «el mejor sitio del mundo para radiar partidos», en palabras del afamado locutor radiofónico Matías Prats, y que se convirtió en un elemento icónico. Otras mejoras introducidas en la época fueron la ampliación del aparcamiento o la instalación de un sistema de megafonía y de un marcador simultáneo para conocer los resultados de los demás partidos de Liga.

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En 1959 tuvo lugar el suceso sin lugar a duda más trágico de los vividos en el estadio: la muerte de José Luis Zuaza Fernández, 'Cuchu', en un partido del C.D. Vitoria. Durante la década de 1960 el estadio fue objeto solamente de algunas modificaciones superficiales. En enero de 1962 se protegieron de la lluvia las gradas de General y Preferencia y en 1967 se sustituyeron las gradas de madera por otras de cemento. En junio de 1971 sí que se implementó una novedad sustancial: la iluminación artificial, que permitiría en adelante disputar los encuentros cuando se careciese de luz solar.

Entre 1960 y 1975 tuvo lugar la gran transformación que dio lugar a la Vitoria que conocemos hoy en día. La explosión demográfica, el éxodo rural, el proceso de industrialización y la expansión urbanística hicieron que la ciudad pasara de unos 70.000 a 170.000 habitantes en apenas 15 años. Se trató de acometer entonces una nueva remodelación del estadio que fuera acorde a este crecimiento. Según un informe interno, se pensaba acoger a 35.000 personas, todos en localidades cubiertas. Finalmente, esa reforma se llevó a cabo en dos fases, entre 1973 y 74, que dejó el número de localidades en torno a las 20.000. Con estas modificaciones, se derribaron las antiguas tribunas y se construyeron unas nuevas: primero la situada junto al actual aparcamiento y a continuación dos en los fondos llamadas Cervantes y Polideportivo, nombres que conservan en la actualidad. Se buscaba completar el perímetro, haciendo lo propio con la grada de General, pero finalmente el campo quedó asimétrico, sin las esquinas cerradas, con las tres gradas modernas y la vieja grada de General, donde las localidades todavía eran de pie y se conservaba el aroma a fútbol antiguo.

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Vista aérea del coliseo albiazul en la década de los ochenta. E. C.

A lo largo de los siguientes años, la cuestión del cierre de las esquinas del campo se reabrió periódicamente, sin llegarse a ningún acuerdo. Se barajó incluso entonces la construcción de un gran estadio nuevo en Asteguieta. En la temporada 77-78 tuvo lugar, para impedir el acceso del público al terreno de juego, la colocación de vallas, hasta que la tragedia de Heysel reveló la peligrosidad de este tipo de construcciones. De 1980 es el único cierre por sanción disciplinaria del campo, producido tras el lanzamiento de un objeto al árbitro en un partido de Copa contra el Valladolid.

De cara al curso 53-54, desaparecieron las tribunas de madera y se estrenó una nueva grada de Preferencia

Llega la modernización

En los 90, el estadio siguió sufriendo pequeñas reformas: en 1991 se mejoró la iluminación y en la 94-95 se rehabilitó la General, se arreglaron los vestuarios y se colocaron asientos en la tribuna principal, donde se instalaron palcos y cabinas de prensa. Los buenos resultados deportivos y el crecimiento de la masa social, sumados a la propia modernización y conversión del fútbol en un negocio global, hicieron que se plantease una nueva reforma del estadio. Esta vino animada además por el reglamento UEFA que obligaba a que todas las localidades fueran numeradas y de asiento. En la primavera del 98, finalmente se dio luz verde, impulsada por el consistorio, a la que sería la tercera gran, y hasta el momento última, reforma. El cambio más notorio fue el cierre de la célebre General y su sustitución por una nueva tribuna llamada Principal que, a diferencia de las otras tres gradas, carecía de columnas, y en la que se instalaron palcos y cabinas de prensa. Se produjo al fin el cierre de las esquinas, lo que permitió un mayor resguardo contra las inclemencias. Entre 1999 y 2001, se instalaron también las oficinas del club, cámaras de seguridad, megafonía, y videomarcadores, que venían a sustituir al mítico marcador manual que llevaba manejando el popular Donato desde la 45-46.

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Durante los siguientes años, el club vivió una edad dorada en lo deportivo, salpicada por algunos años irregulares y un nuevo descenso a los infiernos. De este periodo data el proyecto de museo del Deportivo Alavés sito en el propio estadio, lamentablemente frustrado por la instalación allí de la colección personal de obras de arte del entonces presidente Piterman.

El último proyecto de remodelación presentado por el club en 2016 ha quedado en el cajón del olvido

El estadio no volvió a ser objeto de intervenciones de calado hasta 2015, cuando se reformaron las zonas de prensa y palco y se sustituyeron los asientos por otros de color azul, lo que le otorgó un aspecto más homogéneo, hoy ya característico. En diciembre de 2016 tuvo lugar la presentación del último proyecto de reforma, que quedó momentáneamente aparcado, hasta que en fechas recientes ha vuelto a hablarse de reforma e incluso de construcción de un campo nuevo. Esta última etapa nos ha legado una imagen atípica, la de las gradas vacías durante la pandemia, incluyendo el día de la celebración del centenario del club. En estos últimos años también el estadio ha visto también el debut de otro equipo: el Alavés Gloriosas.

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En definitiva, a lo largo de este siglo, Mendizorroza ha acogido multitud de derbis vascos, ha recibido a los gigantes del fútbol español o a grandes equipos internacionales como el Inter de Milán, pero también, durante su paso por Tercera y Regional, ha visto enfrentamientos contra equipos como el Abetxuko o el Alegría. Durante el proceso, la afición ha permanecido fiel, acudiendo para animar a su equipo hasta convertir Mendizorroza en uno de los campos señeros del fútbol vasco y español. De cara al futuro, veremos qué nuevas transformaciones y, sobre todo, qué nuevas tardes de gloria le esperan a este barco de Teseo, el centenario estadio de Mendizorroza.

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