La lógica de la primera prueba

En su primer boceto Asier Garitano dibujó un 4-4-2 un tanto desequilibrado por las características de las piezas elegidas. Más largo por la derecha, con Twumasi, más conectado al juego colectivo, aunque igual de precipitado. Más asociativo por la izquierda, con un participativo Javi Muñoz como desnaturalizado extremo izquierdo, con tendencia al centro, dejando el carril libre para las subidas de Saúl García. En el eje Pere Pons ejercía de brújula y Manu García se movía con mayor libertad ofensiva. En defensa, con Ximo Navarro en el lateral derecho, la novedad fue la aparición de Rubén Duarte como central, junto a Ely.

Con estos mimbres, el conjunto albiazul quiso apostar de salida por una presión alta. Discontinua con el paso de los minutos, mitigada por el calor y los condicionantes físicos del primer partido. Pero así llegó la primera ocasión, nada más empezar, fraguada en un robo de Demirovic y extraviada en la imprecisión de Twumasi, ya en el área. El propio jugador bosnio, peleón, culminó mal otro acercamiento poco después. Una notable declaración de intenciones que se fue diluyendo en el fútbol áspero de las pretemporadas, de ritmos intermitentes y pendiente de los chispazos individuales. El Alavés, serio y ordenado, no sufría, pero tampoco generaba.

Faltaba la claridad que puso Pere Pons para internarse en el área y servir un buen balón a Lucas Pérez, cuyo disparo fue despejado a córner por Urtzi Iturrioz. Acciones puntuales, como algún detalle de Javi Muñoz, para rescatar al duelo de una rutina que, bajo control vitoriano, transitaba básicamente por el centro del campo y se desfondaba en las orillas del área. Abocado al empate a cero al descanso, hasta que Demirovic aprovechó un servicio de Twumasi desde la banda derecha para inaugurar el marcador. No era un pase demasiado certero, pero la colaboración del portero local permitió al delantero bosnio marcar a portería vacía el primer tanto de la pretemporada.

En la segunda parte Asier Garitano puso en liza otro once completamente diferente. Lo normal a estas alturas. Minutos de rodaje, pero sin una carga excesiva. Toma de contacto. También con 4-4-2. Turno para fichajes como Luis Rioja o Joselu. Para la reivindicación de los Fuchs, Diéguez, el canterano Paulino, el recién llegado Tachi... Y para Adrián Marín, el primero en levantar la voz. Con un tanto de bella factura, culminado con un disparo cruzado tras internarse en el área en jugada personal. Buen nivel del lateral izquierdo, prácticamente inédito la pasada temporada, más allá del gol.

Un once irreconocible que se apoyó en las facilidades de un Leioa menguante para dominar el juego. Deslavazado todavía, pero con más alegría para aproximarse al área. Un tiro de Joselu atajado por el guardameta fue la siguiente oportunidad alavesista. El delantero procedente del Newcastle mostró ganas cerca del área. Y poco a poco, en ese escenario menos exigente, fueron apareciendo Jeando Fuchs, un pulmón de fútbol sencillo, Luis Rioja, tímido aún el desborde, o Paulino y sus apuntes de calidad.

Claro que esa alegría ofensiva también desgarró la seriedad defensiva exhibida en la primera mitad. Consecuencia directa. Un Alavés más anárquico. Más abierto. Un partido descarriado. Con más espacios. Sin riendas. Circunstancia que aprovechó el Leioa para acortar distancias por mediación de Álvaro Martín (m. 77), a pase de Abando desde la banda derecha. O Luis Rioja para recuperar la renta de dos goles en un remate de cabeza a portería vacía, después de que el portero local no acertara a despejar un latigazo que Fuchs estrelló en el larguero y quedó botando dentro del área. O Sota para castigar con el 2-3 final un error defensivo albiazul.

La lógica de la primera prueba. De principio a fin. Con sus luces: seriedad, orden, pretensión de intensidad y detalles individuales para la esperanza. Y sus sombras: la fragilidad de la segunda mitad o la discontinuidad en el juego. Demasiado pronto para las conclusiones.