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Cuando el 27 de abril de 1924 el Deportivo Alavés inauguró su flamante nuevo estadio, este aún no tenía nombre. Durante algunos meses, la prensa siguió denominándolo genéricamente el 'Campo de deportes'. Esta anomalía hizo que el 1 de agosto de 1924 se publicara un ... artículo en 'Heraldo Alavés' titulado «Nuestro innominado Stadium». Iba firmado por 'Artzain', seudónimo que, para hablar de temas de montaña y de deporte en general, utilizaba Emilio Apraiz Buesa, arquitecto y miembro de una conocida saga familiar alavesa. Este texto subrayaba que, de todos los campos de fútbol conocidos, el del Alavés era «el único que no posee un nombre con que designarlo».
Tratando de enmendar esta ausencia, 'Heraldo Alavés' inició una encuesta entre sus lectores con propuestas para bautizar el campo «y, de todas las opiniones que desde estas columnas se emitan, escojan los dignos directivos del Club Deportivo Alavés la que les parezca más adecuada». El propio Apraiz fue el primero en dar su opinión, explicando que debía «huirse de inventar nombres nuevos, antes bien, lo más lógico y natural es imponer a nuestro campo el nombre que ha llevado siempre el lugar o terreno donde está emplazado. También podría asignársele el nombre de uno de los lugares circundantes».
Haciendo gala de un buen conocimiento de la toponimia local, Apraiz señalaba que el terreno de juego estaba limitado al norte por Mendizorrotz; al este por Mendizabal; al oeste por el camino del Mineral o Cidorra; y al sur por Salvatierrabide.
En cuanto al propio terreno donde estaba el estadio, en Vitoria se le llamaba 'El campo del Pasiego', pero se trataba de un nombre reciente, debido a que a una persona procedente del Valle del Pas (Cantabria) había instalado allí una granja. Sin embargo, «en las escrituras de las diversas compras y ventas de este terreno aparece con el nombre de 'Mendizorrotz', es decir, el mismo del llamado Monte del Pico». Por ello, Apraiz concluía que «Mendizorrotz es pues el verdadero nombre de este lugar». No obstante, reconocía que este apelativo era «demasiado largo y engorroso de pronunciar», por lo que no se atrevía a «proponer a Mendizorrotz para nombre para nuestro Stadium, aunque sería el rigurosamente exacto».
A partir de ese momento, comenzaron a recogerse diversas opiniones, todas ellas firmadas con seudónimos, algunos muy curiosos, como 'Xakafaltas', 'Erdeldun Bat' o 'Beste Erdeldun Bat'. Finalmente, se propusieron diez variantes. Dos de ellas eran en castellano: Campo de Deportes Alavés y San Vítor (en referencia al legendario santo de Gauna, que da nombre a una ermita situada cerca del puerto de Azazeta y que era entonces el patrono del Alavés). Otros eran neologismos en euskera para designar un campo de deportes: Gure-Landa, Kirolanda y Kirolokieta. Por último, la mayoría de los opinantes, como Apraiz, optaban por un topónimo de la zona, con diversas variantes: Sidorlanda, Zumaquera, Mendizorrozpe, Mendizorrotz y Mendizorroza. Hubo una propuesta más, procedente del diario deportivo bilbaíno 'Excelsior' que, con humor, propuso llamarlo 'Stadium de la Esperanza', pensando en un futuro próspero para el Alavés a partir de ese momento.
La encuesta, que tuvo lugar en plena Dictadura de Primo de Rivera, dio lugar a un debate en el que se mezclaron cuestiones lingüísticas e identitarias. El primer tema fue si el nombre debía ser en euskera o en castellano. Como acabamos de ver, la mayoría de los proponentes optaban por utilizar el idioma vasco, lo cual es lógico pues algunos estaban relacionados con el mundo euskaltzale o con el nacionalismo vasco. Era el caso del propio Apraiz o de 'Judizmendi', seudónimo que podría corresponder al futuro diputado del PNV y vicepresidente del Gobierno vasco en el exilio Francisco Javier de Landaburu.
Frente a estas propuestas, otros se preguntaban si, «porque este campo de foot-ball esté en Álava, tiene forzosamente que llevar nombre vasco ¿Es que forzosamente un campo de foot-ball tiene que ser llamado con un nombre euzkérico?». Ante estas preguntas, 'Judizmendi' respondió con argumentos relacionados con la identidad: «Deben respetarse los nombres toponímicos que caracterizan al suelo alavés; nombres hermosos y expresivos que les dieron nuestros abuelos en el idioma más antiguo de Europa. Si los alaveses han perdido su idioma y gran parte de nuestras características, no seamos tan abandonados como para perder una cosa que tan poco cuesta conservar como son los nombres toponímicos». De la misma opinión era otro lector, que incluso sacaba a colación el carácter del 'fútbol vasco', para defender que, «estando situado el campo dentro de nuestro País y teniendo en cuenta la personalidad que 'el fútbol vasco' tiene en el mundo entero», su nombre debía ser en euskera.
