A Luis Rioja (Las Cabezas de San Juan, Sevilla, 1993) no se le puede discutir el esfuerzo. Lo lleva tatuado en su historia personal. Hasta los 19 años compaginaba su pasión por el fútbol, en las filas del Cabecense, de la Tercera andaluza, con su ... trabajo de camarero en el Bar Conejo de su pueblo. La suya no es una formación balompédica al uso, aunque después haya pasado por las canteras del Real Madrid y el Celta. La pasada temporada, su primera en la máxima categoría, fue habitual en los planes de Asier Garitano (28 partidos, 19 como titular), pero no terminaba de parecerse al extremo desequilibrante que había llamado la atención en Segunda con el Almería.
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El propio jugador aludía al peaje de la adaptación. Aunque tiene también argumentos técnicos y tácticos. «Al defender más alto y tener un poco más la pelota llego con más fuerza y frescura al ataque, encaro más y busca la espalda del defensa, que es mi fuerte y lo que me gusta», apunta para intentar explicar el cambio experimentado esta temporada a las órdenes de Pablo Machín. Está, según su propia impresiones, en su mejor momento como albiazul: «se está viendo un Luis un poco diferente a lo que se venía viendo el año pasado».
Diferencias con la pasada temporada
Empezó como titular en el carril izquierdo –tres jornadas–. Con toda la banda para él y la consiguiente carga de responsabilidad defensiva, seguía sin emitir señales positivas en el capítulo ofensivo. «Cuanto más defiendes más agotado estás y menos fuerza tienes para atacar, eso es una evidencia, nos pasa a todos», esgrime. Los retoques tácticos de Machín le llevaron al banquillo –33 minutos en los siguientes cuatro partidos–, pero reapareció en el once en el 4-5-1 que sorprendió al Barcelona (1-1), con su primer gol en la elite, y repitió en el Ciutat de Valencia (1-1).
«Con mejores sensaciones que el año pasado», subraya. Con sus mejores minutos como jugador del Alavés. «Estoy en un buen momento de forma, me estoy adaptando bien al grupo», asegura. Y a esa versatilidad táctica que está imprimiendo el técnico soriano. Más suelto que con Garitano. La clave, a su juicio, está en la ubicación de la línea de retaguardia, más adelantada, lo que favorece su incorporación al ataque. «Más que el trabajo defensivo que puedas hacer, son los metros que tienes por delante. Si defiendes en tu propio área tienes ochenta, si lo haces en tres cuartos tienes cincuenta. Y la frescura se te va yendo un poco según vas avanzando».
Cuestión de confianza. Con la autoestima futbolística restaurada tras dos buenas actuaciones, acepta lo que le echen. También esa posición que se le atragantó un poco en el inicio liguero. «De carrilero fueron las tres primeras jornadas. En los dos últimos ha sido más como extremo, aunque contra el Levante, al quedarnos con uno menos, también fue más parecido a un carrilero. Me encuentro bien, me gusta hacer recorrido, ese espacio para correr y jugar a las espaldas. A lo mejor defensivamente puede costarme un poco más, pero trabajando mejoré en ese aspecto y también me gusta», explica.
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Adaptación táctica individual y colectiva. El Alavés de Machín muta en cada jornada. «Depende de los jugadores que estemos disponibles y de las característica del rival», explica Luis Rioja. «Tenemos las dos variantes muy bien trabajadas, casi todas las semanas entrenamos las dos por si durante el partido se tiene que cambiar de sistema y de táctica», precisa. En los últimos cuatro encuentros Machín ha utilizado cuatro dibujos diferentes: 'su' 3-5-2 ante el Elche, esquema híbrido en Valladolid –ataca de una manera y defiende de otra–, 4-5-1 frente al Barcelona y 4-4-2 contra el Levante. ¿Ante el Valencia?
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