Manu García pasó a la historia como el niño que saltó la valla de la General para disfrutar del Glorioso del otro lado. Jito Silvestre (Barcelona, 1980) hizo el camino inverso. Del césped a la grada. El delantero catalán ha vestido más de una docena ... de camisetas durante su carrera futbolística, pero sólo una se le quedó grabada en la piel. La albiazul. Hace ya una década, entre 2010 y 2012, jugó sesenta partidos y marcó 23 goles con el Deportivo Alavés en Segunda B. Hoy no falla ni un partido en el fondo de Polideportivo en Mendizorroza, donde acude religiosamente cada quince días con sus hijas.
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Un marcado sentimiento albiazul que, reconoce, nació «por las circunstancias». Cuando abandonó el equipo babazorro marcó sus últimos goles de bronce en el Eibar y el Sestao, dos equipos vecinos que le permitieron echar raíces en Vitoria. Donde han crecido sus hijas. Donde regenta dos negocios: el Bar Verode, referencia alavesista los días de partido, y el puesto de Aceitunas Jaras en el Mercado de Abastos. «Me adapté bien a la ciudad y después hicimos amistades con gente fanática del Alavés que me fueron transmitiendo ese sentimiento». Ahora vive el fútbol de «otra manera» en la zona de Iraultza. «Esa grada es una maravilla, el ambiente es espectacular», destaca Jito, que aún firma algunos autógrafos como exjugador del Alavés. «Pero cada vez menos. Alguna fotillo, alguna anécdota... Los más jóvenes ni se acuerdan».
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Él recuerda perfectamente aquellas dos temporadas: «La primera fue más o menos buena, jugamos play off pese a algunos problemas económicos. La segunda, cuando entró el Grupo Baskonia, fue más calmada a nivel social, pero deportivamente fue un desastre». Le queda «la espinita» de no haber ascendido con el Glorioso, pero está eternamente agradecido por aquella etapa de su carrera que le convirtió en el hincha que es hoy. «Soy un aficionado más que paga su carnet y va con sus hijas al partido». Que anima más que critica. «Sé lo difícil que es un remate y jugar aunque estés tocado». Cocinero antes que fraile.
También sabe lo que es un ascenso. Dos, a Segunda con el Eibar y el Girona. «Es lo más bonito que puede vivir un futbolista». Y está «convencido» de que este año sube al Alavés. Puestos a pedir, elige la vía más difícil. «Me gustaría en el play off, eso en 'Mendi' tiene que ser increíble, me encantaría».
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