Este mismo aficionado criticaba a quien había propuesto la denominación de Campo de Deportes Alavés, no solo por ser en castellano, sino por no ser «original y sonoro». Pero, recogiendo su propuesta, se propuso traducir Campo de Deportes al euskera. Para 'campo', la lengua vasca contaba con 'landa' o 'zelai'; para juego o deporte, con 'joko', 'jolas' o 'kirol'. De estas tres opciones, rechazaba 'joko', por ser un préstamo del castellano, y 'jolas', porque se identificaba con los juegos de cartas. Por tanto, se quedaba con 'kirol', pese a ser un neologismo, pues se había generalizado, hasta el punto de que un periódico bilbaíno llamaba 'Kirolak' a su sección deportiva. Por todo ello, proponía como nombre para el nuevo estadio Kirol-Landa o Kirolanda. Alejándose de esta traducción, otro lector optaba por Kirolokieta, «palabra euskérica que significa lugar de los deportes».
Sin embargo, enseguida se vio que la mayor parte de la opinión se inclinaba por un topónimo asociado a la zona del estadio. Frente a Zumaquera y Sidorlanda (en referencia al Mineral), el debate se centró en la primera propuesta de Apraiz: es decir, Mendizorrotz. Pero el tema no estaba cerrado. Para empezar, quien firmaba con el seudónimo 'Erdeldun Bat' (es decir, 'El que no habla euskera') escribió que Mendizorrotz le recordaba fonéticamente a «ciertas fieras del género vulpes» (o sea, a un zorro). Le respondió otro lector, indicando que no era raro que a un hispanohablante Mendizorrotz le evocara ese animal: «Tu seudónimo justifica, pues, los chistes».
Además, algunos pensaban que no tenía sentido utilizar Mendizorrotz (literalmente, monte afilado, en referencia al Monte del Pico) para designar a un espacio deportivo llano: «Significando monte en punta, resultaba bastante absurdo que en la punta de un monte cupiesen un campo de foot-ball, tres pistas de tennis, un velódromo», etc. Ante esta tesitura, 'Judizmendi' propuso una nueva alternativa, modificando ligeramente ese topónimo para «hacerlo más eufónico, de más fácil pronunciación y sobre todo de mayor sentido». Su nueva opción era Mendizorrozpe, añadiendo el sufijo 'pe', que en euskera significa debajo. Según él, Mendizorrozpe ('Bajo el Monte del Pico'), indicaba bien dónde estaba el campo y además era «conforme a las leyes del euzkera».
Hubo más discusiones, referidas a la dificultad de pronunciar Mendizorrotz. Por eso, alguien que se ocultaba bajo el seudónimo de 'O.' escribió desde Bayona proponiendo que a ese sustantivo se le añadiera una «dulcificación alavesa»; es decir, que se simplificara para facilitar su pronunciación. En esta tesitura, un documento vino a acudir en ayuda de esa idea. El propio Apraiz escribió que un amigo, que era uno de los propietarios de los terrenos donde se había levantado el estadio, le había enseñado una escritura en la que ese término aparecía como Mendizorroza. Así, casualmente, se había llegado a la «dulcificación alavesa» que proponía 'O.', pues este nombre era más fácil de pronunciar.
Todavía se planteó aquí una nueva duda: ¿Mendizorroza y Mendizorrotz eran lo mismo? A esta pregunta respondió 'Judizmendi', explicando que, en efecto, se trataba de la misma palabra, añadiendo al final el artículo euskérico. En cuanto a la diferente grafía, explicaba que la 'tz' no se había empleado en euskera hasta tiempos muy recientes y que la lengua vasca no tenía una escritura unificada, por lo que era normal que en documentos antiguos apareciera como Mendizorroza.
Tras esta batería de opiniones, el 9 de septiembre de 1924 'Heraldo Alavés' decidió dar por cerrada la encuesta. Ahora era el propio Alavés, como propietario del campo, quien debía tomar una decisión, pero la Junta Directiva pareció no tener prisa. Hubo que esperar a la junta general del club, que tuvo lugar en la sala de quintas del Ayuntamiento el 4 de enero de 1925. En ella se presentó un escrito de setenta socios que pedían que el campo se llamara Mendizorroza. La Directiva asumió la propuesta, que «mereció el asentimiento de todos» los presentes.
De este modo, el campo del Alavés tenía ya el nombre con que ha llegado hasta nuestros días y que hace referencia al popular Monte del Pico, donde seguramente los lectores más veteranos han jugado de niños, antes de que fuera incluido dentro del complejo deportivo municipal situado junto al estadio. Este lugar tiene también su historia, pues cierta creencia popular asegura que el Monte del Pico -en realidad, un pequeño montículo, aunque tenga más altura que su 'primo hermano', el Monte de la Tortilla- es un cerro artificial fabricado con la tierra extraída del pozo que se excavó en la Plaza de la Virgen Blanca entre 1877 y 1881. Dicha empresa se abandonó sin éxito, al no encontrar agua, pese a perforar 1.021 metros de profundidad.
Sin embargo, el término 'Mendiçorroz' aparece ya en un documento de finales del siglo XV y vuelve a ser mencionado, con diversas variantes (Mendizorroz, Mendizorroza e incluso Picozorroz) en los siglos siguientes, por lo que es imposible que su nombre -vinculado claramente a la forma picuda del monte- se haya originado a finales del siglo XIX. Un estudio geológico publicado en 1998 confirmó que se trataba de «un pequeño cerro testigo del glacis que cubre el cuaternario aluvial de Vitoria, similar al vecino Monte de la Tortilla». Los cien años de historia de Mendizorroza enlazan así con una tradición muy anterior, lo mismo que la evolución del Deportivo Alavés refleja lo que han sido Vitoria y Álava en el último siglo.
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