Javier Calleja vuelve este viernes al punto de partida. El lugar donde todo comenzó hace menos de seis meses, aunque puede parecer que hayan pasado décadas. El técnico puso en su debut como entrenador albiazul en San Mamés la primera piedra de un Alavés que ... amenazaba ruina. Sumó entonces un empate precario, famélico; sin goles y con menos brillo. Fue un día de sufrimiento, de pocas llegadas al área, menos juego en el centro del campo y alguna mano salvadora de Pacheco. Pero el resultado fue un punto de partida para que el técnico obrase el milagro semanas después. Esta jornada regresa al estadio bilbaíno tras el revitalizante sorbo ante el Atlético de Madrid, pero con su equipo todavía sediento. San Mamés vuelve a calibrar las aspiraciones de Calleja y su Deportivo Alavés.
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En estos meses entre ambos encuentros ha dado tiempo para casi todo. El Alavés acostumbra a ser una montaña rusa para jugadores, aficionados y técnicos y esta vez tampoco ha sido una excepción. El club ha transitado de la euforia por amarrar una permanencia que parecía imposible al abatimiento por el pésimo inicio de temporada del equipo. Entre ambos momentos ha habido tiempo para la ilusión por algunos movimientos del mercado y la duda por el titubeante devenir del equipo -juego y resultados mediante- durante la pretemporada. El triunfo ante el Atlético de Madrid introduce otro tirabuzón más en la trayectoria del equipo. Aunque con calma y prudencia, el alavesismo ha difuminado cierta tristeza y pesar.
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Entre toda esa vorágine de sentimientos, Javier Calleja siempre ha destacado por su tranquilidad y seguridad en sí mismo. En todas sus declaraciones públicas su discurso apenas ha cambiado. Desde que llegó, tenía claro la forma en la que quería que su equipo jugase. Que se olvidase del miedo y la excesiva precaución para convertirse en un bloque más animado y valiente con la pelota. Aunque de forma tibia y con una correosa irregularidad, el equipo logró recuperar algo de brillo. Los resultados le dieron alas. Tras el empate ante el Athletic llegaron dos victorias consecutivas y un empate con sabor a triunfo ante el Valencia. Pero el rejonazo del Eibar, colista por entonces, volvió a sembrar las dudas.
El recordado partido contra el Elche, todo un golpe sobre la mesa, terminó de encarrilar una permanencia que el Alavés cerró unos días después ante el Granada. Con una jornada de margen sobre la bocina, Calleja había logrado restaurar la competitividad del Alavés. Su reto, una vez selló una inusual renovación por dos temporada -en un club mucho más dado al año a año- era que esas insinuaciones se convirtiesen en realidad. Transitar de un equipo todavía pobre y obligado por las urgencias a uno mucho más sólido y convincente.
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Era el escalón más empinado y apenas ha podido posar su pie en él. Solo la primera mitad del ya olvidado duelo del estreno liguero ante el Real Madrid mostró a un Alavés similar a lo que Calleja quiere. El resto de encuentros hasta la catarsis del pasado sábado dibujaron una escuadra en las antípodas de lo que busca el técnico. Alejada, incluso, de la suficiente imagen del tramo final del pasado curso.
El tramo del camino más difícil para un Calleja que no ha dejado de intentarlo. Una y otra vez, sin descanso, ha buscado fórmulas para que su equipo se acerque más a lo que él quiere que sea y, mientras tanto, vaya incorporando matices a su juego que lo hagan más competitivo. Pero lo cierto es que, en este inicio de curso, el Alavés ha pecado de una evidente falta de recursos con la pelota y serios problemas para mantener el orden defensivo durante muchas fases del encuentro.
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Una de sus últimas pruebas, el sistema de cinco defensas, logró al final darle una pequeña recompensa. El equipo que el sábado consiguió derrotar al Atlético de Madrid apenas se pareció al que figura en el libreto de Calleja, pero al menos fue un bloque de una notable solvencia en su área. Así cimentó la primera victoria del curso y, de paso, un camino algo más llano para el entrenador. Aleja, al menos por el momento, los fantasmas de una posible destitución y restaura su ánimo y el de la plantilla. En San Mamés, el lugar donde todo comenzó, podrá comprobar la evolución de su equipo, en un constante frenesí desde su llegada.
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